La reina fue una madre más bien distante con sus cuatro hijos, según lo ha dicho el propio príncipe Carlos, su primogénito.
En cambio, ha sido una dedicada abuela, de los príncipes William y Harry, especialmente, en tanto que con sus bisnietos es consentidora y se preocupa de tenerles regalitos cada vez que los ve.
Por eso, se dice que uno de los grandes pesares que le ha traído la renuncia de su nieto Harry y su esposa Meghan, duques de Sussex, a la monarquía es no poder disfrutar más de Archie y Lilibet, los hijos de ellos, ya que viven muy lejos, en California.
Sin embargo, eso se ha subsanado un poco por estos días en que los Sussex, luego de meses de titubeos, aceptaron la invitación de la monarca de participar en los actuales festejos de su Jubileo de Platino, a los cuales llegaron con sus niños.
Así, la reina no solo pudo volver a ver a Archie, sino que finalmente conoció a Lilibet, quien hace justamente un año vino al mundo como la única de los doce bisnietos de Isabel en haber nacido fuera de Reino Unido.
Fuentes le informaron al Daily Mail que así se ha cumplido uno de los grandes objetivos del regreso de Harry y Meghan a las islas, después de sus desavenencias con los Windsor, que han suscitado grandes titulares de prensa en los últimos dos años.
Lilibet es posiblemente más famosa que muchos de los primos que aún no conoce y que superan con creces su octavo lugar en la línea de sucesión al trono, como el futuro rey George, hijo mayor de su tío, el príncipe William.
Ello se debe a que cuando nació fue centro de una polémica al darse a conocer que sus padres eligieron llamarla Lilibet Diana. El segundo nombre, que evoca a su fallecida abuela, Diana de Gales, fue casi que una obviedad, pero la elección del primero dividió opiniones.
Lilibet es el apelativo por el cual es conocida la reina Isabel tanto en la familia real como entre sus parientes contemporáneos de las demás monarquías.
Así la llama, por ejemplo, el rey Juan Carlos de España, su primo lejano, cuyo hijo, el actual rey Felipe VI, creció viéndola simplemente como la “tía Lilibet”.
Sin embargo, con el paso de los años y con las muertes de la reina madre y de la princesa Margaret, única hermana de Isabel, llamar Lilibet a la reina se convirtió en un privilegio reservado solo para su esposo, el príncipe Felipe.
A raíz de su fallecimiento, el 9 de abril del año pasado, se creyó que el sobrenombre pasaba a ser solo una anécdota familiar.
Dos meses después de la muerte de su abuelo, no obstante, Harry rescataba el apelativo poniéndoselo a su bebé.
En ese momento, estaban aún frescas las noticias de las crudas acusaciones (racismo, por ejemplo) que él y Meghan le habían hecho a la familia real en su entrevista a Oprah Winfrey y cundió la indignación en Reino Unido.
Diarios como el Daily Mail, que siempre le han hecho muy mala prensa a los Sussex se encargaron de vender la idea de que aquello era un atrevimiento. Por días se discutió si le pidieron permiso a la reina para llamar así a la inocente bebé.
El caso es que Lilibet ya conoció a Lilibet, apodo que, pasada la frívola discusión, trae a cuento el recuerdo de la niña que algún día fue la monarca que más ha durado en el trono de Gran Bretaña, nacida en 1926.
El apodo de Lilibet data de los días en que ella era una bebé, la princesita Isabel de York, y tenía completamente “chocho” a su abuelo, el rey Jorge V, quien se derretía por su nieta mayor.
Eso era toda una rareza, pues él era un papá famosamente bravo. Tanto que sus hijos, los futuros reyes Eduardo VIII y Jorge VI (padre de la reina) y sus otros hermanos, le tenían miedo.
Pero con Isabel, se le suavizó el carácter, y no era raro encontrarlo en el piso, a él que era tan rígido, distrayéndola, buscando sus juguetes debajo de los muebles o haciendo todo lo que ella le pedía.
Se dice que en medio de esa especial relación, fue el abuelo Jorge quien empezó a llamarla Lilibet.
Otros son más partidarios de otra versión y es que fue ella misma quien se puso así de pequeña. Ante la dificultad de decir su nombre Elizabeth, pronunciaba Tilabet, que se convirtió en Lilibet.
Como quiera que sea, al escoger ese nombre para su hija, Harry encontró otra manera de perpetuar el recuerdo de su grandiosa abuela.