Ismael Alí Bakush, uno de los presos de Guantánamo, fue detenido por llevar puesto un reloj Casio, algo que automáticamente lo convirtió en sospechoso de pertenecer a la red terrorista de Al Qaeda. Las autoridades estadounidenses argumentan que utilizaban este criterio para adelantar los arrestos, porque uno de cada tres capturados con relojes de esta marca tenía algún tipo de relación con explosivos. Este y otros absurdos cometidos en la prisión de Guantánamo quedaron al descubierto tras la filtración de más de setecientos documentos secretos. Pero aunque los reportes registran hechos ocurridos entre 2002 y 2009, bajo la presidencia de George W. Bush, el escándalo afecta directamente al gobierno de Barack Obama, que ha sido incapaz de cerrar la prisión. Una de las revelaciones más escandalosas es la presencia de menores de edad en la prisión. Al menos 14 adolescentes, que según los interrogadores del Pentágono no representaban ningún peligro para los intereses de Estados Unidos, han pasado por Guantánamo en los últimos nueve años. “Lo hemos evaluado como un niño soldado al que los talibanes obligaron a alistarse en sus tropas”, dice el informe sobre uno de los menores, escrito por un alto militar de la base. Una situación similar sucedió con un preso de 89 años que padecía demencia senil y depresión. Las autoridades de la cárcel concluyeron que el anciano, quien había sido detenido por vivir en un complejo residencial en el que apareció un teléfono por satélite, no representaba ningún peligro para Estados Unidos y tampoco podía aportar información valiosa. Y es que durante 2002 y 2009, los presos de Guantánamo eran clasificados de acuerdo con la calidad de la información que podían ofrecer. El objetivo, según su propia terminología, era “explotarlos” por si sabían algo que pudiera ser útil. En algunos casos, incluso, la búsqueda de información primó sobre el estado de salud de los reclusos. Decenas de presos con enfermedades mentales eran sometidos a constantes interrogatorios y únicamente se pedía su traslado cuando era evidente que debido a sus trastornos no podían entregar información confiable sobre Al Qaeda y otros grupos terroristas. Los documentos también revelan que, en muchos casos, ni siquiera el gobierno de Estados Unidos tenía claros los motivos por los que los detenidos eran trasladados a esta prisión. Así las cosas, queda claro, una vez más, que el sistema establecido en Guantánamo carecía de normas, estaba basado en sospechas y conjeturas y no requería de pruebas para mantener a una persona detenida por varios años. El gobierno norteamericano se ha limitado a rechazar las filtraciones, publicadas por el diario The New York Times, y ha aclarado que los hechos registrados en esos documentos ocurrieron entre 2002 y 2009. Sin embargo, y aunque todo el mundo sabe que Guantánamo fue una idea de George W. Bush, es inevitable que el escándalo salpique a Obama, pues él se comprometió desde su primer día de mandato a cerrar cuanto antes esta prisión y todavía está lejos de cumplir su promesa. Joshua Colangelo-Bryan, abogado de algunos presos de Guantánamo y asesor de Human Rights Watch, le dijo a SEMANA que “mientras sigan existiendo las restricciones del Congreso para trasladar a los detenidos a cárceles norteamericanas, será imposible cerrar la prisión”. Sostiene, además, que a pesar de las nuevas revelaciones, es poco probable que Obama inicie una pelea política para tratar de avanzar en esta dirección. “Obama mantendrá la misma postura que ha tenido hasta el momento, pues él siempre ha dicho que está en desacuerdo con las políticas de Guantánamo”. De cualquier forma, el presidente norteamericano está en una encrucijada, pues ante la imposibilidad de cerrar la base en un futuro cercano, se vio en la obligación de ordenar que recomenzaran algunos juicios militares, lo que generó una gran polémica. No obstante, todavía quedan 172 presos en Guantánamo, la mayoría sin la perspectiva de un juicio o una pronta liberación. La situación, sin duda, está fuera de control.