Los intentos ucranianos por borrar la influencia rusa datan de antes de la invasión de 2022, pero los 18 meses de guerra reforzaron la campaña por eliminar los símbolos soviéticos y rusos de los espacios públicos, al tiempo que se busca fomentar la identidad ucraniana.
Junto a la campaña militar, los ucranianos libran una contraofensiva cultural para cambiar los nombres de las calles de la era soviética, desmantelar estatuas y sacar las obras de literatura rusa de las estanterías. Tales esfuerzos son especialmente visibles en Járkov, una región rusohablante y fronteriza en el noreste de Ucrania, que fue ocupada al inicio de la invasión.
Los muros marcados por bombardeos y las ventanas tapiadas del museo de arte de Járkov son testimonio de la brutalidad de la guerra. Tras la invasión, la palabra “ruso” fue suprimida del nombre de su departamento de “Arte Ucraniano y Ruso”, dice a AFP Maryna Filatova, funcionaria del museo.
El museo se apresuró a salvaguardar obras como la icónica Cosacos de zapórogos escribiendo una carta al Sultán (del pintor ruso de origen ucraniano Ilya Repin), de las fuerzas invasoras rusas.
Las obras de artistas considerados rusos fueron trasladadas a un sitio secreto. No está claro cuándo volverán a ser exhibidas, indica la directora del museo, Valentyna Myzgina.
Ciudad de luto
“La ciudad sufre, la ciudad está de luto”, comenta Filatova. “La gente no acepta el arte ruso, no es el momento adecuado”. El museo exhibe actualmente obras del artista local Viktor Kovtun que retratan “la realidad de la guerra” junto a instalaciones creadas con restos de las municiones rusas que han golpeado Járkov.
En los parques de la ciudad, estatuas de figuras rusas destacadas, como el escritor del siglo XIX Alexander Pushkin, fueron desmanteladas o vandalizadas. Obras de Fiódor Dostoyevski y Mijáil Lermontov serán suprimidas del programa escolar.
Para muchos ucranianos, esos gigantes de la literatura son símbolos de la retórica expansionista del país vecino. Muchos habitantes de Járkov, incluyendo aquellos que crecieron hablando ruso y tienen familia a ambos lados de la frontera, ahora solo hablan ucraniano, otrora despreciado por algunos como un lenguaje de campesinos.
Es el caso de Mykola Kolomiets, de 40 años y que dirige un estudio de arte para niños. Para él, hablar ruso le deja “un sabor desagradable” en la boca, como si “hubiera comido algo podrido”.
Punto sin retorno
Pero para el alcalde de Járkov, Igor Terejov, que se expresa en ruso y en ucraniano sin que nadie ponga en duda su patriotismo, imponer un boicot puede conllevar riegos. “Insistir para que la gente abandone el ruso no es la mejor forma de actuar”, según el alcalde.
“Cuanto más se insiste, más resistencia habrá”, advierte Terejov, quien habla con AFP en ucraniano, pero se dirige a su personal en ruso. El proceso para eliminar la influencia rusa comenzó en parte tras el colapso de la Unión Soviética en 1991 y creció con la anexión rusa de Crimea en 2014.
“La desrrusificación viene de hace mucho tiempo, pero este es un punto sin retorno”, afirma Rostyslav Melnykiv, jefe del departamento de Literatura Ucraniana en una universidad de Járkov que fue devastada el año pasado por un ataque ruso.
Oleksandr Savchuk, un editor de 39 años, asegura que la invasión despertó un interés sin precedentes en las figuras culturales ucranianas, en especial las que estaban prohibidas en la era soviética.
Su editorial, que perdió muchos ejemplares en un incendio tras un ataque ruso, ha casi duplicado las ventas de libros en ucraniano. “No queremos que la gente simplemente cambie de idioma”, dice. “Queremos que se sientan más ucranianos”.
*Con información de AFP.