En El Salvador todos los habitantes comparten la idea de que en su comunidad hay un héroe, una persona que se ha ganado el cielo, aunque hoy está nominado a un premio por su inmensa labor, una tarea que iba contra sus principios, sus ideales, sus creencias y sobre todo, contra su moral, pero eso no fue impedimento para el sacerdote Ignacio María Doñoro de los Ríos, quien rompió cualquier barrera por salvar la vida de un niño.
Su historia se ha llevado todos los aplausos de la comunidad, y no es para menos. Este sacerdote se quitó por un momento su sotana para infiltrarse como traficante de órganos, uno de los delitos más repudiables en todo el mundo. Sin embargo, todo tuvo una explicación y es que esta era la única forma de salvar a un menor, cuyos padres lo estaban vendiendo para obtener algo de dinero.
Aunque los hechos ocurrieron en El Salvador, el sacerdote es oriundo de España y se radicó en ese país hace más de 10 años. La familia de Manuel, el menor de 14 años que padecía una parálisis parcial de su cuerpo, lo había ofrecido por unos 25 dólares a un traficante de órganos, y todo para poder seguir alimentando a sus otros hijos, un hecho que generó indignación.
Sin embargo, a pesar de esa aterradora historia, el sacerdote Doñoro de los Ríos no dejó atrás su vocación y fue claro al practicar la idea de no juzgar al otro. “Algo que aprendes con el tiempo es que no puedes juzgarlos: aquel niño iba a morir y lo vendían fruto de la desesperación”, dijo el cura al diario El País de España.
El sacerdote llevó el plan de rescate, como de película. Doñoro decidió vestirse con una camiseta sucia, dejarse la barba por más de una semana y así pasar desapercibido y que creyeran que era una persona interesada en comprar al menor para así traficar sus órganos. Así que alquiló una camioneta y llegó al sitio, pagó solo un dólar más a la familia y se llevó a Manuel, metiéndolo en su vehículo y saliendo de manera sigilosa. “En unas décimas de segundo me di cuenta de que aquello era el tren que pasa una vez por tu vida, que o lo tomas o lo dejas. Y que si lo tomas te va a llevar allá donde jamás pensaste que irías”, contó. El religioso, que confiesa que pasó “todo el miedo del mundo”, asegura: “Ahí fui muy consciente de que aquel niño me iba a cambiar la vida”. Y así fue. Su historia pasó por todos los rincones del mundo, muchos no lo podían creer.
Con muchos medicamentos, terapias, exigentes procedimientos médicos, Manuel se recuperó de su parálisis, la misma por la que su familia accedió a venderlo. El sacerdote sabía que no todo había sido en vano y supo de él varios años después, cuando recibió una carta del joven, ya un adulto, en el cuartel de Intxaurrondo (San Sebastián). En aquella misiva, Manuel le agradecía todo lo que había hecho y le recordaba que había sido para él la persona “más importante”. A propósito de esto, el cura recalcó que “si salvas a un niño, salvas a la humanidad”, una enseñanza de la religión judía que aplica en Hogar Nazaret, un centro de acogida que fundó.
De esta historia han pasado años y los detalles están consignados en su autobiografía titulada El Fuego de María, que recoge sus pasos por distintas partes del mundo ayudando a niños víctimas de trata de personas y que viven en la extrema pobreza, una bella labor que desempeña hace 25 años; incluso alcanzó a trabajar en Colombia.
La historia de este cura que se hizo pasar por traficante de órganos sale a la luz en 2021 a propósito de su nominación al Premio Princesa de Asturias de la Concordia por todo lo que hace en su fundación Hogar Nazareth.