Gracias al liderazgo de Hugo Chávez, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, más conocida como Alba, ganó gran influencia en el ámbito geopolítico latinoamericano y se convirtió en una referencia importante de la izquierda. Chávez festejaba la nueva independencia de América Latina y se jactaba de los éxitos del socialismo del siglo XXI. El sol brillaba para el Alba, y buenos vientos soplaban para la organización. Pero por lo que parece, la felicidad fue flor de un día. El declive comenzó cuando Chávez murió en marzo de 2013 y el Alba perdió a su principal líder. Según dijo a SEMANA Harold Trinkunas, experto en América Latina del Brookings Institution, “el Alba carece de un líder con grandes ambiciones globales y en definitiva nadie parece estar capacitado para liderarlo”. Por otro lado, la caída de los precios del petróleo ha hecho que la organización pierda su principal fuente de ingreso. La economía venezolana está en ruinas y el actual presidente Nicolás Maduro no encuentra soluciones. Ahora, Caracas no está en capacidad de liderar el Alba ni mucho menos puede continuar con la política asistencialista con sus aliados. De esta manera, proyectos como la creación de un banco común para sus miembros están en veremos. La crisis desatada por la caída de los precios del petróleo ha puesto en evidencia la debilidad institucional del Alba. Según dijo al diario El País el analista argentino Pablo Stefanoni, “el problema fue que su fuerza y sus límites estaban asociados a la diplomacia petrolera venezolana. El Alba era una extensión de la energía política de Chávez, y de su petróleo, y no se pudo avanzar en su institucionalización real, ni en el aterrizaje de sus horizontes ideológicos”. Según dijo a SEMANA Cynthia Arnson, directora del programa latinoamericano del Wilson Center, “la ideología antiimperialista del Alba cada vez convoca menos en la región, y los líderes de la izquierda han adoptado políticas más pragmáticas que tienden a la inclusión social en el marco de la democracia representativa”. Esto puede corresponder a los casos de Ecuador y Bolivia, dos de los pesos pesados del bloque. Los presidentes de esos países, Rafael Correa y Evo Morales, le han bajado a su discurso antinorteamericano, no tienen con Maduro la misma empatía que tenían con Chávez, y se han integrado a otras alianzas regionales. Sin embargo, lo que terminó por poner en evidencia el ocaso del Alba fue el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, que se dio precisamente tres días después de que se conmemoraron los diez años de fundación del bloque. Trinkunas le dijo a esta revista que “la progresiva normalización de las relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana sin duda alguna va a complicar el rol del Alba en América Latina, pues si se sigue oponiendo a Estados Unidos como lo ha hecho en los últimos años puede quedar aislado ante la reacción positiva de varios países de la región que se mostraron favorables al acercamiento entre Barack Obama y Raúl Castro”. En su última cumbre, el Alba hizo alarde de sus logros y celebró la inclusión social, la reducción de la pobreza y el hecho de que miles de personas puedan acceder a servicios como la educación, la comida, la vivienda o la salud. Pero el bloque no parece estar preparado para los nuevos cambios políticos de la región y no tiene alternativas para una situación adversa como la caída de los precios del petróleo. No tiene un líder visible, cada vez pierde protagonismo entre otras organizaciones internacionales y da la sensación de estar estancado.