“Ese gato no sirvió, ese gato no sirvió”, es el estribillo que niños solían cantar cuando, en el marco del juego del ‘gato y el ratón’, la persona designada para atrapar al otro no lograba su cometido, pues bien, este podría ser un estribillo aplicable a la situación actual que vive México frente a la lucha que ha emprendido desde hace más de una década contra los cárteles de la droga, y que, según los más recientes reportes presentados a través de los medios de su país, sigue estando marcada por un aparente déficit, y recrudecida aún más por cuenta de los cientos de asesinatos y el incremento de la seguridad que se ciñe como delito conexo al viacrucis de la droga.
Precisamente, un reciente artículo publicado por el medio estadounidense, The New York Times da cuenta de ello en un escrito titulado Absolute Warfare: Cartels Terrorize Mexico as Security Forces Fall Short, por las periodistas Maria Abi-Habib y Oscar López, en el que estos presentan un preocupante panorama vivido en todo el país por cuenta del incesante incremento de la inseguridad, tomando como referencia la situación que se vive en Celaya, Guanajuato, según ellos, “una de las ciudades más peligrosas”, y arremetiendo contra la prometida política del presidente Andrés Manuel López Obrador de ‘más abrazos y menos balas’, que ha terminado insuficiente para cumplir con su cometido.
En su artículo, el New York Times refiere la grave situación de tensión que se vive en Celaya, donde los asesinatos selectivos están “a la orden del día” y en donde la impunidad es la situación reinante, no solo por el temor propio de los funcionarios locales encargados de las investigaciones, en medio de instituciones igualmente permeadas por los intereses de los narcotraficantes, sino también porque las estrategias del gobierno central, llevaron a que los órganos correspondientes de las investigaciones y el ‘esclarecimiento de la verdad’, quedarán maniatadas, e incapaces debido a las reformas realizadas desde el curubito del poder.
“La policía en lugares como Celaya dice que las bandas criminales los superan en armas, en una guerra que están perdiendo, mientras que las fuerzas federales destinadas a luchar en estas batallas a menudo parecen aparecer después de que termina el tiroteo”, refiere el artículo del New York Times, en el que también señalan que, en entrevistas logradas con funcionarios, que por seguridad evitan revelar su identidad, estos admiten que “el Gobierno está perdiendo el control del país”.
En ese sentido, además de las ventajas propias de una ‘mejor dotación armada’ por parte de los carteles, que acceden a arsenales poderosos provenientes del mercado negro de Estados Unidos, la institucionalidad mexicana también se ha visto maniatada después de la reforma en la que López Obrador, recién ascendió al poder y buscando poner freno a la corrupción al interior de la Policía Federal, decidió disolverla, para constituir la llamada Guardia Nacional, apostando a su vez por la fórmula de “más abrazos, menos balas”.
En ese contexto, según The New York Times, la estrategia de López resultó contraria, pues si bien ayudó a sacar a algunos funcionarios corruptos, también contribuyó a que otros, inconformes con las nuevas condiciones laborales, decidieran dar un paso al costado, generando que la nueva fuerza ‘naciera débil’.
El artículo, que toma como referencia a la localidad de Celaya, advirtiendo que esa localidad alguna vez fue vista como un “centro próspero y pacífico en el estado de Guanajuato”, atractivo para empresas multinacionales, y que ahora se ha convertido en un escenario violento por cuenta de la presencia del cártel de Jalisco Nueva Generación, menciona que allí los cuerpos de seguridad son impotentes ante la criminalidad, y que incluso son los mismos ciudadanos quienes han tenido que conformar brigadas para la búsqueda de cadáveres de quienes a diario son reportados como desaparecidos, en contextos en los que, ante el peligro, orientan a la ciudadanía a mantener un silencio temeroso y cómplice.
Allí, hasta las propias autoridades se han convertido en víctimas, señala el artículo, recordando que recientemente el hijo del mandatario local fue asesinado cuando estaba en una farmacia, generando un ambiente de zozobra que incluso obligó a varias instituciones educativas a determinar el cese de actividades para preservar la seguridad de los pequeños, quienes, además de exponerse a escenarios violentos, también están inmersos en ambientes de consumo y venta de droga, que podría en algún momento absorberlos.
El New York Times cuestiona cómo, pese a las evidencias, AMLO sigue haciendo oídos sordos y ojos ciegos ante la situación, e incluso ha llegado a minimizarla señalando que es culpa de administraciones anteriores, o incluso señalando que la masiva información sobre actos violentos responde a la ‘exageración de sus adversarios’. “Es como una puesta en escena, es propagandístico. No hay mayor problema, pero sí quieren agarrar esa bandera de la violencia”, dijo el presidente mexicano en una reciente rueda de prensa, en declaraciones recogidas por el medio internacional.
En Celaya, según refiere el señalado artículo, los homicidios han crecido en niveles desproporcionados, acercándose al 32 % en referencia al año anterior, y la violencia allí asentada ha llevado a que las personas ‘pudientes’ decidieran abandonar la ciudad para buscar destinos más seguros, teniendo en cuenta que en sus territorios, los violentos no han respetado ni a los religiosos, citando el reciente caso de asesinato de dos clérigos que brindaron refugio a alguien a quien perseguían los armados; hecho que también ha suscitado que la iglesia rompa su silencio y denuncie la inoperancia del Estado.
Sobre los cambios impulsados por AMLO, el New York Times advierte que, con estos, México perdió “casi la mitad de su capacidad de inteligencia para investigar y desmantelar las vastas redes criminales del país”, lo que alimenta la impunidad.
A los asesinatos, que crecen en cifras exponenciales, los medios también señalan que se han sumado otras situaciones conexas a la ola de violencia, y que Colombia conoció en los años más difíciles de su historia contemporánea: el desplazamiento forzado.
Según recoge el artículo, cerca de 44.905 mexicanos fueron obligados a huir de sus hogares el año pasado, una cifra que, según la Comisión para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos de México, representa un crecimiento del 500 % frente al año 2020.
A los ojos de los ciudadanos, y como lo revelan recientes encuestas adelantadas por El Universal, uno de los medios más leídos en ese país, la percepción de inseguridad también ha aumentado en contextos en los que las mismas autoridades denuncian que, pese al remezón de AMLO con la creación de nuevas autoridades, la corrupción de estas ya ha comenzado a hacerse evidente, con las supuestas relaciones entre altos mandos y los cárteles de la droga, lo que se ha vislumbrado a través de la entrega de importantes sumas de dinero evidenciadas por los propios subalternos.
Para el New York Times, y algunas de las fuentes citadas en su artículo, es diferente tener una fuerza que esté ‘apagando incendios’ a una que sea capaz de prevenirlos, y a eso se refieren con la pérdida de las capacidades de las autoridades mexicanas, donde la inteligencia ha pasado a un segundo plano, permitiendo que el Estado siga cediendo autoridad y legitimidad en los territorios, frente a las capacidades de los delincuentes.