El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, estuvo ausente en la posesión y toma de investidura de su rival, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.
El derechista viajó este viernes 30 de diciembre a Estados Unidos, a dos días del fin de su mandato, y tras despedirse de sus seguidores en una transmisión en vivo por sus redes sociales, aunque sin mencionar el viaje, Bolsonaro embarcó rumbo al estado de Florida, en el sureste de Estados Unidos, en un avión de la Fuerza Aérea.
En ese sentido, ese mismo avión militar, identificado con el código BRS1, aterrizó en la ciudad de Orlando, según el sitio web de seguimiento de vuelos Flightaware.
El ultraderechista, que permaneció prácticamente en silencio desde la derrota electoral sufrida en el balotaje de octubre, se ausentó así de la toma de posesión de Lula da Silva (PT, Partido de los Trabajadores) el domingo, algo que no ocurre desde la vuelta de la democracia en Brasil, en 1985.
“Asumiré el cargo tan pronto el avión de Bolsonaro salga del espacio aéreo brasileño. Todo va a transcurrir con tranquilidad en el país hasta que el presidente Lula asuma”, dijo en su momento el vicepresidente, Hamilton Mourao, al portal de noticias G1.
Por su parte, la Secretaría General de la Presidencia autorizó el traslado al exterior de una comitiva de funcionarios para dar “seguridad y apoyo personal al hoy expresidente de la República, Jair Messias Bolsonaro” en un viaje internacional a “Miami, Estados Unidos, a realizarse del 1º al 30 de enero de 2023″, según consta en el diario oficial de este viernes.
Un conjunto de automóviles utilizados por la presidencia salieron poco antes de las 2:00 p. m. de la residencia oficial de la Alvorada, en Brasilia, sin poder confirmar que el presidente viajara a bordo.
¿Fuga?
El viaje de Bolsonaro se transformó rápidamente en uno de los asuntos más comentados en Twitter, donde muchos opositores lo acusaron de “fugarse” del país para evitar eventuales problemas judiciales una vez que termine su mandato y pierda sus fueros especiales, puesto que es investigado entre otras cosas por supuesta divulgación de información falsa.
Para el analista Creomar de Souza, de la consultora política Dharma, se trata más bien de un “intento de continuar negando la realidad, de deslegitimar al próximo gobierno”.
“Un presidente pasando la banda presidencial transmite la idea de que la elección acabó, permite la pacificación del país. (Con su ausencia) es como si Bolsonaro estuviera diciéndoles a sus seguidores que se niega a aceptar el resultado”, opinó Souza.
En su transmisión en vivo por las redes de este viernes, Bolsonaro se dirigió a los centenares de seguidores que continúan movilizados frente a sedes militares en Brasilia y otras ciudades, pidiendo una intervención de las Fuerzas Armadas para impedir el regreso de Lula al poder.
“Algunos deben estar criticándome, diciendo que podría haber hecho esto o aquello (...) No puedo hacer algo que no sea bien hecho, sin que los efectos colaterales sean demasiado dañinos”, justificó el mandatario.
Con los ojos llenos de lágrimas, dijo que en sus cuatro años de gobierno dio “lo mejor de sí”.
Pese a defender a los manifestantes, criticó una tentativa de ataque con explosivo en los alrededores del aeropuerto de Brasilia por parte de un seguidor suyo la semana pasada.
“Nada justifica esa tentativa de acto terrorista”, subrayó.
Ese y otros actos de vandalismo protagonizados por seguidores bolsonaristas en diciembre en la capital obligaron a reforzar la seguridad de la toma de posesión de Lula.
Será la primera vez desde 1985 que un presidente saliente no entrega la banda presidencial a su sucesor. Ese año, el último presidente de la última dictadura militar, el general João Figueiredo, se rehusó a participar en la ceremonia de investidura de José Sarney, quien recibió la banda de parte de un funcionario del Planalto, según reportes de época de O Globo.
“El ritual de transición es un simbolismo, no existe regla específica ni castigo para un presidente que no quiera asistir”, a pesar de la importancia que tiene el gesto para “fortalecer la democracia”, explicó Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas.
*Con información de AFP.