La reunión dejó de ser un secreto a voces. En los últimos años, Israel ya se había acercado a los países árabes del Golfo, normalizando su relación con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin en septiembre. Fueron señales de que habían bajado las tensiones con sus vecinos, pero aún quedaba un territorio clave: Arabia Saudita. Esta semana, los medios israelíes confirmaron la histórica reunión entre el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, quien gobierna de facto la monarquía del Golfo, y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. También habría participado Mike Pompeo, secretario de Estado norteamericano, clave en el apoyo de Donald Trump a Israel durante su mandato. Para muchos, el encuentro supone una estocada final a la causa palestina en la región, al igual que una fuerte declaración de intenciones contra Irán, enemigo común de Israel, Estados Unidos y los estados árabes del Golfo.
En agosto, Netanyahu declaró que Israel mantenía conversaciones secretas con múltiples Estados árabes. El anuncio sorprendió, ya que la posición tradicional de la Liga Árabe dicta no establecer vínculos con Israel hasta que no resuelva su conflicto con los palestinos. Y hasta esta semana la posición oficial de la monarquía saudita era la misma, poniendo como condición el final del conflicto palestino-israelí. Históricamente, esta postura le dio a Arabia Saudita el estatus de guardián de los lugares santos del islam en el mundo árabe.
A pesar de que el príncipe Faisal bin Farhan, ministro de Relaciones Exteriores saudita, niega que haya existido la reunión, todo apunta a que el encuentro, a estas alturas, era inevitable. La hostilidad contra Irán compartida por varios Estados árabes del Golfo permitió tender discretos puentes con Israel, con la participación de Estados Unidos, que veía progresivamente cómo su relación con Teherán también se deterioraba. Desde Riad afirman que no seguirán el camino de sus aliados estrechando lazos con Israel; pero que el Gobierno de Bahréin esté decidido a firmar en breve su acercamiento con Israel se debe, para los analistas de la región, a un visto bueno saudita. También es diciente que, en otra señal implícita de concordia, Arabia Saudita permita que los vuelos directos entre Emiratos Árabes Unidos e Israel atraviesen su espacio aéreo.
Así mismo, es clave la figura de Bin Salmán. Su ambicioso plan de apertura de Arabia Saudita a Occidente incluye etapas preliminares para unas eventuales relaciones con Israel, como reconocer a ciertas figuras judías, medios de comunicación e incluso series de televisión.
Estratégicamente, un acuerdo saudita con Israel es clave para Bin Salmán. Las monarquías petroleras del Golfo y el Estado de Israel son aliados firmes de Estados Unidos. Y además de su preocupación por la influencia en Oriente Próximo de Irán, también asoman importantes beneficios económicos. Arabia Saudita busca atraer a inversores extranjeros para financiar su pretencioso programa de diversificación económica, Vision 2030, año para el que ya debería haber normalizado sus relaciones con Israel. Parte del proyecto la constituye NEOM, la iniciativa de megaciudad de 500.000 millones de dólares en la costa oeste del país, y en donde habría tenido lugar la histórica reunión con Netanyahu. Algunos analistas afirman que los sauditas necesitan del saber hacer israelí en sectores como las manufacturas, la biotecnología y la ciberseguridad del proyecto. Como señala el rabino estadounidense Marc Schneier, de estrechas relaciones con Arabia Saudita y el Golfo, “los sauditas saben la importancia de Israel en la región”.
Arabia Saudita habría aceptado el costo de su decisión diplomática. Sus acercamientos con Netanyahu ponen en riesgo el proyecto Arab Peace Initiative, que desde 2002 exige a Israel retirarse de los territorios árabes ocupados en 1967, a cambio de la paz y el establecimiento de las relaciones diplomáticas. Cualquier movimiento más allá del pacto entre Israel y Emiratos Árabes Unidos podría ser criticado por los Gobiernos vecinos y visto por la población como un abandono a los palestinos.
En todo caso, el encuentro parece indicar que, como lo han catalogado los líderes palestinos, con la reunión secreta Bin Salmán les dio una “puñalada en la espalda”.