El papa Francisco emitió este domingo 17 de abril su tradicional mensaje de Pascua de todos los años y que comenzó diciendo: “Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua! Jesús, el Crucificado, ha resucitado”.
En la plaza de San Pedro se congregaron cerca de 100.000 creyentes, después de dos años en los que esto no se pudiera hacer de manera presencial debido a las restricciones por la pandemia del virus de la covid-19.
“También, nuestras miradas son incrédulas en esta Pascua de guerra. Hemos visto demasiada sangre, demasiada violencia. También nuestros corazones se llenaron de miedo y angustia, mientras tantos de nuestros hermanos y hermanas tuvieron que esconderse para defenderse de las bombas”, dijo.
“Nos cuesta creer que Jesús verdaderamente haya resucitado, que verdaderamente haya vencido a la muerte. ¿Será tal vez una ilusión, un fruto de nuestra imaginación? No, no es una ilusión”. “¡Cristo ha resucitado!”, afirmó.
“Hoy más que nunca tenemos necesidad de Él, al final de una cuaresma que parece no querer terminar. Parecía que había llegado el momento de salir juntos del túnel, tomados de la mano, reuniendo fuerzas y recursos. Y en cambio, estamos demostrando que tenemos todavía en nosotros el espíritu de Caín, que mira a Abel no como a un hermano, sino como a un rival, y piensa en cómo eliminarlo”, agregó.
“Las heridas en el cuerpo de Jesús resucitado son el signo de la lucha que él combatió y venció por nosotros con las armas del amor, para que nosotros pudiéramos tener paz, estar en paz, vivir en paz. Mirando sus llagas gloriosas, nuestros ojos incrédulos se abren, nuestros corazones endurecidos se liberan y dejan entrar el anuncio pascual: ¡La paz esté con ustedes!”, puntualizó.
Respecto al conflicto que se vive en Oriente Medio, que está “lacerado desde hace años por divisiones y conflictos”, pidió la paz. Lo mismo hizo para Libia y Yemen, Birmania y Afganistán.
“Paz para todo el continente africano, especialmente en la zona del Sahel, en Etiopía y en la República Democrática del Congo. Y que no falten la oración y la solidaridad para los habitantes de la parte oriental de Sudáfrica afectados por graves inundaciones”, dijo.
Sobre América, el pontífice pidió que “Cristo resucitado acompañe y asista a los pueblos de América Latina que, en estos difíciles tiempos de pandemia, han visto empeorar, en algunos casos, sus condiciones sociales, agravadas también por casos de criminalidad, violencia, corrupción y narcotráfico”. También recordó a Canadá, pidiendo al Señor Resucitado que “acompañe el camino de reconciliación que está siguiendo la Iglesia católica canadiense con los pueblos indígenas”.
Finalmente, recordó que “toda guerra trae consigo consecuencias que afectan a la humanidad entera: desde los lutos y el drama de los refugiados, hasta la crisis económica y alimentaria de la que ya se están viendo señales”.
Sin embargo, subrayó el papa, ante los signos persistentes de la guerra: “Cristo, vencedor del pecado, del miedo y de la muerte”, nos exhorta a no rendirnos frente al mal y la violencia”.