Nunca me falló la voz en 12 años y hoy estoy afónico”, dijo el 16 de agosto Leopoldo Castillo en su último programa Aló Ciudadano, del canal Globovisión, que surgió como contrapunto al Aló Presidente de Hugo Chávez. Esa noche, los presentadores del noticiero del canal se negaron a salir al aire, y por eso la cadena emitió en su lugar el noticiero colombiano de RCN. Otros tres programas de opinión y contenido político han sido cancelados y reemplazados por magazines de deportes, tecnología y uno que muestra la cara positiva de los sectores populares de Venezuela en las últimas dos semanas. Una docena de empleados ha salido del canal desde que cambió de manos en marzo, algunos renunciaron y otros fueron despedidos por los nuevos dueños, Juan Domingo Cordero, Gustavo Perdomo y Raúl Gorrín, empresarios del sector de seguros con mayor cercanía al gobierno actual que los fundadores de la cadena, que tenían una postura abiertamente crítica del chavismo. Aunque la nueva dirección dijo que buscaba un periodismo más equilibrado y que no haría mayores cambios, luego de que el presidente Nicolás Maduro se quejó públicamente de que él no veía ningún cambio en Globovisión, los periodistas de la cadena denunciaron medidas que apuntaban a controlar la información que pudiera perjudicar al gobierno, a pesar de que el rating bajó considerablemente. La Presidencia, recién elegido Maduro, convocó además a una reunión en Miraflores a los otros canales de televisión privados más vistos, para que se “alinearan”, aunque estas dos cadenas, dedicadas sobre todo al entretenimiento, cumplen un escaso papel informativo, a tal punto que los fines de semana ni siquiera emiten noticieros. Esta línea en ambos canales cambió para evitar que les cancelen la licencia, como le ocurrió a Radio Caracas Televisión en 2007. Algunas compañías cableoperadoras están siendo presionadas para que saquen de sus parrillas canales como Cablenoticias o Globaltv, uno zuliano que estaba en conversaciones para emitir uno de los programas que sacaron de Globovisión, y que transmite semanalmente al líder opositor, Henrique Capriles. El gobierno también está controlando y presionando más a los propios canales del Estado y a los privados, aunque sean chavistas. La cadena VTV sacó del aire a Alberto Nolia, un comentarista escandaloso, porque una noche decidió criticar el plan de seguridad del gobierno. A los pocos días, también recortó el tiempo de un programa de radio del politólogo chavista Nícmer Evans, por haber entrevistado a Nolia sobre su salida. Evans renunció a la radio, pero luego otros dos medios de carácter privado, decidieron, a su vez, quitarle su columna de opinión y un programa de televisión de análisis que conducía. Mientras tanto, Maduro anunció un canal nuevo para las Fuerzas Armadas, y otro que ya existe será dedicado a las comunas socialistas. Como la programación chavista tiene tan poco rating, también convocó a los actores y artistas a trabajar en una especie de fondo especial para producir telenovelas acordes con el proceso revolucionario. La prensa escrita no se escapa del cerco. Al director del diario El Nacional, Miguel Henrique Otero, de tendencia opositora, le embargaron sus cuentas bancarias en un pleito antiguo con un exsocio, y al diario lo multaron ahora por haber publicado una foto de la morgue de un sector de Caracas en 2010, por considerarla “ofensiva”, en vez de informativa. Hay mucha zozobra también porque el empresario y banquero Víctor Vargas compró el diario nacional de mayor circulación, Últimas Noticias, a pesar de que en Venezuela está prohibido que los bancos compren medios. El traspaso está previsto para octubre. El diario Sexto Poder también cerró y su exdirector, Leocenis García está preso y en huelga de hambre, mientras las autoridades lo investigan por supuestos delitos vinculados al narcotráfico. Aunque amplios sectores, tanto del oficialismo como de la oposición, critican las finanzas de García, varios diputados chavistas llevaron información a la Fiscalía sobre unas cuentas suyas en Suiza y de pagos a varias personas, entre ellos a sectores supuestamente vinculados a la extrema derecha colombiana. Luego se supo que García estaba negociando la compra de un canal. Los medios regionales también tienen cada vez más problemas. La mayoría de los gobernadores es chavista y como paga la mayor parte de la pauta publicitaria, ha ido doblegando a los periódicos locales. Pero no es la única manera como los aprietan. El gobierno controla el acceso a divisas para importar papel, y esta semana el diario El Sol del municipio de Maturín dijo que dejaba de circular porque no tenía en qué imprimir. Ante esta situación, internet se ha convertido en el refugio tanto de actores políticos, como de medios y ciudadanos. El líder de la oposición, Henrique Capriles, creó su programa televisivo por internet y siempre que puede recomienda a la gente abrir cuentas de Twitter y Facebook. El diario El Universal lanzó EUTV, donde presenta entrevistas y programas de opinión que no se encuentran en los canales nacionales, y poco a poco han ido aumentando los usuarios de portales de información que están captando nuevas audiencias. Es a través de internet y de algunas operadoras de cable que los venezolanos acceden a los medios internacionales. El problema, sin embargo, es que hasta Botsuana tiene mayor velocidad de conexión a internet que Venezuela, que ocupa el puesto 175, según el Net Index mundial, lo que dificulta, sobre todo, ver videos en línea.Si bien puede ser criticable que los medios venezolanos, tanto de tendencia opositora como oficialista, hayan perdido equilibrio y tomado partido, sacrificando la información en aras de intereses políticos en medio de un clima tan polarizado, el cierre de medios, de todo tipo de programas y una mayor censura y control a los contenidos que no cuestionen al gobierno no solo busca quitarles plataformas a los líderes opositores, sino que está dejando a los venezolanos en un peligroso vacío informativo.