Al descender el sol sobre el horizonte caribeño, el prófugo político Iván Simonovis zarpó en lancha hacia una isla para un encuentro con la libertad. Tres semanas antes se había escapado de su arresto domiciliario en la capital venezolana, bajando en cuerda por una pared de 25 metros (75 pies) en medio de la noche, y con cizalla cortó el monitor electrónico que llevaba en el tobillo. Seguidamente estuvo pasando de un escondite a otro a fin de eludir a las fuerzas de seguridad leales al mandatario Nicolás Maduro. Lo había planeado todo minuciosamente, acorde con su reputación como el policía SWAT más famoso de Venezuela. Le puede interesar: Trece detenidos en Venezuela tras denuncia de plan para derrocar y asesinar a Maduro Pero en ese momento, con su ansiada libertad casi al alcance de la mano, la crisis por la que atraviesa Venezuela volvió a propinarle un golpe: El motor de la lancha de pesca se ahogó con agua y sedimentos, un problema común en el otrora próspero país cuyas refinerías han caído en el descuido. “Tú no piensas que en Venezuela puede fallar un motor por la gasolina... Es la ley de Murphy. Lo que tú menos piensas que va pasar, es lo que pasa”, dijo Simonovis a la AP el lunes, en sus primeros comentarios públicos desde que llegó a Washington tras una odisea de cinco semanas. El hecho de que Simonovis se pueda reír de su desventura es tanto reflejo de la incompetencia de sus carceleros como de su propia valentía. Hasta la fecha no hay una reacción oficial de su escape tras 15 años preso, posible indicio de que Maduro siente demasiada vergüenza del hecho de que no controla a sus propias fuerzas armadas, algunos de cuyos efectivos ayudaron a Simonovis a escapar. “Están en el gobierno de Maduro, en forma activa, pero de forma pasiva trabajan para el gobierno de Juan Guaidó”, declaró en referencia a líder opositor reconocido como el presidente legítimo de Venezuela por Estados Unidos y más de otras 50 naciones. En 2004, Simonovis, entonces jefe de seguridad ciudadana de Caracas, fue encarcelado por lo que, según él, fueron acusaciones falsas de ordenarle a la policía que disparara contra manifestantes progubernamentales que habían salido a las calles a defender a Hugo Chávez durante un breve golpe de Estado. Diecinueve personas murieron a raíz del tiroteo en un paso elevado en el centro de Caracas. El encarcelamiento de Simonovis en una celda de 2 x 2 metros (6 x 6 pies), tras un juicio plagado de irregularidades, se convirtió en una causa compartida para la oposición, que lo consideró un chivo expiatorio. La orden de arrestarlo fue firmada por el juez Maikel Moreno, quien como abogado había defendido a uno de los chavistas armados involucrado en el tiroteo de 2004, y quien hoy día es presidente del Tribunal Supremo. Le sugerimos: Trece detenidos en Venezuela tras denuncia de plan para derrocar y asesinar a Maduro Por otra parte, Simonovis se convirtió en un trofeo para Chávez, quien le acusó de crímenes contra la humanidad  (por los que nunca fue juzgado) y quien erigió en el lugar del tiroteo un monumento a los “caídos defendiendo la Constitución bolivariana”. Simonovis y los otros policías enjuiciados (cinco de los cuales siguen en la cárcel) fueron sentenciados a 30 años, el máximo permitido por la ley venezolana, acusados de ser cómplices de asesinato. Los fiscales fueron particularmente severos debido a los vínculos de Simonovis con las agencias policiales estadounidenses y su reputación de incorruptible. Se catapultó a la fama en 1998 cuando puso fin a una crisis de rehenes de siete horas, con un disparo de francotirador. Como jefe de seguridad, contrató al comisionado de policía de Nueva York William Bratton para que le ayudara a combatir el crimen en Caracas y la corrupción entre las filas policiales. En la década siguiente a su encarcelamiento, Simonovis y la oposición trataron por numerosas vías de conseguir su libertad: una huelga de hambre, una solicitud de un indulto presidencial e incluso una campaña legislativa para que pudiera contar con inmunidad parlamentaria. En 2014 se le concedió el arresto domiciliario para que pudiera recibir atención médica para 19 enfermedades crónicas, algunas agravadas por permanecer en una cárcel en la que sólo se le permitían 10 minutos diarios al aire libre. Tras el fallido alzamiento militar convocado por Guaidó el 30 de abril, Simonovis recibió una pista de que pronto sería devuelto a la cárcel. La cantidad de guardias alrededor de su casa incrementó de ocho a 12 luego que Maduro designó a un incondicional como director de la policía política SEBIN. El anterior director, el general Manuel Figuera, huyó del país durante el alzamiento. “Lo único que sabía es que no iba a regresar a la cárcel. Así que tome la decisión que tenía que salir de mi casa, y tenía que salir del país”, relató. La planificación del escape tardó semanas, y la meta final era clara: Estados Unidos. Leopoldo López (el preso político más prominente de Venezuela hasta que se fugó de su arresto domiciliario y llegó a la residencia del embajador español) usó sus contactos políticos para conseguir el apoyo estadounidense y de otros dos países al plan de escape. Una de las tareas era conseguir permiso para entrar a Estados Unidos debido a que el único documento de identidad de Simonovis había vencido hace una década. Desapareció de su vivienda la noche del 16 de mayo. En un bolso llevó una linterna, una navaja de bolsillo, una copia de su sentencia judicial y una biografía del astronauta Neil Armstrong. “El solo hecho que hay un gobierno buscándote hace que no duermas”, expresó. Al bajar hacia un callejón oscuro, calculó mal y chocó duro contra una pared adyacente. Pero recuperó el equilibrio y en 90 segundos estaba en uno de tres vehículos que lo llevarían a una casa abandonada. “Yo tomé eso como una operación que yo estaba haciendo cuando estaba en la policía y los segundos son la vida”, relató Simonovis, quien las noches antes del escape desatornilló una cerca de su casa y practicó su descenso en una escalera, atando nudos que no usaba desde la época en que estaba en entrenamiento en las fuerzas especiales. “La velocidad con que tú te mueves es la velocidad que va a garantizar el éxito de lo que tú estás haciendo. Entonces tienes que ser rápido y violento”. Lea también: ONG venezolana pide a Naciones Unidas hacer más ante la crisis humanitaria Una vez libre, Simonovis llamó a su esposa, Bony Pertnez, quien ignoraba los planes. Ella estaba visitando a los hijos en Alemania, lo que en los días subsiguientes suscitó conjeturas de que él se encontraba allí también, conjeturas que él deseaba fomentar. Mientras se encontraba escondido, primero en una vivienda y luego en una embajada extranjera (días en los que vio la película “Argo”, que relata un escape similar al suyo) le pidió a su esposa colocar fotos de la familia en las redes sociales a fin de despistar a los agentes y hacerles creer que ya estaba fuera del país. Guaidó, quien emitió un indulto usado por Simonovis como justificación de su escape, añadió a la intriga. “Celebro la liberación de Iván Simonovis del secuestro que tenía impuesto. Ha debido salir hace muchos años", dijo Guaidó el día del escape. En el tenso viaje hacia el lugar donde zarparía en lancha, tuvo que cruzar diversos puntos de control de la Guardia Nacional. Simonovis viajó en un Toyota destartalado, en medio de otros dos autos, en caso de que tuviera que salir corriendo. Al final llegaron a una zona aislada de la costa venezolana sin mayores percances. Entonces, lo que debió ser un rápido viaje en lancha se convirtió en un suplicio de 14 horas debido al motor estropeado. A fin de no causar problemas a las más de 30 personas que ayudaron en el escape, Simonovis se negó a identificar la isla hacia donde viajó o a decir exactamente cómo y cuándo llegó allí después de que le falló el motor. Hace pocos días uno de sus abogados fue arrestado tras hablar con periodistas frente a la vivienda de Simonovis y sigue detenido en la misma prisión en Caracas donde Simonovis y muchos otros activistas opositores siguen encarcelados. Al día siguiente, un avión fletado lo recogió. Al volar sobre las Bahamas hacia el espacio aéreo estadounidense, el piloto le entregó los controles a Simonovis, quien es piloto también. “Aterricé mi libertad... Venía en el avión y el capitán se enteró que yo era piloto y me dijo si quería volar con él y me cedieron el puesto de copiloto. Y en este caso no sólo estaba teniendo la libertad, sino que estaba teniendo el control de mi destino”, comentó. Ahora, mientras trata de rehacer su vida, quiere contraatacar y usar su conocimiento de las fuerzas policiales para ayudar a las autoridades estadounidenses que investigan la corrupción, el narcotráfico y los supuestos vínculos terroristas de funcionarios venezolanos. También está ayudando a Guaidó a elaborar un plan para mejorar la seguridad urbana en caso de que asuma el gobierno. En Washington, piensa reunirse con legisladores para pedirles más acciones contra Maduro. Recuerda el tiempo perdido con una mezcla de tristeza y agradecimiento por el simple hecho de estar libre. “Ser preso es como estar enfermo. Para cualquier cosa que necesitas dependes de alguien. Para comer, para vestirte, para medicina, para lo que sea necesitas alguien... una vez estaba pagando y la persona me estaba hablando de cuánto era, de cuánto me tenía que dar de vuelto y yo no comprendía, no porque no comprendía el inglés, sino porque estaba focalizado en ver todo lo que estaba sucediendo”. Puede interesarle: Producción de cocaína crece en el mundo y Colombia aporta el 70% “Estoy administrando demasiada libertad, pero se siente muy bien ser libre. Es la condición natural del hombre”, agregó. Entretanto, espera que su libertad inspire a otros venezolanos a perseverar y alzarse contra Maduro a pesar de los imponentes obstáculos. “Llega un momento cuando tú tienes que estar decidido a perderlo todo o ganarlo todo”, dijo Simonovis frente al Monumento a Washington. “Yo, o perdía todo y ganaba la libertad, o sencillamente me quedaba en ese mar de esperanza y hundiéndome cada día más”. *Texto exclusivo AP/Joshua Goodman