Más de 216.000 niños y niñas han sido víctimas desde 1950. Más de 3.000 sacerdotes pederastas. Un informe hecho con más de medio siglo de tardanza, un mea culpa profundo del santo padre y una conclusión aterradora: la Iglesia católica fue por años el epicentro de la más cruel, aterradora y silenciosa violencia sexual contra varias generaciones.
Los datos, como eran de esperarse, estremecieron a Francia, el país que lideró un estudio independiente para saber la magnitud de este dolor. Pero se anticipa que esa verdad contagiará con una fuerza huracanada a otros países del Viejo Continente.
Se sabía que al finalizar el documento, este levantaría un oscuro capítulo del pasado. Francia se lo encargó a un reputado jurista, quien había sido vicepresidente del Consejo de Estado: Jean-Marc Sauvé.
La decisión, según narra Le Monde, había sido tomada en noviembre de 2018, cuando se resolvió crear un organismo independiente para establecer qué había pasado, estudiar las reacciones de la jerarquía eclesiástica, evaluar las medidas tomadas en los últimos 20 años para acabar con este fenómeno y hacer propuestas para evitar que se repita.
La Ciase, el nombre que lleva la comisión, inició su trabajo por una serie de escándalos. Uno de ellos motivó la realización de una película, la premiada Grâce à Dieu (Gracias a Dios), de François Ozon. Se trata de la historia del sacerdote Bernard Preynat, quien dirigía un grupo de niños scouts. En 2016 se abrió un proceso judicial y el padre confesó que había abusado de al menos dos niños por semana durante años.
Se calculó que había más de 80 víctimas de sus actos, todas ya adultas de 40 o 50 años. Fue condenado a cinco años, pues los hechos ya habían prescrito en su mayoría. Su caída le costó la cabeza también al arzobispo de Lyon, el cardenal Philippe Barbarin, quien fue sentenciado a seis meses de prisión y tuvo que dimitir tras confirmarse que había ayudado a ocultar esos crímenes.
A pesar de que los hechos habían sucedido entre 1970 y 1990, Barbarin mantuvo a Preynat en el cargo hasta 2005. El mismo padre aseguró que su situación siempre fue conocida dentro del arzobispado. Las víctimas le enviaron una carta al papa pidiéndole explicaciones para entender por qué la Iglesia, sabiendo siempre lo que ocurría, no había hecho nada. Por cuenta de casos como este, Francia decidió abrir un estudio profundo e independiente.
El informe fruto de este proceso fue publicado esta semana. Consta de más de 2.000 páginas y se articula en tres ejes, según la agencia francesa de prensa: “arrojar luz” sobre el número de casos, “revelar el lado oscuro” para establecer un diagnóstico de los hechos y “disipar las tinieblas” para tratar a las actuales víctimas y evitar nuevas agresiones.
Se calcula que costó 3,8 millones de euros (4,4 millones de dólares). Ante semejantes revelaciones, el mismo papa Francisco se derrumbó. “Deseo expresar a las víctimas mi tristeza y mi dolor por los traumas sufridos y también mi vergüenza, nuestra vergüenza, por la incapacidad de la Iglesia durante mucho tiempo para ponerlos en el centro de sus preocupaciones”, dijo acongojado desde el Vaticano.
El papa ha sido una voz muy dura contra el abuso de los sacerdotes a todo nivel y eso le ha costado una guerra interna enorme. Además de rechazar en este tono la pederastia de los sacerdotes, en los palacios vaticanos se adelanta en este momento el mayor juicio contra la corrupción de los altos jerarcas católicos. Muchos dicen que la misión de su apostolado es limpiar la casa por dentro.
La Iglesia tuvo, además, una enorme complicidad con sus verdugos. Según le dijo el historiador Philippe Portier, miembro de la comisión de investigadores a Le Monde, “de estos 3.000, la Iglesia conocía por su nombre 1.800, presentes en los archivos”.
El experto explica que es claro que “este es un piso, por supuesto, un número mínimo. Nunca se debe confundir “criminalidad aparente” con “crimen real”. Sin embargo, se trata de un suelo muy sólido, cuyos elementos se confirman con certeza en los documentos que tenemos a nuestra disposición”.
El mismo informe habla que incluyendo al personal laico de la Iglesia, las víctimas podrían ascender a 330.000. El jurista Sauvé dejó claro que lo grave no eran solo los hechos, sino la manera como la Iglesia los había ocultado sin ningún pudor por años, permitiendo que los abusadores siguieran ostentando altos cargos y sin sufrir ninguna represalia.
Habló de la “cruel indiferencia” que existió con las víctimas y del “carácter sistémico” de los abusos. En Francia, el informe produjo también un terremoto político. El Gobierno de Emmanuel Macron tuvo que salir a enfrentar a la Iglesia luego de que esta intentara defender lo indefendible.
Ante los señalamientos a los altos jerarcas de encubrir esas prácticas, monseñor Éric de Moulins-Beaufort aseguró que para ellos la inviolabilidad de la confesión, uno de los siete sacramentos del catolicismo, era mucho más fuerte que cualquier otra cosa. “Espero que ese trabajo pueda continuar con lucidez y apaciguamiento. Nuestra sociedad lo necesita. Hay necesidad de verdad y reparación”, enfatizó el presidente Macron. “Nada hay más fuerte que las leyes de la República en nuestro país”, agregó el portavoz del Gobierno, Gabriel Attal.
El papa también ha sido crítico de usar el secreto de confesión para resguardar a los responsables de los abusos. En 2019, el Vaticano levantó en esos casos el secreto pontificio, pero el tema no fue tocado en esta oportunidad por el santo padre.
Desde que el informe salió a la luz, muchos de los adultos que contaron cómo fueron ultrajados de niños han salido a narrar a los medios sus historias. Eric Cathy contó el abuso que sufrió cuando tenía 14 años. Fue uno de los 243 testimonios recaudados en el informe. “Me destruyó la vida… pasé años de psicólogo en psicólogo. Hablar me ayudó. Pude hacer una cruz definitiva sobre lo que me había sucedido. Cuando me preguntaron si quería ser entrevistado, dije que sí, que sin duda. La gente necesita saber qué pasó y qué sigue pasando hoy en la Iglesia”, concluyó.