Jimmy Carter es quizás el mejor expresidente del mundo. Adorado por todos desde que dejó su mandato, se ha dedicado décadas solamente a ayudar. Su organización, The Carter Center, ha sido pieza fundamental en el apoyo para resolver grandes conflictos. Y por esa labor el exmandatario recibió el Nobel de la Paz. En medio de un planeta polarizado y en crisis, su voz ha sido un estandarte de calma que llama a la unión y al respeto por la democracia.
Carter es el presidente más longevo de la historia reciente de Estados Unidos. Y en esa sabiduría que da a los 98 años, el exmandatario tomó su última gran decisión: dejar de luchar contra su enfermedad. Hace unos años le diagnosticaron un cáncer fulminante en el hígado y cuatro tumores en el cerebro.
El cáncer fue el fantasma que persiguió a su familia. Su papá, su mamá y tres hermanos fallecieron tras sufrir esa enfermedad. En su caso, padecía de melanoma y este se había extendido por el cuerpo. El expresidente se sometió a un tratamiento experimental y el cáncer hizo remisión en un año. Aún es objeto de estudio su recuperación.
En una de las últimas entrevistas que concedió, el exmandatario aseguró que nunca pensó llegar a estar un siglo sobre la Tierra. Y que cuando conoció su primer diagnóstico pensó que su viaje se había acabado: “Pensé que me quedaban unas pocas semanas, pero estaba sorprendentemente tranquilo… He tenido una vida maravillosa”.
Carter describió en este momento crucial lo que pensaba de su partida. “No le pedí a Dios que me dejara vivir, descubrí que estaba absoluta y completamente a gusto con la muerte”. Por eso, el anuncio de The Carter Center: el exmandatario, después de varias hospitalizaciones, decidió “pasar el tiempo que le quedaba en casa con su familia y recibir cuidados paliativos en lugar de una intervención médica adicional”.
Luego del anuncio, el mundo se ha encargado de recordar lo que ha sido su vida y sus aportes.
Su presidencia no fue propiamente gloriosa. Le tocó enfrentar una altísima inflación y un momento económico difícil por cuenta de la crisis del petróleo. En América Latina fue una voz fundamental contra las dictaduras que se consolidaron en el continente, pero enfrentó crisis enormes en otros continentes, como la de los rehenes en Irán, cuando 66 diplomáticos y ciudadanos norteamericanos fueron secuestrados por 444 días en Teherán.
En materia internacional, su momento más memorable fueron los acuerdos de Camp David firmados por el presidente egipcio, Anwar al Sadat, y el primer ministro israelí, Menájem Beguín, el 17 de septiembre de 1978 tras 12 días de negociaciones secretas. Y tuvo obras memorables como crear el Departamento de Educación y ampliar el sistema de parques nacionales. Sin embargo, los reveses de su mandato pesaron más y Carter perdió la reelección en 1980 contra el republicano Ronald Reagan. Ha sido uno de los pocos presidentes norteamericanos que no ha logrado repetir periodo.
El resto de su vida se la ha dedicado a The Carter Center, un idílico paraíso en la mitad de Atlanta, en su Georgia natal, a donde han acudido miles de personas que trabajan en pro de la democracia en el planeta y muchas de las causas más apremiantes, como la erradicación de ciertas enfermedades, el agua potable y la solución de controversias. Su esposa, Rosalyn, que hoy tiene 94 años, ha sido una de las más grandes voceras por la salud mental y su principal coequipera y escudera.
Hace un tiempo, cuando a Carter le preguntaron cuál era el secreto para llegar a vivir una centuria, dijo sin titubear: “Creo que la mejor explicación para eso es haberme casado con la mejor esposa, alguien que te cuide y se comprometa y haga cosas para desafiarte y mantenerte vivo e interesado en la vida”.