Sólo hasta el jueves 26 de abril retornó la calma a Santo Domingo y a las principales ciudades de la República Dominicana, sacudida desde el martes 24 por violentas manifestaciones populares de protesta contra las medidas económicas del gobierno socialdemócrata del Presidente Salvador Jorge Blanco. Más de 70 personas muertas, 200 heridas y 2.000 detenidas fue el doloroso saldo de esa jornada sin precedentes en ese país antillano de 5 millones y medio de habitantes.Sin embargo, las cinco centrales sindicales que promovieron el paro de 24 horas del martes -que se desbordó con incontenible fuerza durante dos dias más-, anunciaron que reiniciarían el movimiento de protesta si el gobierno no aceptaba las demandas de la población.Todo comenzó la semana anterior a los hechos cuando el gobierno llegó a un acuerdo definitivo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que supuso un aumento de casi el 200% de los artículos de primera necesidad, el establecimiento de nuevos impuestos, la reducción de los programas sociales, la no emisión de dinero, la eliminación de subsidios a los alimentos y el traspaso al mercado libre de divisas de casi todos los artículos de importación, excluyendo el petróleo y sus derivados. En República Dominicana el desempleo es de un 30%, hay más de un millón de analfabetos, el 75% de sus niños tienen algún grado de desnutrición y el salario mínimo no llega a los 6.000 pesos colombianos.Desde octubre del año pasado una misión del FMI estuvo tratando de renegociar la deuda externa vencida con la banca internacional, llegando en las últimas semanas a un acuerdo con el gobierno para entregarle un préstamo de 450 millones de dólares para aliviar la crisis económica. Desde antes, el gobierno había congelado los salarios del sector público y prohibido la importación de gran cantidad de artículos, medidas que provocaron grandes manifestaciones de protesta populares. Sin embargo, el FMI consideró en ese entonces que aún no se habían llenado sus requisitos y que la balanza de pagos dominicana debía llegar a obtener un superávit de 80 millones de dólares Las manifestaciones de protesta -reprimidas por el Ejército y la Policía- exigían un salario mínimo de 200 pesos mensuales (cerca de 75 dólares), reajustes de salarios y dejar sin efecto los aumentos de precios, peticiones que fueron respondidas por Jorge Blanco con el anuncio de que la represión se intensificaría. "Es lamentable -dijo el ex presidente Joaquín Balaguer, líder del opositor Partido Reformista- que en una hora como la que se vive actualmente en el país, sacudido de un extremo a otro por sucesos trágicos, la voz que se oíga desde el Palacio de Gobierno no se eleve para hacer un llamado a la concordia nacional sino para dividir aún más a la familia dominicana". Por su parte, el Frente de Izquierda Dominicana (FID) declaró que el discurso de Blanco "ha justificado y alentado la acción de exterminio físico que ha sido puesta en práctica por los cuerpos especiales de la Policia y las Fuerzas Armadas".¿Cuáles son las primeras lecciones a extraer del inusitado proceso de violencia de la semana pasada? Lo primero a constatar es que se trata de la primera gran explosión políticosocial generada por la llamada crisis de endeudamiento de los países latinoamericanos. Lo segundo es que los sucesos reseñados ubican de hecho a la República Dominicana como un nuevo componente en la bastante agitada región centroamericana y caribeña. En tercer lugar, hay que admitir que los hechos dominicanos, sucedidos bajo una administración socialdemócrata, podrán tener repercusiones negativas a más largo plazo sobre los partidos de dicha filiación en toda América Latina. Por otra parte, en un subcotinente en el cual sus tres más grandes países, como son México, Brasil y Argentina, tienen no sólo voluminosas deudas externas sino crecientes y similares presiones del FMI a las que causaron la explosión dominicana, no debería descartarse que lo registrado la semana pasada en el eslabon dominicano es una advertencia sobre lo que puede pasar en los demás eslabones de la cadena latinoamericana de no encontrarse soluciones diferentes y menos duras a la crisis de endeudamiento del subcontinente.