Aunque hoy en día parezca imposible de creer, hace unos meses Donald Trump se había comprometido a rebajar su discurso de ataque contra el gobierno de Joe Biden. El expresidente había sufrido un atentado contra su vida y en Estados Unidos estaban de acuerdo con que la polarización había llegado a un punto impensable y no podía seguir todo igual. El republicano prometió bajar su intensidad y se respiraba un ambiente más tranquilo.
Desde la promesa de un Trump debilitado en julio, mucho ha cambiado. Joe Biden ya no es el candidato demócrata, ahora lo es Kamala Harris. Se llevó a cabo un debate que ganó la vicepresidenta, y hubo un nuevo atentado contra el magnate. Las encuestas ya no favorecen al exmandatario, y el ambiente político se ha deteriorado nuevamente, lleno de ataques de ambos lados: del republicano hacia la candidata y viceversa.
“Repugnantemente incompetente”, “tonta” y “absolutamente incapacitada para el cargo de presidenta de Estados Unidos”, fueron algunos de los adjetivos que usó el exmandatario contra su rival demócrata en un evento de campaña en Scranton, Pensilvania, tierra natal del presidente Biden. Mientras tanto, la campaña de Harris se burló directamente de Trump por no haber logrado llenar su mitin más reciente.
La realidad es que, faltando cuatro semanas para que los estadounidenses se vean en las urnas, la campaña está en su punto más candente. Mientras Trump intensifica su discurso y se enfoca mucho más en el insulto personal, Harris da golpes bajos al republicano ganando adeptos en el campo estadounidense, terreno tradicionalmente trumpista en los últimos años. Además, convenció a la representante Liz Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney, de apoyarla, bajo la promesa de nombrar un opositor en su gabinete si es electa.
En cuanto a las encuestas a nivel nacional, sigue adelante faltando poco para los comicios. En promedio, la vicepresidenta tiene el 49 por ciento de la intención de voto en el país, frente al 46 por ciento de Trump, porcentajes que comparte el sondeo más reciente de The New York Times. Mientras tanto, en los análisis sobre cómo serían las elecciones en cada uno de los estados claves, la vicepresidenta llegaría a 276 votos electorales contra 262 del expresidente, un escenario muy reñido.
Si Harris consigue la mayoría de los estados claves, como Arizona, Míchigan, Pensilvania, Nevada, Carolina del Norte, Georgia y Wisconsin, seguramente será la primera presidenta de la historia de Estados Unidos. Por su parte, Trump busca que las encuestas se equivoquen como en 2016 y les den la victoria a él y a su combativo discurso. “No quiero ser amable”, dijo en uno de los eventos recientes en alusión a los ataques que hace a la vicepresidenta.
Con todas las armas enfiladas, la campaña está en su punto final, y ambos candidatos saben que la mayoría de estadounidenses ya decidió su voto. Incluso, con la llegada de los huracanes Helene y Milton, se han politizado estos desastres naturales, que dejan cientos de muertos. Por ejemplo, Trump mintió al decir que el dinero de las asociaciones gubernamentales de atención de emergencia está siendo usado para albergar inmigrantes ilegales. Nuevamente, sin pruebas.
Pero acusaciones de politización también le cayeron a Kamala de parte del gobernador de Florida y aliado de Trump, Ron DeSantis. “Harris está politizando la tormenta” y le aseguró que ella “sabe que está haciéndolo pobremente”, en medio de un cruce de ambos mandatarios en el que el gobernador no quiso contestarle las llamadas a Harris.
Por ahora sigue la división, y a la cuenta regresiva para las elecciones le queda cada vez menos tiempo, por lo que se espera que con el pasar de las semanas los insultos y descalificaciones continúen. Momentáneamente, Kamala Harris parece liderar el voto finish, inevitable en Estados Unidos.