Bill Gates, el presidente de Microsoft, ha sido por años el amo y señor del software, ha manejado a su antojo el mercado y es dueño de la fortuna más grande del mundo. Pero las cosas no lo favorecen mucho últimamente. No sólo grandes multinacionales, sino también algunos gobiernos, se están cambiando a Linux, un programa creado y desarrollado por una comunidad de jóvenes universitarios que puede adquirirse prácticamente gratis en Internet y que tiene en apuros al gigante de los programas de computador. Aunque Brasil, Japón, China y Corea del Sur son los primeros países en desafiar la hegemonía de Microsoft, sin duda no serán los únicos ni los últimos. De hecho, cada vez son más las ONG que se oponen a que la información esté en manos de unos pocos. Incluso organismos como la Unión Europea y las Naciones Unidas están jugándose sus cartas en la sociedad de la información. Esta semana se conoció que el gobierno de Brasil se encuentra preparando una política que ataca directamente a Microsoft. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores, quiere que para el próximo año la mayoría de los computadores que compren los organismos del Estado utilicen software libre del tipo Linux. Con esta decisión el gobierno brasileño busca ahorrar cientos de millones de dólares pues, a diferencia del software propietario como el de Microsoft, por el que los gobiernos pagan para poder utilizarlo, los programas como Linux pueden conseguirse prácticamente gratis. Sin embargo no se trata solamente de un problema económico. También es una cuestión política. Para Lula da Silva la tecnología y la información deben estar al alcance de toda la población. Es un problema de igualdad.Pero el brasileño no es el único ni el primer gobierno que se inclina por el uso del software libre y desafía el poderío de Microsoft. A principios de septiembre el gobierno japonés les propuso en una cumbre económica a China y a Corea del Sur, otros dos gigantes de Asia, desarrollar su propio sistema de código de fuente libre. A diferencia de la de Lula, la iniciativa japonesa no busca igualdad en el acceso a las nuevas tecnologías y a la información sino mayor seguridad. Después del ataque del virus informático Blaster el mes pasado se hizo evidente que depender de Microsoft era un riesgo demasiado alto, sobre todo si se tiene en cuenta que cada vez son más los virus que atacan en la red a miles de computadores aprovechando los defectos de Windows. No resulta extraño, entonces, que los países asiáticos duden de la seguridad de Microsoft y quieran desarrollar sus propios programas, más baratos y más confiables.Pero la oposición al software de Bill Gates no acaba ahí. En junio la Unión Europea le dio a Microsoft la última oportunidad de defenderse contra los cargos de monopolio. Según el organismo internacional la posición exageradamente dominante de la empresa la ha llevado a seguir cometiendo abusos en el Viejo Continente. El emporio tendrá que responder por estas acusaciones a finales de septiembre. ¿Pero por qué de un momento a otro los gobiernos empezaron a cuestionar la hegemonía de Windows? Para Germán Rey, gurú en el tema de los medios y las comunicaciones en Colombia, "lo que se pone de relieve con estas decisiones es la defensa de la independencia de los países frente a las grandes compañías". Por su parte Carlos Santanilla, presidente de la Federación Colombiana de la Industria del Software (Fedesoft), afirma que cada día los gobiernos dependen más de las nuevas tecnologías de la información. Por eso dice, "no es una buena estrategia restringirse hacia una sola tecnología porque eso sería aislarse".Por otro lado, para nadie es un secreto que en una sociedad cada vez más conectada y tecnificada el que tiene la información tiene el poder. Muchos consideran que en este momento el acceso a la información es básico para el desarrollo de los países y que debe defenderse como un derecho fundamental del ser humano. Según Rey, lo que está en el fondo del problema es ese derecho de las personas, que se ve obstaculizado por el dominio de unas cuantas compañías. "Es claro que no puede haber trabas para que la gente acceda a la información", afirma.Una tendencia clara en este aspecto es que cada vez son más las ONG que defienden el derecho a la comunicación y a la información. La Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC), por ejemplo, una de las más importantes a nivel mundial, declara en su página web que busca "un mundo en donde todas las personas tengan un acceso fácil, equitativo y accesible al potencial creativo de las tecnologías de información y comunicaciones para mejorar sus vidas y crear sociedades más igualitarias y democráticas".Aunque estos ideales parezcan utopías el tema del derecho a la comunicación es más serio de lo que aparenta. En diciembre se celebrará en Ginebra, Suiza, la primera Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, organizada por las Naciones Unidas y la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Para Kofi Annan, secretario general de la ONU, "esta reunión mundial brindará una oportunidad única a todos los actores cruciales para llegar a una visión común en lo que concierne a la forma de eliminar la brecha digital y crear una sociedad de la información".Probablemente nadie tenga muy claro cómo hacer que la información deje de estar en manos de unos pocos. Lo evidente, sin embargo, es que la tecnología y la información cada vez afectan más la vida de las personas y que el problema no sólo compete a técnicos y empresarios, sino a los gobiernos y los organismos internacionales. En un escenario ideal el acceso a la información dejará de ser una muralla que divide a los pueblos para pasar a ser un puente de entendimiento entre éstos.