Es común ver imágenes de políticos besando niños o cargándolos en sus brazos durante sus campañas electorales como un recurso para ganar popularidad entre los electores. Es tan antiguo este recurso que en los 50 la revista estadounidense LIFE publicó un reportaje que explicaba, con un tono sarcástico, la manera correcta en que un candidato debía alzar a un menor y les sugería a los políticos agarrarlo fuerte, juntar su rostro con el del pequeño e, inmediatamente, ubicar las cámaras para obtener el mejor ángulo. Sin embargo, últimamente han comenzado a aparecer otro tipo de imágenes de los niños en la política. En estas los menores aparecen portando los colores y las banderas de los partidos, le hacen propaganda a los candidatos y hasta repiten con fervor sus consignas. Para no ir más lejos, en las elecciones en Venezuela abundaron las imágenes de menores vitoreando al presidente Chávez, adorándolo como si fuera una estrella pop y vistiendo camisetas rojas, símbolo de la revolución bolivariana. Incluso, en los mítines se veían a los más pequeños disfrazados de Simón Bolívar, el ídolo de los chavistas. El video más reciente con un menor de edad involucrado en la política es el de Esteban, un venezolano de cuatro años que empezó a llorar cuando su padre le dio la noticia de que el presidente Hugo Chávez había ganado las elecciones y se negó a aceptar que el candidato opositor, su preferido, había perdido. Y aunque muchos cibernautas han visto el video con humor y otros como el símbolo de la desilusión de los más de seis millones de venezolanos que votaron por Henrique Carriles, la reacción pasional del menor hace preguntarse sobre la conveniencia de involucrar a los niños en las disputas electorales. Freddy Cabezas, docente de ciencias sociales, opina que los niños deben mantenerse al margen mientras se forman un criterio propio para elegir qué proyecto político apoyar. "Los niños y jóvenes se contagian de lo que escuchan en las discusiones de su casa, lo que les dicen en la escuela, lo que oyen de sus amigos y lo que ven en los medios de comunicación. No tienen argumentos sólidos para decidir quién debe ser el presidente de un país. Ni siquiera los adultos tienen una cultura política fundamentada, entonces cómo se le va a pedir eso a un niño", asegura. Cabezas aclara que mantenerlos al margen de las disputas electorales no implica aislarlos, excluirlos o cercenar su derecho a participar, simplemente hay que evitar utilizarlos e involucrarlos en la política militante. Como ejercicio democrático es importante que desde pequeños los menores conozcan sus derechos y sus responsabilidades dentro de su casa, en el aula y como ciudadanos, que se empoderen, pero no es sano que se les señale a un candidato como bueno o como malo. Eso solo contribuye a formar una sociedad polarizada. "Cuando un niño reacciona con tanta angustia como Esteban es porque ha aprendido de sus padres a temerle a Chávez. Estos sentimientos negativos no deberían transmitírsele a ningún menor y explican fenómenos tan complejos como las pasiones y los resentimientos que son heredados por las familias de generación en generación", explica Alejandra Jara, psicóloga clínica infantil. "Decirle a un niño a quién debe amar y a quién detestar, sea un candidato político, un equipo de fútbol o, incluso, una religión, equivale a adoctrinarlos. Hay que darles la oportunidad de decidir", agrega Jara. Bien lo dijo en su tira cómica Mafalda, el personaje que sin necesidad de cédula puso al mundo a pensar: "Ni mi papá ni mi maestra dormirían tranquilos si supieran que inculcan cosas que no sirven".