Gabriel Boric fue siempre una figura salida de los moldes en Chile. Se hizo famoso en los movimientos estudiantiles, luego ascendió hasta llegar a ser diputado y tomó más relevancia durante el estallido social de 2019. Llegó a la segunda vuelta y ganó con suficiente diferencia para creer que el país estaba al frente de un líder esperanzador hacia el futuro. Pero, hasta ahora, todo le ha salido mal al mandatario.

Dos años se cumplieron en Chile desde el histórico plebiscito que aprobó la votación por una nueva constitución, momento cumbre para los políticos de izquierda, incluido el ahora presidente Boric. Pero ahora el panorama está más oscuro que nunca. Según la firma Cadem, su aprobación llega apenas al 26 por ciento y su desaprobación va hasta el 66 por ciento. Boric no ha tenido una luna de miel de aprobación, como había ocurrido con los anteriores mandatarios, y ha pasado por una total amargura.

A modo de comparación, el presidente chileno tiene la misma aprobación que la firma Ipsos le dio al presidente peruano, Pedro Castillo, actualmente sindicado por múltiples escándalos de corrupción. El gran problema del mandatario es que parece no estar sintonizado con la ciudadanía. Los temas con los cuales se hizo elegir para la presidencia –la constitución y el medioambiente– no son lo más importante para el pueblo chileno, según los sondeos.

Mientras tanto, la economía y el desarrollo social preocupan mucho más; por eso, los ministros de dichas carteras son los peor calificados. Varios expertos han dicho que la desconexión del Gobierno es por creerse con una superioridad moral por encima de los demás y querer gobernar desde las redes sociales en asuntos que realmente no preocupan tanto a la población.

“El déficit del Gobierno, que es también el de todo el sistema político, tiene más que ver con una visión superficial y poco densa sobre cómo operar sobre ese malestar”, dijo Juan Pablo Luna, analista cercano a Boric, en El País. De igual manera, desde que el pueblo chileno rechazó la propuesta de nueva constitución, la legitimidad de Boric ha estado en vilo. Pero la respuesta del mandatario fue quitar a algunos de sus ministros y nombrar a funcionarios más cercanos al socialismo y a la izquierda tradicional, en contraste con los de centroizquierda que había antes. Algo que también ha sido rechazado en masa.

Los factores internacionales también han golpeado a la economía chilena. La guerra en Ucrania, los altos costos y precios en el mundo llevaron a que el país tenga una inflación de 13,7 por ciento, la más alta en las últimas tres décadas. Todo parece un coctel de crisis para la nación y hasta ahora Boric no ha podido lidiar con los grandes problemas de su pueblo. Muestra de la difícil situación que viven los chilenos es el nivel de pobreza. Se estima que rondará el 10,5 por ciento para 2023, según el Banco Mundial.

En cambio, la pobreza alcanzaba al 7,5 por ciento en 2017, y se acercó al 8 por ciento en 2020, en medio de la pandemia. Para 2021, los números llegaron a 2,1 por ciento por las ayudas dadas por el Gobierno. Chile junto con Perú serían las dos naciones de la región donde más aumentaría la pobreza. Otra de las crisis que padece ahora mismo el Gobierno de Boric es el tema de seguridad, ya que el narcotráfico, la delincuencia y la violencia han ido en aumento durante los últimos meses. El mandatario llamó a la calma el jueves y aseguró que harán todo lo posible para mejorar la situación.

“Mayor seguridad es una de las primeras prioridades de la ciudadanía y, por lo tanto, es una de las principales prioridades de nuestro Gobierno”; pero también manifestó su preocupación porque la gente deje de cumplir con sus actividades normales por miedo a los peligros de las calles. La administración de Gabriel Boric desde hace mucho ha ido perdiendo la confianza de la gente y se acerca cada vez más a un punto irreversible de impopularidad. Esto, por haber dado múltiples pasos en falso, no responder a las demandas ciudadanas, los factores externos y, en general, un Gobierno que no ha sabido estar en línea con las altas expectativas que se tenían.