La electricidad y la calefacción están cortadas en Ucrania por los ataques rusos a las infraestructuras energéticas, cuyo impacto se agrava con los cortes de energía en pleno invierno, en Kiev y en otras partes del país.
Tras la última serie de ataques que afectaron principalmente a Kiev hace una semana, la capital ucraniana, que tenía más de 3 millones de habitantes antes de la guerra, volvió a enfrentarse a largos cortes de electricidad, calefacción y agua.
En Bajmut, por ejemplo, la guerra no acecha puntualmente, sino que golpea día y noche y siguen bloqueados cientos de niños ya que sus padres no quieren ni pueden huir.
Esta ciudad es uno de los puntos clave de la línea de frente en el este de Ucrania. La artillería rusa la bombardea constantemente, y los soldados ucranianos que combaten aquí la describen como “un infierno en la tierra”.
“Estos niños se han hecho ya adultos”, apunta Katherine Soldatova, voluntaria de una asociación que ha instalado un refugio en el sótano de una escuela.
“Están en una situación de inseguridad permanente. El mundo puede traicionarlos a cada instante, todo puede destruirse en un momento”, explica la psicóloga Alyona Lukianchuk, de la organización ucraniana SOS Children ‘s Village.
Quienes todavía viven en Limán, situada en el este del país, cerca del curso del río Donets, lo hacen en los sótanos de unos edificios destruidos. No hay apenas niños, y la mayoría de los vecinos que quedan son personas mayores.
Y es que muchas de las familias que huyeron “no tienen ningún motivo para volver”, dice Kostia Korovkin, padre de una niña de seis años, Nastia, escondida detrás de él. El hombre dice que no tienen adónde ir.
“Lo difícil es que sus padres también están estresados y concentrados en sobrevivir”, añade. Y ese estrés crónico “afecta la capacidad de concentración y los recursos cognitivos”, e incluso puede provocar trastornos graves a medio y largo plazo, destaca la psicóloga, que pese a todo no quiere hablar de una generación perdida.
En otra ciudad ucraniana, Irpin, centenares de personas hacen cola en la entrada de la biblioteca municipal, donde pueden estudiar o trabajar sin sufrir los recurrentes cortes de luz a causa de los bombardeos rusos.
Gracias a su generador eléctrico, esta biblioteca se convirtió prácticamente en un oasis para los habitantes de Irpin, que sufrió durante los primeros meses de la invasión rusa una ocupación brutal, parecida a la de la ciudad vecina de Bucha.
La ciudad ya no se encuentra actualmente en el epicentro de los combates, pero sí que sufre desde octubre cortes de luz, a causa de los bombardeos rusos contra las infraestructuras energéticas ucranianas.
Por su parte, el papa Francisco pidió el domingo de pascua “acallar las armas” en Ucrania, país golpeado por una “guerra insensata”, durante su tradicional mensaje de Navidad, y recordó de nuevo otras regiones donde los conflictos hacen estragos.
“Que el Señor nos disponga a realizar gestos concretos de solidaridad para ayudar a quienes están sufriendo, e ilumine las mentes de quienes tienen el poder de acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata”, señaló Francisco, ante 70.000 fieles congregados en la famosa plaza del Vaticano, algunos con banderas ucranianas.
Con la guerra de Ucrania y las amenazas más o menos explícitas de Vladimir Putin, la posibilidad de una guerra nuclear, o al menos de un ataque nuclear táctico, volvió al debate público como no lo hacía desde hace décadas.
Con información de AFP*