En una semana especialmente agitada, con una intensa actividad diplomática en diversos países de Oriente Medio, varias declaraciones coincidieron en la amenaza de una guerra civil que ya se antoja una realidad. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, advirtió que "a no ser que se haga algo de manera drástica y urgente para frenar el deterioro", la situación en Irak es "casi de guerra civil". El rey Abdullah de Jordania alertó que la región podría enfrentar tres conflictos de este tipo en Irak, Líbano y los territorios palestinos, el año que viene. Y el presidente norteamericano, George W. Bush, de gira por Oriente Medio, se negó una vez más a calificar el escenario iraquí con esa definición. Precisamente mientras el rey Abdullah se preparaba para ser el anfitrión de la reunión entre Bush y el primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, que se cumplió el jueves con un día de retraso, un informe de The New York Times hablaba de un memo confidencial en el que el asesor de seguridad de la Casa Blanca cuestionaba seriamente la capacidad de este último para controlar la violencia sectaria. Y aunque el texano apoyó a Maliki y prometió que los soldados estadounidenses permanecerán en Irak "hasta que el trabajo se haya completado", los informes de prensa hablaban de crecientes fricciones. Unas horas antes, el presidente iraquí, Jalal Talabani, estaba en Irán pidiendo el apoyo de los líderes de la revolución islámica para controlar a la insurgencia. A esa febril actividad diplomática se sumaron la presencia de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, en Israel y Palestina; la entrevista del vicepresidente Dick Cheney con el rey Abdalá de Arabia Saudita, y la reciente reapertura de lazos diplomáticos entre Siria e Irak. En estos días en Oriente Medio todo parece moverse a un ritmo vertiginoso que refleja la incapacidad para frenar la violencia en el país del depuesto Saddam Hussein y la creciente preocupación regional. La aspiración de la Casa Blanca de un Irak laico y democrático que sirviera como ejemplo para Oriente Medio ha quedado muy atrás, diluida en el espiral de violencia sectaria que enfrenta a chiítas y sunitas. Mientras tanto, los kurdos, la otra minoría del país, tratan de mantenerse a un lado, pero temen que un triunfo de los sunitas, la etnia de Saddam, recuerde los tiempos de represión que sufrieron bajo el dictador. En octubre las muertes violentas, según Naciones Unidas, llegaron a más de 3.700 civiles, la mayor cifra registrada desde la intervención militar norteamericana en marzo de 2003. Y en noviembre, en un solo día, los enfrentamientos llegaron a cobrar más de 200 vidas. Con ese telón de fondo, muchos sostienen que la división de Irak es sólo cuestión de tiempo. Y aunque la Casa Blanca se oponga a la etiqueta de ‘guerra civil‘, la situación parece tan obvia, que las organizaciones de noticias están empezando a usar un lenguaje más directo. "‘Noticias NBC‘ ha decidido que la situación en Irak, con facciones armadas y militarizadas peleando por sus propias agendas políticas, puede ahora ser caracterizada como guerra civil", anunció el presentador de la cadena de televisión el 27 de noviembre. La nueva política del canal simboliza un punto de giro que muchos analistas políticos ya habían anticipado. "Ha sido una guerra civil desde hace tiempo, aunque una bastante peculiar. Usualmente el gobierno está de un lado, pero en Irak es casi un observador. No es capaz de prevalecer en la guerra civil o de detenerla. Lo mismo se podría decir de las fuerzas de ocupación, dijo a SEMANA Richard Falk, profesor y analista de Princeton. Es una situación sin precedentes. Irak es al mismo tiempo un Estado fallido y un país bajo ocupación militar". Algo similar sostuvo recientemente frente a un comité de la Cámara de Representantes James Fearon, uno de los principales expertos mundiales en guerras civiles. El profesor de Princeton no dudó en ponerle la etiqueta a la guerra de Irak y señaló que estas usualmente son largas, pues tardan más de una década en promedio, y terminan con victorias militares decisivas, no con exitosos acuerdos de coalición como los pretendidos para gobernar en Bagdad. Varios analistas comienzan a encontrar paralelos con la guerra civil que devastó al Líbano entre 1975 y 1990 y se convirtió, de paso, en una guerra regional. "Como en Líbano, hay varias facciones en coaliciones cambiantes e incluso milicias afiliadas a diferentes facciones en el gobierno enfrentadas las unas a las otras ", dijo a SEMANA Stephen Zunes, el editor de Oriente Medio para Foreign Policy in Focus. "Civiles inocentes se han convertido en objetivo simplemente por su afiliación étnica o religiosa e incluso iraquíes que no apoyan las milicias sectarias y son partidarios de un Irak unido se han vuelto dependientes de esas milicias para una protección que ni el gobierno ni Estados Unidos son capaces de ofrecer". Todo el debate ocurre en momentos de gran expectativa por la publicación, la próxima semana, de las conclusiones del bipartidista Grupo de Estudio de Irak. Se anticipa que recomendará ajustes pragmáticos, entre ellos la vinculación de Irán y Siria, enemigos de Washington, en el esfuerzo para estabilizar el país. Sin embargo, el grupo todavía no llega a un consenso sobre el tema del eventual repliegue de los soldados, mientras el líder supremo iraní, Ayatollah Alí Khamenei, aprovechó la visita del Presidente iraquí para manifestarle que la salida de las tropas es la primera condición para el restablecimiento de la seguridad. Cuando se comprobó que el argumento de las armas de destrucción masiva era mentira, la intervención se justificó en que los iraquíes estarían mejor sin Saddam. Con la aceptación de que el conflicto es ya una guerra civil se acabaría con este argumento. No obstante, por contradictorio que parezca, la percepción de que es una guerra entre iraquíes podría favorecer la salida de las tropas y facilitarle el camino a la Casa Blanca. Pues aunque Bush sostenga que estas no saldrán hasta que el trabajo esté hecho, cada vez es más claro que la misión se antoja irrealizable.