Bien dicen que para el amor no hay edad, distancia ni hasta género, cuando dos personas sienten que el vínculo que los une es más fuerte de lo que pueden manejar. Lo inusual suele ser cuando en medio del amor está la vocación religiosa que llega a tejer una encrucijada de, no siempre, una salida sencilla y pronta.

Más allá del temor al “qué dirán” un par de religiosos vio comprometida su entrega a la Iglesia católica cuando, después de un tiempo de continua convivencia, empezaron a notar que el cariño y la admiración traspasaba los límites entre dos personas que habían decidido dedicarle su vida a Dios y al servicio del prójimo.

Esa es la historia que marcó a Daniel Genovesi y Mercedes Tarragona, dos argentinos (sacerdote y monja) a quienes no solo la fe los puso a prueba, sino también la seguridad de querer o no seguir haciendo parte de la institución. A medida que pasaba el tiempo también crecía un amor que, inicialmente, no se distinguía o al que preferían no llamar por su nombre.

Como si de una novela se tratara, hubo un punto en el que ambos tomaron distancia cuando ella decidió que era momento de dejar a un lado los hábitos y emprender un camino en otra ciudad. Para él, la separación marcó un momento de inflexión que también lo llevó a tomar una decisión definitiva en su vida que hasta entonces creía establecida en la provincia de Santa Fe.

Una “mezcla” de sentimientos

“Lo que pasó fue que yo vivía en una cajita y estaba bien en esa cajita. Pero cuando lo conocí a Daniel, él me fue abriendo ventanas. Y había mucha luz afuera, mucha cosa linda afuera”, explicó Mercedes, según recogió de una conversación el diario La Nación de Argentina.

Al comienzo no había claridad para Daniel sobre lo que estaba empezando a sentir; simplemente cumplía con su trabajo, mientras notaba que el afecto estaba tomando un plano distinto al de una amistad.

“No estaba preparado para encontrarme con ella, y (...) me pasaron un montón de cosas. Yo había ingresado al seminario en cuarto año del secundario y nunca había estado de novio. Nunca me había enamorado. Y por eso es que no lo registré cuando me pasó”, reconoció por su parte el ahora exsacerdote.

Una vez Mercedes se había apartado como monja, continuaron algunos encuentros con el entonces miembro de la Iglesia, pero sobre labores relacionadas con la institución. Sin embargo, para ese tiempo Mechi ya vestía común y corriente y eso no fue un impedimento para que el amor tomara mayor fuerza, pues según cuenta él, la personalidad fue lo que le llevó a enamorarse.

El camino a una vida juntos

El sentimiento recíproco no dejó lugar a más dudas de que no era simpatía lo que había entre ambos y fue ahí cuando Daniel renunció al sacerdocio para empezar un solo camino con su amada. Con el tiempo, la mujer reconoció que parte de lo que la llevó a dejar su hábito fue inseguridades sobre su vocación; pero, principalmente, él.

“Tomamos la decisión de irnos a vivir a Buenos Aires, porque era un lugar que nos permitía estudiar y empezar en un contexto donde no fuéramos conocidos. Queríamos comenzar, lo mejor posible, una historia nueva. Y con esa historia nueva empezamos a estudiar y a trabajar”, amplió Daniel, según ese medio.

Las cosas ahora tienen un giro en el que el amor, Dios y sus dos hijas son el centro de la relación. Sus vidas las trasladaron a Uruguay donde a él le ofrecieron desempeñarse como obispo anglicano y a ella como misionera. Para octubre de 2018 dejaron su natal argentina, tras celebrar sus bodas de plata y, según cuentan, el sentimiento se mantiene intacto.