Ser la oposición también debe aprenderse. Las dos familias de la derecha francesa lo han comprobado, desde el 10 de mayo de 1981 después de 23 años de poder ininterrumpido.Durante este período, la coalición "giscardiana" compuesta por los partidos Republicano Independiente Radical y Demócrata Social, demostró carecer de un programa político definido, de una estructura apropiada y sobre todo, de un líder común. La derrota presidencial había resquebrajado evidentemente la unanimidad exhibida durante el septenio de Valéry Giscard d'Estaing.El partido gaullista, en cambio pareció asimilar mejor el golpe. De hecho, el "Rassemblement Pour la Republique" (RPR) había readaptado sus estructuras y su actividad desde 1976, cuando Jacques Chirac renunció, después de dos años de ejercicio, a su puesto de primer ministro.Los dos grupos no tardaron, sin embargo, en concertar sus actividades Ampliamente minoritarios en el parlamento, sus diputados se repartieron el trabajo legislativo y, sírviéndose de los mecanismos constitucionales decidieron frenar la discusión sobre las reformas anunciadas por el gobierno. Las 1438 enmiendas hechas a los cincuenta artículos que componían el proyecto sobre las nacionalizaciones siguen siendo el mejor ejemplo de la política de obstrucción practicada por la derecha.El método no es nuevo y la izquierda lo había utilizado en el pasado. La táctica consiste en multiplicar las enmiendas hasta forzar al gobierno a decretar la ley sirviéndose del artículo 493 de la Constitución que, por ser expeditivo, esquiva el debate parlamentario. La oposición no vacila, entonces, en presentar ese método --perfectamente constitucional-- como una "prueba" del "desprecio" del gobierno por los representantes del pueblo.Frente a la opinión, los partidos de la oposición denunciaron, en un principio, los "peligros" que corría Francia: participación del Partida Comunista en el gobierno, extensión del poder estatal a través de la nacionalización del credito y de cinco grupos industriales "estratégicos" y regresión económica ilustrada por el déficit de la balanza comercial y por las dos devaluaciones decididas por los socialistas.La oposición insistió, más tarde, en la "intolerancia", la "incoherencia", la "incapacidad" del gobierno para "explicar su política" y, después de los atentados terroristas que sacudieron a París hace algunos meses, en su imposibilidad de "garantizar la seguridad" a los franceses.Basado en estos análisis, el jefe gaullista Jacques Chirac puso en entredicho la "legitimidad" del presidente Mitterrand mientras que Claude Labbe, presidente del mismo grupo en la asamblea nacional, pedía su dimisión Otros miembro de la oposición prefirieron "desconocer la función presidencial", denominándolo simplemente "jefe de la izquierda", o calificándolo --como lo hizo el exministro Poniatowski-- de "Super-Charlot".Sin embargo, algunos responsables centristas señalaban al mismo tiempo la necesidad de extraer las lecciones de la derrota de 1981 y de elaborar un proyecto político basado no solamente en la lista de errores del gobierno sino en una vasta reflexión sobre la "etapa post-socialista".Impulsada, en particular, por los equipos del ex presidente Giscard, esta tarea que actualmente moviliza buena parte de la familia centrista en torno a organismos y coloquios de estudio parece inspirarse en una certidumbre: el poder debe ser reconquistado por etapas.En este sentido, la elección de cuatro diputados --tres gaullistas y uno de la UDF-- en zonas en donde había sido anulado el resultado de junio de 1981, así como el resultado de las elecciones regionales, en las que la derecha obtuvo la presidencia de 59 "consejos regionales" contra solo 36 de la izquierda, son presentados como signos prometedores del cambio que, según los responsables de la oposición, se efectuará lenta pero seguramente en el país.Pero la derecha sabe que no basta esperar que el "fracaso del gobierno" madure para verlo caer. Los sondeos, muestran, en efecto, que la parte del electorado que había votado por Mitterrand y que hoy confiesa su decepción ante la gestión socialista, aún no ha golpeado a las puertas de la oposición. Conscientes de no haber podido canalizar hasta ahora el descontento de diversas capas socio-profesionales, las dos familias de la derecha se han propuesto conquistar el máximo de alcaldías durante las próximas elecciones municipales de marzo. Dentro de esta estrategia se inscribe el encuentro de Valéry Giscard d'Estaing y Jacques Chirac, 18 meses después del fracaso electoral, en un gran restaurante parisino.Futuros candidatos a la presidencia de la República, los dos lideres han decido olvidar, provisionalmente, sus discrepancias para mostrar la "unidad de la oposición", pensando movilizar así masivamente a su electorado y a los "decepcionados del 10 de mayo". De esta manera, las elecciones municipales se anuncian ya como el primer verdadero test nacional entre el gobierno socialista y su oposición.--José Hernández, Corresponsal de SEMANA en Europa El retorno de Giscard El ex presidente Valéry Giscard d'Estaing se ha reincorporado definitivamente a la vida política después de 15 meses de silencio y de "reflexión".Caluroso y expresivo --como queriendo desmentirla impresión de tecnócrata frío siempre pedagógico pero menos altivo Giscard había efectuado su primera aparición pública en la televisión el 16 de septiembre pasado, en el programa "Hora de Verdad" que duró ochenta minutos.Su estrategia es no hablar del pasado. "Es lo menos interesante" mantenerse alejado de las disputas pártidarias, ser "una voz que se manifiesta sobre todos los problemas de interés nacional, participar en la preparación de la etapa "post-socialista" y en la reconstrucción de la oposición que, según el ex presidente comprende actualmente tres familias Políticas: el RPR de Chirac, la coalición centrista UDF y "los decepcionados del socialismó". Partidario de las "fórmulas choque": Giscard lanzó un lema que los centristas han ilustrado en diversos carteles pegados por todo el país: "El socialismo no funciona Pero sólo los socialistas podían administrar la prueba".La lucha contra el socialismo no es, precisa el ex presidente, "ni la búsqueda de una revancna social ni el rechazo de la evolución." Francia, por su historia, su desarrollo económico y su posición mundial debe ser gobernada según criterios centristas estima Giscard. "El centro no es una filosofía sino una síntesis. No (implica) una oposición de facilidad sino la oposición a todas las simplificaciones y al maniqueismo". La oposición debe, pues rechazar el dogmatismo, comprender la complejidad de las sociedades modernas y admitir la modernidad. Mucho más ideólogo que Jacques Chirac, Giscard d'Estaing ha evocado la necesidad de establecer un nuevo tipo de poder. Este debería "preparar el repliegue histórico del Estado e integrar, en el pensamiento político, la perspectiva del futuro". El ex presidente no parece, en cambio, favorable a la elaboración de un programa común de la oposición "Los franceses desean saber a dónde van pero eso no significa que haya que elaborar un catálogo cifrado de propuestas": dijo--