El silencio no equivale a paz entre Israel y Gaza. Este viernes, cuando eran las dos de la madrugada en Jerusalén, entró en vigor un cese al fuego que daría un respiro en la zona tras 11 días de enfrentamientos, que dejaron 232 palestinos muertos, entre ellos 65 niños, y 12 israelíes, incluyendo dos menores.

La aparente calma, gracias a la mediación de Egipto, fue aplaudida por la comunidad internacional, empezando por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que la calificó como “una oportunidad genuina para avanzar”. Pero para nadie es un secreto que los problemas que desembocaron en la más reciente escalada de violencia –y en todas las anteriores– no se han resuelto y no hay solución a la vista. El alto al fuego, logrado por una delegación egipcia que pasó varios días entre territorio israelí y palestino, contiene un lenguaje, para muchos, incómodo.

Se trata de un arreglo “recíproco, simultáneo y sin condiciones”. Ese último punto, “sin condiciones”, representa para algunos palestinos una frustración, pues exigen que se resuelvan, por lo menos, dos de los asuntos que originaron la más reciente crisis: la presencia de militares en la mezquita de Al Aqsa y la expulsión de palestinos de un barrio en Jerusalén oriental. Por el lado israelí, la tregua es para ellos el resultado de una misión cumplida. La última vez que su ejército tuvo un enfrentamiento de tal envergadura fue hace siete años, y la escalada le permitió erradicar la infraestructura que Hamás había construido en ese tiempo.

De acuerdo con el primer ministro, Benjamin Netanyahu, sus ataques aéreos destruyeron más de 100 kilómetros de túneles, demolieron 70 lanzacohetes y 35 lanzadores de granadas, desde donde fueron disparados más de 4.000 cohetes contra Israel. Los más de 800 blancos incluyeron cinco bancos que manejan fondos de Hamás, diez oficinas gubernamentales, 11 despachos de inteligencia, y dieron de baja a 25 altos mandos. “Cuando nos embarcamos juntos en esta operación, definí como su objetivo central asestar un golpe serio a las organizaciones terroristas”, dijo horas después de iniciada la tregua, “y eso fue exactamente lo que hicimos”.

En esta fotografía de archivo del sábado 15 de mayo de 2021, los palestinos asisten al funeral de dos mujeres y ocho niños de la familia Abu Hatab en la ciudad de Gaza, quienes murieron después de un ataque aéreo israelí. El derramamiento de sangre en la Franja de Gaza ha desatado un coro de voces en los estados árabes del Golfo que son ferozmente críticos con Israel y enfáticamente apoyan a los palestinos. Foto: AP / Khalil Hamra, archivo. | Foto: Copyright 2021 The Associated Press. All rights reserved.

Los palestinos también entregaron su parte de las pérdidas en la Franja de Gaza. Los bombardeos dejaron significativos daños en seis hospitales y 11 centros de salud, incluyendo el único donde realizan pruebas covid; destrucción en 46 colegios, dos jardines infantiles y partes de la universidad. Por lo menos, 66.000 personas se encuentran en refugios, pues hay sectores de Gaza sin luz o agua potable.

El cese al fuego es tan frágil que al cierre de esta edición ya se registraba tensión entre policías israelíes y palestinos en la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén. “Es cierto que la batalla termina hoy, pero Netanyahu y el mundo entero debe saber que tenemos la mano en el gatillo”, dijo Ezzat El Reshiq, uno de los líderes políticos de Hamás. La postura israelí no es más conciliadora: “Responderemos con un nuevo nivel de fuerza a cualquier expresión contra las comunidades alrededor de Gaza y cualquier otra parte de Israel”, dijo Netanyahu.

Mientras los problemas de fondo en Oriente Medio no se resuelvan, es cuestión de tiempo hasta que se prenda de nuevo la mecha de la violencia. Vale la pena recordar una frase de Albert Einstein que bien aplica en este caso: “Locura es hacer la misma cosa una y otra vez y esperar obtener diferentes resultados”.