SEMANA: ¿Qué la trae a Colombia?
CAYETANA ÁLVAREZ: Voy al país la primera semana de noviembre invitada por Camacol para participar en el Congreso Colombiano de la Construcción, y quiero decir que me hace una especial ilusión. Conozco Colombia, he estado allí varias veces, pero es la primera vez que voy a estar en Barranquilla y en un momento muy importante para el país y toda Hispanoamérica. Es un congreso sobre la construcción y yo más bien lo voy a enfocar en la construcción de Colombia.
SEMANA: ¿Cuál va a ser su mensaje?
C.A.: Creo y soy una ferviente defensora de que no hay nada más importante que la política, que es un oficio profundamente denostado, desprestigiado en estos momentos. Pero la política es la que realmente tiene la capacidad de construir o de destruir en un país. Y por eso es tan importante que la política se dedique a las mejores personas de una sociedad y con las mejores ideas para esa sociedad. La política, como decía, está en un momento de grave crisis en todo el mundo, un proceso de degradación muy profunda que ha provocado una crisis de representación en muchos países y a eso se une una situación particular en Colombia, que en algunos sentidos es muy parecido a lo que estamos viviendo en España.
SEMANA: ¿Por qué habla de degradación?
C.A.: No es un proceso exclusivo de Colombia, sino que, insisto, es un proceso parecido a lo que está sucediendo en España. Y es esto que yo llamo los burros de Troya de la democracia. Son figuras que se disfrazan de demócratas para entrar en las instituciones y empiezan a erosionarlas desde el interior. Es decir, son procesos de degradación de nuestras democracias, desde democracias plenas hasta democracias fallidas. Y ahí hay una serie de elementos que yo creo que tenemos que analizar. Está pasando en muchos de nuestros países y también, insisto, en España, que podrían, yo creo, ser útiles para la reflexión general.
SEMANA: ¿Cuáles son esos elementos?
C.A.: Si le parece, voy a enumerar algunos de ellos y podemos profundizar. Es decir, por ejemplo, cuando se otorga impunidad a los delincuentes, cuando se encabezan procesos que se llaman en nombre de la paz, se otorga impunidad a quienes cometen delitos contra la convivencia en nuestros países. Yo siempre digo que la impunidad no es paz, la impunidad es paz para hoy, si se quiere, y guerra para mañana. Es decir, la impunidad lo que trae son procesos de degradación democrática y de destrucción democrática. Y en España eso lo estamos sufriendo. Es decir, tenemos un Gobierno sostenido por partidos, por fuerzas políticas que participaron en un golpe de Estado, que fueron condenados y que habrán sido indultados, incluso amnistiados por el Gobierno, incluso por fuerzas que formaron parte de grupos terroristas y que no se arrepienten de sus asesinatos.
SEMANA: Suena un poco familiar a lo que sucede en Colombia.
C.A.: Yo creo que esa es una reflexión que en Colombia también es muy pertinente, cómo esos procesos que se llaman de paz acaban generando impunidad, y cómo la impunidad genera más degradación y más crimen al final.
SEMANA: ¿Cuál es el segundo elemento que ve en esos burros de Troya?
C.A.: El segundo son esos procesos también puestos en marcha por estas figuras, que es el proceso de ‘divide y vencerás’ en una sociedad. Líderes que como no pueden gobernar por adhesión, es decir, por sumas, porque ofrecen proyectos sugestivos de vida en común, gobiernan por odio y por división. Es decir, que rompen la nación, el demos, que es la base de la nación en colectivos, y los enfrentan, que van rompiendo la trama de afectos en una sociedad. Su fin es el poder absoluto y su medio es la polarización dentro de la sociedad. Levantan muros entre los ciudadanos y van socavando el suelo democrático que hace posible los consensos e incluso hasta la conversación entre los diferentes en una sociedad.
SEMANA: ¿Ve otro paralelo con Colombia?
C.A.: El tercer elemento que tienen estos procesos y que son muy parecidos, yo creo, en España y en Colombia, y en otros países de nuestro entorno, de nuestro mundo hispanoamericano, es la colonización y el asalto a las instituciones democráticas, sobre todo la Fiscalía, los tribunales constitucionales, el intento de ir colonizando y asaltando todas las instituciones que deberían ser independientes y neutrales para ponerlas al servicio del poder político o de una determinada causa. Eso es un elemento común de estos procesos.
SEMANA: ¿Y el cuarto elemento?
C.A.: El cuarto, derribar a los contrapoderes del Ejecutivo. Nuestro sistema democrático es un sistema basado en los contrapoderes. Unos contrapoderes se controlan a otros. Y estamos viendo cómo estas figuras o estos movimientos políticos intentan derribar a los contrapoderes del Ejecutivo. Es decir, permiten que haya algo llamado Parlamento, algo llamado medios de comunicación libres, algo llamado jueces, socavando, anulando, doblegando, presionando, de forma que se conviertan simplemente casi en una fachada de cartón-piedra.
SEMANA: ¿Hay un quinto?
C.A.: Sí. El quinto elemento es atacar a quienes generan la riqueza en una sociedad, y a quienes cumplen la ley, a la empresa privada, señalados como adversarios del pueblo y del progreso, cuando es exactamente lo contrario. No se puede combatir la pobreza destruyendo la riqueza en una sociedad. Al contrario, hay que contribuir a que se genere riqueza, dejando a las empresas invertir, prosperar, avanzar, tener seguridad jurídica.
SEMANA: Me imagino que no ha terminado.
C.A.: Solo me falta un último elemento de estos procesos que estamos viendo en nuestros países, que, como digo, son de degradación y de destrucción democrática, es que acaban invocando la regeneración de la democracia para socavar la democracia. Es decir, hay un elemento puramente orwelliano, de George Orwell. Se utilizan las palabras de forma perversa para fines que son contrarios a lo que teóricamente el sentido de esa palabra denota. Y eso lo estamos viendo en nuestros países. En el caso de Colombia, con esta reflexión acabo, se añade un problema muy particular de vuestro país, no es exclusivo colombiano, sino que está avanzando mucho en América Latina, que es la amenaza del narcotráfico, del crimen organizado.
SEMANA: ¿Cómo ve esa amenaza?
C.A.: El caso de México es probablemente el más impresionante de los últimos años. Colombia le había ganado la batalla al narcotráfico y el narcotráfico está volviendo de una manera muy poderosa a carcomer las instituciones. En el caso de México, hemos visto los estragos causados en los últimos seis años: 200.000 muertos en este país. El narco, un Estado carcomido por el narco, es un Estado que deja de ser un Estado democrático y acaba estando al servicio del crimen organizado y del cartel. Y eso genera estancamiento económico, crisis democrática, por supuesto, y acaba impactando de lleno en el tejido social y en la propia prosperidad más elemental de la gente. Con lo cual, el mensaje es que hay que invertir en democracia, hay que proteger la democracia y no hay inversión más segura ni más rentable que, como digo, invertir en nuestras instituciones democráticas.
SEMANA: Todos esos elementos describen perfectamente lo que vivimos en Colombia. ¿Cómo ve usted concretamente el Gobierno de Gustavo Petro?
C.A.: Bueno, yo lo he dicho hace mucho tiempo, es decir, lo he dicho con todas las letras: creo que Gustavo Petro entra en esa categoría de caballos de Troya o burros de Troya, como digo, de la democracia. ¿Por qué digo burros de Troya? No es para hacer una gracia, lo digo porque cabalgan a lomos de la ignorancia; es decir, intentan promover la ignorancia en la sociedad para que no sean conscientes de esos procesos de degradación democrática. Es decir, llegan a las instituciones vestidos de demócratas, ya no llegan con armas revolucionarias o vestidos de uniformes militares, sino vestidos a través de las instituciones, ganando elecciones. Pero una vez dentro de esa institucionalidad empiezan a socavarla desde el interior y a mí es algo que me preocupa muchísimo.
SEMANA: ¿Qué características de estos burros de Troya ve usted en el presidente Petro?
C.A.: En el caso de Gustavo Petro, ha utilizado prácticas muy típicas de los burros de Troya, es decir, el ‘divide y vencerás’, el impúdico culto al pueblo con espurio a fines democráticos. Es decir, tratar a los ciudadanos como si fueran menores de edad en lugar de como adultos, la victimización de estos últimos días que estamos viendo. ¿No? Cuando se le investiga como a cualquier ciudadano debe estar bajo la misma ley y ser tratado igual ante la ley, por más que sea presidente de la república, pero él es a envolverse en la bandera del victimismo y decir que esto es un ataque al Estado. Él no es el Estado, él es un representante del Estado, él es el presidente de la república, pero él también está sujeto y debe estar sometido a la ley como cualquier ciudadano común. Es decir, esa es la grandeza de la democracia, que a todos nos iguala, al más poderoso con el más vulnerable. Están todos exactamente iguales ante la ley y eso debe regir porque es un sistema democrático.
SEMANA: Usted se ha convertido en una de las voces más fuertes en contra de lo que está pasando en Venezuela. ¿Por qué asumir esa causa?
C.A.: Pues hay muchas reflexiones que hacer. A mí muchas veces me han preguntado, “pero ¿y a ti qué se te ha perdido en Venezuela? ¿Por qué tanto interés en Venezuela? ¿Por qué llevas tantos años hablando de Venezuela y levantando la voz por Venezuela? ¿Y qué se te perdió a ti?”, como decimos en España. Y siempre contesto que técnicamente nada. Es decir, yo soy española, pero medio argentina. Y a su vez, moralmente, todo. Considero que no existen fronteras morales y que la violación masiva de los derechos humanos en Venezuela me interpela a mí como si sucediera aquí en España. En este caso, además, es porque es un país hermano, forma parte de esta comunidad hispanoamericana. En mi época como periodista visité muchas veces Venezuela, he visto lo que sucede en el Helicoide, lo que sucede en Ramo Verde, las torturas, en fin. He visto la frontera de Cúcuta entre Colombia y Venezuela, a madres cargando a sus niños, llevando todo lo que tienen básicamente sobre los hombros, sus hijos y sus cuatro bienes, cruzando prácticamente descalzas la frontera, huyendo de la miseria y de la represión, intentando buscar una vida mejor. Es decir, una auténtica tragedia y una auténtica barbaridad.
SEMANA: ¿Qué se juega en este momento en el vecino país?
C.A.: Están en juego elementos que le conciernen profundamente a cualquier demócrata. Es decir, está en juego, por ejemplo, si la verdad rige en la vida pública. Todo el mundo sabe que Edmundo González ganó esas elecciones. No porque lo diga la oposición, sino porque hay actas y, en un acto absolutamente heroico y épico, las fuerzas democráticas fueron capaces de recoger esas actas. Ahora bien, pocos países acaban reconociendo que esa victoria es así, que Edmundo González es el presidente electo. Y no lo dicen por cálculo, no lo dicen por cobardía y no lo dicen por apaciguamiento. Y el apaciguamiento ha demostrado en el siglo XX que trae calamidades y lo está demostrando en el siglo XXI. No han funcionado jamás los procesos de apaciguamiento, en el caso concretamente venezolano. Ha habido procesos de diálogo que no han servido para nada, simplemente han envalentonado a la dictadura. Es decir, está en juego nada menos que si la verdad rige en la conversación pública.
SEMANA: ¿Cuál es la verdad que se necesita?
C.A.: Pondré un ejemplo. Hace algunas semanas se reunieron todos los ministros de exteriores de la Unión Europea para tratar el asunto de Venezuela. Una reunión larga, y, cuando acabó, salieron y dijeron que la conclusión es que Nicolás Maduro no ha ganado las elecciones. Ahora bien, tampoco las ha ganado Edmundo González. Y uno se pregunta, ¿pero entonces quién las ha ganado? Es decir, esta es la distorsión absoluta de los hechos y de la verdad. Es la destrucción de la verdad y sin verdad no puede haber conversación pública, ni puede haber democracia. La democracia se basa sobre el hecho de que existen verdades objetivas que nos permiten discrepar, disentir o pactar. Y lo otro que está en juego en esta tesitura es la sagrada voluntad de las urnas. Si la voluntad de los venezolanos no es reconocida y, por tanto, plasmada en hechos reales, que es el fin de la dictadura, eso sentará un precedente diabólico para cualquiera de nuestros países. Es decir, la violencia se habrá impuesto a la voluntad popular, y eso no lo puede aceptar ningún demócrata del mundo.
SEMANA: ¿Cómo ve usted el papel que ha desempeñado España en el cuestionado asilo a Edmundo González, que reclama Maduro como una gestión suya?
C.A.: El Gobierno español, en vez de colaborar para expulsar a Nicolás Maduro, dictador y persona que ha robado las elecciones del país, colaboró para expulsar a Edmundo González de Venezuela. Es decir, en la embajada española tuvo lugar una operación de coacción y de chantaje al presidente electo de una nación, como denunció él mismo. Y eso es inaceptable desde todo punto de vista. En la embajada española entraron dos criminales perseguidos y sancionados, Delcy Rodríguez y su hermano Jorge Rodríguez. Y eso, insisto, era el objetivo número uno de Nicolás Maduro desde su cúpula criminal: echar a Edmundo González del país y lo consiguieron. Y nosotros tenemos que trabajar exactamente para lo contrario: para expulsar a Nicolás Maduro, que es un usurpador, y para devolver a Edmundo González al país. Y, por tanto, el Gobierno español ha abandonado a los demócratas venezolanos.
SEMANA: ¿Cómo ve el rol de Pedro Sánchez en este entramado?
C.A.: Hace muchos años era un defensor de la causa democrática. Yo lo viví, lo conocí hace muchos años, hace como diez años, cuando empecé a ocuparme de esto. Y él sí defendía la causa democrática, pero ha variado completamente en un giro de 180 grados. Por esos intereses comerciales españoles, eso es una posibilidad, pero yo creo que hay algo peor. Creo que hay intereses políticos, partidistas y personales. Hay una figura clave que es la de José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno de España, que he descrito muchas veces como testaferro, como mínimo moral, de Nicolás Maduro. Es una persona que ha traficado con el sufrimiento de los presos políticos en Venezuela. Ahora está la figura del propio Pedro Sánchez y de su entorno y de su Gobierno. Se ha descubierto en las últimas fechas que el famoso viaje que hizo Delcy Rodríguez a España, que era un viaje prohibido por las sanciones europeas y que se produjo, se hizo con conocimiento de causa del presidente del Gobierno. Él sabía que Delcy Rodríguez iba a venir, dio su visto bueno, están los WhatsApp que han sido publicados, donde su número dos le dice “va a venir Delcy Rodríguez la semana que viene”, etcétera. Y él dice “bien”. Él era consciente, él lo sabía y él mintió sobre ese asunto. Y gente de ese entorno que está siendo investigada, aparentemente estaba también negociando con el saqueo de oro de Venezuela. Es decir, lingotes de oro estaban siendo traficados a través de interlocutores españoles. Lo que hay detrás es tremendamente sórdido y por eso hay esa vertiente que evita que se caiga Nicolás Maduro. Mucho me temo que en el Gobierno de España estén pensando que no pueda caer Maduro.
SEMANA: Hay una izquierda en el mundo que sí se ha apartado de Nicolás Maduro.
C.A.: Claro. No solamente por cuestiones ideológicas; es decir, el tema de la ideología como justificación de estas alianzas es muy discutible. Yo tengo que destacar las declaraciones que hizo el presidente Boric, diciendo: “Maduro es un dictador, un feroz dictador”, y tiene que haber una izquierda en América Latina que lo diga claramente y que defienda los derechos humanos, sea quien sea quien los mancille. Es decir, el presidente Boric dijo que tiene que haber una izquierda democrática.
SEMANA: ¿Y el presidente Petro, cómo lo ve ahí?
C.A.: Gustavo Petro ha sido un aliado, cuando no un cómplice, de Maduro. Me temo que Gustavo Petro no pertenece a esa escuela o a esa familia de una izquierda democrática dispuesta a denunciar las violaciones a los derechos humanos cuando se producen, y nada menos que en un país vecino. O sea, Colombia tiene, no sé, ustedes sabrán mejor la cifra, por lo menos más de 2 millones de exiliados venezolanos en su país. Es decir, el interés máximo de Colombia es que Venezuela sea una democracia. No va a haber paz en Colombia si no hay libertad en Venezuela. Eso es absolutamente y enfáticamente cierto. No va a haber paz nunca en Colombia si en Venezuela no hay libertad. Y, por tanto, lo que está haciendo Gustavo Petro, de alguna manera, amparar y proteger a Maduro, es también amparar y proteger las violaciones de derechos humanos. Y a su vez, también socavar la propia democracia colombiana, debilitar a Colombia y a sus propias, no solamente instituciones, sino a su progreso, su bienestar y a su propia convivencia dentro del país.
SEMANA: Cómo mujer, ¿cómo ve este rol de María Corina Machado?
C.A.: No es fácil. Coincido mucho con ella. Ella nunca ha hecho de su condición de mujer un arma política. Nunca ha utilizado su condición de mujer para hacer política. Ella es no solamente la mujer más valiente que conozco, es el político más valiente que conozco. Es decir, es una auténtica heroína. Se ha convertido ella en un referente indiscutible y dije, en un debate en el Parlamento, que si el movimiento feminista internacional fuera menos sectario, por decirlo de una manera, tendría que levantarle un monumento. Pocas personas como ella han hecho más por demostrar la infinita fortaleza de las mujeres y su capacidad para superar las más difíciles circunstancias, y la de ella son todas para defender la máxima causa y la más noble de todas ellas, que es la libertad. Ella es realmente la heroína de nuestro tiempo y no solamente, insisto, la heroína, es el héroe también de nuestro tiempo.
SEMANA: La hemos escuchado decir muchas veces que esta es una oportunidad única de sacar a Maduro del poder. Y quisiera preguntarle, para finalizar, ¿de dónde saca usted ese optimismo frente a una realidad tan tozuda?
C.A.: Yo no digo que sea fácil. De hecho, tengo dos reflexiones sobre la cuestión venezolana. La primera es muy difícil y ardua: ¿qué estamos dispuestos a sacrificar los seres humanos hoy en día para acabar con la dictadura? Es decir, la vida vale mucho más hoy de lo que valía en otras épocas. Y eso es muy bueno, el valor de la vida es mayor. Y eso evita guerras innecesarias, por ejemplo. Pero también hace más difícil que la gente esté dispuesta a sacrificar su vida para intentar obtener la libertad, por decirlo gráficamente. Mucha gente no está dispuesta a ese sacrificio último por la libertad. Otros sí, María Corina Machado es un ejemplo heroico y extraordinario. Creo que los venezolanos están demostrando que sí están dispuestos a ese sacrificio con actos de heroísmo verdaderamente increíbles.
SEMANA: ¿Y su reflexión final?
C.A.: Es más una segunda reflexión. Yo acuso, y lo acuso enfáticamente, a la comunidad internacional de condescendencia, de desidia y de complicidad con ese régimen. Es decir, aceptan para Venezuela lo que jamás tolerarían para sí mismos, y lo digo también de tantísimos europeos. En Europa nos gusta mucho dar lecciones al resto del mundo de la defensa de los derechos humanos que hay en Venezuela o por la falta de respeto al pluralismo político y, sin embargo, la acción nunca llega, con lo cual yo creo que hay que hacer un llamamiento muy duro, muy severo a la comunidad internacional, con nombres y apellidos, a los Gobiernos, a Estados Unidos, a la Unión Europea, a los demócratas del mundo, de que sean consecuentes. Y para llegar a los hechos eso es presión, presión y presión. Es decir, el gran enemigo de los demócratas venezolanos hoy es el cansancio y la resignación. El objetivo final de Maduro al expulsar a Edmundo González del país, al echarlo del país, fue quebrar las esperanzas de la oposición democrática y de las fuerzas democráticas, que tiraran la toalla definitivamente. Y estuvieron a punto de lograrlo. Causó un shock cuando sacaron a Edmundo González del país, pero la oposición, las fuerzas democráticas, las vencedoras de las elecciones, consiguieron rearmarse también moralmente, en buena medida gracias al liderazgo de María Corina Machado. Aquí en España reconocimos a Edmundo González como presidente electo en el Congreso de los Diputados. El Parlamento Europeo también lo ha reconocido. Y lo que tenemos que hacer ahora es elevar el coste a la dictadura, de forma que sea muchísimo más elevado el coste de quedarse que el coste de marcharse a esos líderes y a esa cúpula criminal. Tenemos que hacerles insoportable la supervivencia.