Juan Guaidó admite llevar sobre sus hombros una carga histórica. El presidente del Parlamento está en el ojo del huracán. Una parte del país lo ve como la esperanza para la transición, el libertador que puede romper las cadenas del chavismo, el impetuoso joven que hasta antier estuvo en la segunda fila de la dirigencia partidista y ahora encabeza el único poder del Estado reconocido por la comunidad internacional, gremios y demás actores de la sociedad no dominada por el partido oficial, el PSUV. Desde que miembros del servicio de inteligencia lo retuvieron arbitrariamente la semana pasada, su figura no ha parado de crecer en una oposición que en 2018 estuvo arrinconada por la desesperanza. Hoy en día encabeza concentraciones populares masivas, e inspira otras. En efecto, estos ‘cabildos abiertos’ han superado las expectativas de sus organizadores, especialmente porque en algunos de los más numerosos ni siquiera ha participado Guaidó. En la ciudad de Valencia, por ejemplo, miles de personas en la tarde del viernes acudieron a escuchar la ruta que plantea el parlamento, representado por diputados locales. En otros días, otras localidades han vivido la misma la historia. Hoy por hoy la oposición parece tener la iniciativa con un Nicolás Maduro a la defensiva, atrincherado en sus instituciones y en el poder de los militares que juran estar dispuestos a morir por él. La Asamblea Nacional plantea una amnistía para los funcionarios que ayuden a restituir la democracia El analista Jesús Seguías asegura que la dirigencia tiene hoy un norte claro, como no ocurría quizá desde 2015. “Saben que la crisis se superará en un escenario de lucha férrea pero inteligente. Que el gobierno está debilitado pero la oposición también”. Y tiene razón. Tanta, que el propio Guaidó incluye en su discurso una dura autocrítica, al tiempo que se compromete a no defraudar, pero tampoco a generar expectativas imposibles. Por eso, a pesar de decir que está llamado a asumir la Presidencia del país –pues a su juicio no existe un mandatario electo legítimo y reconocido–, no toma el juramento ni porta la banda presidencial. Nacido en el estado Vargas, este ingeniero industrial asumió hace nueve años el cargo de diputado. Más tarde se convirtió en cabeza de la Asamblea Nacional (con 35 años es la persona más joven en llegar a esa posición) y desde allí no solo debe navegar las aguas turbulentas de una dictadura, sino manejar con tino las presiones de los grupos de oposición. “Le escriben todo el tiempo, lo llenan de mensajes, que si tiene que hacer esto, que si tiene que decir aquello. Eso es sin parar”, confirma un diputado que ha presenciado el vibrar incesante de su celular. “Por un lado, están los más radicales, los que le dicen que asuma la banda presidencial ya mismo”, asegura el diputado. Por el otro quienes le insisten en tomar un camino más sosegado, estratégico. El que ha decidido transitar, por ahora.

Para el próximo 23 de enero han convocado una gran marcha nacional para exigir la salida de Nicolás Maduro. Ese día medirán la fuerza con que la oposición arranca 2019. Así, el diputado se aferra a una ruta: hay que cesar la usurpación de Miraflores, lograr un gobierno de transición y dar paso a una elección libre. Algo que solo es posible al reunir “la fuerza necesaria, y por eso nuestro rol, nuestro reto, es convocar a todos los sectores de la sociedad, Fuerza Armada incluida”. Una necesidad unitaria que pasa por erosionar las bases que aún sostienen a Maduro en el poder. “Vivimos en una dictadura, y para la transición necesitamos de todos, incluso el chavismo, el que se ha desprendido y el que todavía queda ahí con temor de expresarse porque no tiene una pista de aterrizaje”, confirma. Para ello, en cada cabildo abierto se insiste en que la Asamblea Nacional plantea una amnistía a favor de todos aquellos funcionarios civiles y militares que colaboren “en la restitución de la democracia y el orden constitucional en Venezuela, conculcado por el régimen de facto encabezado por quien hoy se encuentra usurpando la Presidencia de la República”, reza el documento formal. Pero se trata de mensajes abstractos todavía. A la pregunta de con quién hay que hablar en el chavismo en este momento, contesta: “No lo tengo claro, si te soy sincero”. Admite, también, que no tiene contacto directo cuartel adentro, por ahora. Le sugerimos: "Somos gente con la que se puede hablar, negociar", Maduro a Donald Trump La oposición, la Asamblea Nacional, Estados Unidos y otros actores insisten en llamar a las Fuerzas Armadas a cumplir la Constitución y quitarle la alfombra al dictador. Un paso más que necesario en un país dominado por lo castrense. No es casual que en otras orillas busquen lo mismo. Es el caso del exministro de petróleo Rafael Ramírez, un chavista que afirma que solo ellos desalojarán a Maduro. “Y yo me voy a poner al frente de esa opción cívico-militar”, afirma. Y va más allá: “Creo que soy de los pocos que tiene esa capacidad de contar con el apoyo de los militares”. Pero a Ramírez lo conocen tanto por su labor frente a la estatal Pdvsa como por las acusaciones de haber apadrinado la corrupción que desangró la principal fuente de ingresos de Venezuela. En cambio, Juan Guaidó está limpio. Que pocos lo conozcan juega a su favor: es tan nuevo, tan inédito, que nadie puede mencionarle un escándalo. A pesar de que inició su andar en la política hace más de un lustro, en la encuestadora Delphos confirman que hasta comienzos de 2019 su impacto en la opinión pública era mínimo: ni siquiera salía en las menciones espontáneas de liderazgo. Luego del 5 de enero, cuando asumió la presidencia del Parlamento, las cosas cambiaron. Le recomendamos: Nicolás Maduro es declarado como ‘usurpador‘ de la presidencia por la Asamblea venezolana Su impacto público ha ido subiendo lentamente. Después de todo, en Venezuela el gobierno tiene la hegemonía de las comunicaciones, Ningún noticiero masivo transmitió su juramentación frente al Legislativo, las páginas informativas permanecen bloqueadas y disminuye el número de usuarios en redes sociales. Ese último refugio, de hecho, está cada vez más vacío. Según datos oficiales divulgados por la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, el país perdió 8,8 millones de suscriptores de telefonía móvil desde 2014. Después de tener una penetración celular de 102,6 por ciento durante el último trimestre de 2013, registó 69,8 por ciento en el primer trimestre de 2018. Además, la penetración de internet pasó de 62,43 por ciento a 60,76 por ciento y los suscriptores de internet fijo pasaron de 19.453.242 a 18.108.335. Todo ello por la precariedad económica tanto de usuarios como de proveedores. ¿Y en los cuarteles? ¿Llegarán los mensajes de Guaidó? Él ha pedido en sus discursos públicos regar la voz. Con ese boca a boca espera llegar a una masa que sostenga el momentum del 23 de enero –conmemoración de la caída en 1958 del último dictador venezolano del siglo XX–, cuando los opositores han convocado una gran movilización nacional para inundar las calles y exigir a Maduro dejar poder. Entonces comenzará el segundo capítulo en la historia de Juan Guaidó.