Una semana de sangrientos combates contra las tropas rusas junto a Bajmut, en el este de Ucrania, y Yuriy Korpan, parece haber envejecido una década.
“En el campo de batalla, hay que matar”, repite este padre de tres hijos, reclutado el pasado mes de agosto y que lucha actualmente al norte de Bajmut.
La ciudad cayó en manos rusas en mayo, por lo que el Ejército ucraniano lanzó una contraofensiva en junio, que busca ahora recuperarla.
Korpan, empleado en el sector de la construcción antes de ser reclutado, recuerda el último día que estaba en el frente.
“Los bombardeos empezaron a las cuatro de la mañana, con morteros y artillería”.
“Después se calmó un poco. Una hora más tarde, el enemigo empezó” a atacar de nuevo, añade a la AFP.
Antes de continuar: “Respondimos. Ametralladoras, [lanzacohetes] RPG, lanzagranadas, luego morteros. Empezamos la batalla”.
Miedo, pero desaparece en el combate
Cuando combates, “la adrenalina te sube a la sangre, estás en una especie de excitación (...) Estás luchando por tu vida y por la de tus hermanos”, describe Korpan.
“Necesitamos estar ahí, en ese lugar. Estamos tensos como una cuerda y obsesionados con una sola idea: destruir al enemigo que ha llegado a nuestra tierra”.
A la pregunta de si siente miedo, contesta que sí, pero que este “desaparece” cuando uno combate.
“En el combate no hay que tener miedo, hay que superarlo y llevar a cabo la tarea con claridad. El miedo también es un enemigo”, responde.
Tras la batalla, “las piernas y los brazos duelen por el gran esfuerzo físico. Se necesitan algunos días para recuperarse”, explica.
Desde el inicio de la contraofensiva, los ucranianos avanzan lentamente en los alrededores de Bajmut, en medio de “encarnizados” combates, según el Ministerio de Defensa.
Lo mismo ocurre al sur de Bajmut, donde los soldados de Kiev avanzan hacia el pueblo de Klyshchiivka.
En esta localidad lucha Vitaliy Stolyarchuk, comandante de una sección de infantería de 31 años.
“Claro que es aterrador, solo un loco no tendría miedo”, asegura el soldado, que lleva unos lentes de sol oscuros.
“Creo en Dios y rezo constantemente para que mis hermanos y yo salgamos vivos de esta batalla. Es necesario tener la cabeza fría y ojos a 360 grados”, explica.
“Matar a alguien es difícil, arrebatarle la vida a alguien es difícil. Los rusos oponen una fuerte resistencia”, pero “sus posibilidades son escasas: tras una preparación de artillería, salimos y acabamos con los que quedaron”, afirma.
“¡No conté los rusos muertos! Eso solo lo hacen los principiantes”
No cuenta el número de personas que ha matado. “Es imposible y no tiene sentido”, contesta Korpan. “¡No conté los rusos muertos! Eso solo lo hacen los principiantes”.
En esta zona, las minas antipersona amenazan a los ucranianos.
“Todo suele estar minado. Ellos [los rusos] huyen muy rápido y dejan sus armas atrás. Minan sus posiciones durante la retirada. Los soldados [ucranianos] inexpertos caen en estas trampas”, afirma Stolyarchuk.
Según el médico Volodímir Veselovsky, que trabaja de manera voluntaria en un punto de estabilización donde los soldados heridos reciben primeros auxilios, este tipo de lesiones ha aumentado.
“Desde hace varias semanas, tenemos más traumatismos causados por minas. Heridas en los pies, en las piernas. Un día tuvimos a cinco heridos que posteriormente tuvieron que ser amputados”, declara a la AFP.
Pero según él, el origen de la mayor parte de las heridas sigue siendo los ataques de artillería. En particular de los temidos lanzacohetes múltiples Grad soviéticos.
“Yary”, de su nombre de guerra, dirige justamente un batallón con unos diez Grad LRM, que pueden disparar hasta 40 cohetes en 20 segundos, cubriendo “un cuadrado de 400 m por 400 m”.
*Con información de la AFP.