Pocas veces la embajada de Ecuador en Londres había tenido tantos policías alrededor como el jueves en la tarde. Las autoridades tenían un solo objetivo: llevar a Julian Assange, fundador de WikiLeaks, a un tribunal para que compareciera por haber violado su fianza en 2012. La escena marcó el fin del asilo más polémico del siglo XXI. Assange, de barba y pelo largo, no opuso resistencia y dejó que las autoridades lo metieran en una van para llevarlo al tribunal. La orden de captura provenía de 2012: la justicia británica determinó entonces que Assange había violado su acuerdo de fianza por un proceso en su contra por violación. Como esta semana el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, le quitó el asilo que le había concedido el Gobierno de Rafael Correa en 2012, las autoridades británicas pudieron detener a Assange. Le puede interesar: Assange, Snowden, Manning: cuatro películas para entender sus intrigantes vidas Sin embargo, tanto su abogado como activistas que apoyan la libertad de expresión señalaron al Estado norteamericano como el gran interesado en detener a Assange. En efecto, horas después de su captura, Estados Unidos confirmó que un gran jurado en Virginia preparó durante más de un año un nuevo caso contra el australiano. Además, confirmaron el único cargo criminal que pesa sobre su cabeza: conspiración por intentar hackear la contraseña de un computador del Gobierno estadounidense en 2010. Pero cómo, se preguntaron muchos, ¿si en un momento dado se habló de amenaza a la seguridad nacional?¿Si el propio Assange se negaba a entregarse porque supuestamente lo iban a acusar de traición, lo que podía terminar en pena de muerte? Eso tendría varias explicaciones. Por una parte, el Departamento de Justicia, en el primer mandato de Barack Obama, habría decidido no tocarlo judicialmente, pues eso podría sentar un precedente de silenciar a medios o publicaciones. A lo anterior se habría añadido que la actual Casa Blanca no tendría interés en castigarlo con fuerza, si se tiene en cuenta que Assange le ayudó a Donald Trump a derrotar a Hillary Clinton. Barack Obama decidió no tocarlo porque eso sería un mal precedente para la libertad de prensa. Sin embargo Barry Pollak, abogado de Assange, afirmó que el arresto de su cliente corresponde a que “quieren extraditar a un periodista extranjero para que asuma cargos criminales por publicar información veraz”, afirmó. El mismo jueves, manifestantes se reunieron afuera del tribunal donde estaba Assange. Paralelamente un juez dictaminó que Assange debía escuchar por video, desde su cárcel la audiencia programada para el 2 de mayo sobre su extradición. ¿Héroe contradictorio? El nombre de WikiLeaks, la organización de Assange, le dio la vuelta al mundo en 2010. Ese año, Chelsea Manning (entonces Bradley Manning), analista de inteligencia del Ejército estadounidense, filtró miles de documentos clasificados sobre el papel de su país en las guerras de Afganistán e Irak. Manning le pasó la información a Assange, y este la publicó en la página web de WikiLeaks y en los medios que quisieron publicarla, como The Guardian o The New York Times.

Chelsea Manning ayudó a WikiLeaks a obtener toda la información que puso en jaque a la Casa Blanca. Foto: AP.  Le sugerimos: Assange pasa su primera noche detenido e inicia combate contra la extradición Los enormes archivos revelaron miles de chismes diplomáticos de múltiples países, y en la parte más grave, que el Gobierno estadounidense promovió torturas, detenciones arbitrarias y muertes de civiles en Oriente Medio. Ante el escándalo, la justicia norteamericana condenó al militar Manning a 35 años de prisión, de los cuales cumplió solo 7, pues en los últimos días de su administración, Obama le perdonó el resto. Al igual que a Manning, se hablaba de que la justicia norteamericana quería condenar en 2010 a Assange por espionaje. El debate de esos años giró en torno a lo que hizo: ¿puso en peligro la seguridad de Estados Unidos? ¿reveló información que la ciudadanía debía conocer? ¿Cómo se debería castigar ese delito? Paralelamente a la presión de Estados Unidos, en agosto y septiembre de 2010 dos mujeres acusaron al australiano por violación y acoso en Suecia. Él negó los cargos y se opuso a asistir al juicio en ese país, pues afirmaba que se cocinaba su extradición a Estados Unidos. Sin embargo, mientras estaba en Londres, la justicia británica aprobó extraditarlo a Suecia. Por ese motivo, desacató la libertad condicional y pidió asilo en la Embajada ecuatoriana. Esa infracción le podría significar un año en una celda británica. Desde su cuartico en el consulado ecuatoriano, Assange cultivó su imagen de abanderado de la libertad de expresión a lo largo de esos siete años, Pero su reputación comenzó a perder fuerza cuando el Gobierno de Vladimir Putin interfirió, aparentemente con ayuda de WikiLeaks, la campaña electoral de 2016. La organización de Assange publicó cientos de correos de la Comisión Nacional Democrática, lo que perjudicó las aspiraciones de Clinton. Si bien no se ha comprobado si WikiLeaks hackeó dichas cuentas, al menos es claro que publicar esa información buscaba perjudicar a Clinton, y de paso beneficiar a Donald Trump. La imagen del australiano también recibió duros golpes por los perfiles cinematográficos y periodísticos que lo retratan como un narcisista. Por ese motivo, muchos han puesto en duda si al hacer las filtraciones buscaba, más allá de dar a la ciudadanía información legítima de sus gobiernos, objetivos personales como beneficiarse o engrandecer su imagen. Le recomendamos: Wikileaks: ¿Se le acabó la protección a Julian Assange? Por todo eso, la figura de Assange divide hoy a la opinión pública internacional tanto como al comienzo de su celebridad. Por un lado, voces como la del senador Mark Warner, de Virginia, describen a Assange como alguien que quiere “disminuir el poder de Occidente”, y considera que acciones de ese tipo son inadmisibles. Estados unidos pidió la extradición e Assange solo por un delito (hackeo) que apenas le significaría cinco años de cárcel. Otros opinan lo contrario, como Edward Snowden, el famoso excontratista de la Agencia Nacional de Seguridad que filtró información sobre un polémico programa de vigilancia. El jueves publicó en su cuenta de Twitter que esta detención afecta directamente la libertad de expresión y que el caso contra Assange es “débil”. Y en varias capitales del mundo, manifestantes gritan consignas por su “héroe” Por el momento, Assange estará bajo custodia mientras llega su desenlace judicial. Entre tanto, nadie sabe con certeza quién es en el fondo, y qué motiva a ese misterioso australiano que puso al mundo patas arriba hace casi nueve años. El mismo que se atrevió a revelar los intríngulis de múltiples gobiernos en nombre de la transparencia, mientras negociaba con Putin para ayudar a subir al poder a Donald Trump, ese enemigo de la prensa libre.