Su amigo fue golpeado brutalmente hasta perder el sentido y ella pasó varios días en coma. Este incidente, ocurrido un domingo por la noche en la llamada capital de las violaciones, fue de una crueldad tan extrema que logró sacudir a una población que parece haberse acostumbrado a convivir con la violencia contra las mujeres. Tal es así que muchos salieron a las calles el último fin de semana para protestar contra la falta de seguridad para las mujeres en las calles: este año se han registrado más de 630 violaciones. El maltrato y el abuso a las mujeres es un problema que afecta a Delhi y, en general, al norte de India. La mentalidad de una sociedad patriarcal, el desprecio por la ley, la insensibilidad de las fuerzas policiales y el aumento de una población de inmigrantes son algunas de las razones. Pero hay muchas otras. Así que si eres mujer, a menos que seas muy rica y privilegiada, es muy probable que aquí seas víctima de la humillación. Nada cambia Muchos creen que las violaciones se deben a la pornografía, a la influencia de las culturas extranjeras y a las mujeres que se visten de forma occidental y salen con amigos varones. Cada vez que se produce una violación los medios locales publican titulares llenos de indignación, se organizan vigilias y las autoridades y los políticos se deshacen en promesas. Pero nada cambia para las mujeres de Delhi. "Es como si hubiese una conspiración silenciosa para mantenernos asustadas", me dice una amiga. Otra, que trabaja en medios, me cuenta cómo es la vida cotidiana para su género. Es mucho peor para las que son menos privilegiadas que ella. Mi amiga recuerda cuando vivía en una habitación de alquiler en un lujoso barrio de Delhi y un cocinero borracho entró por la noche en su habitación e intentó atacarla. El hombre salió corriendo cuando se puso a gritar. "El dueño de la casa se acercó y me dijo que debía haber estado soñando, que era imposible que haya habido un ataque.... Me fui y me dijeron que habían echado al cocinero. Cuando lo quise constatar más tarde, descubrí que había vuelto y seguía trabajando allí". Amenazas Otra noche, recuerda, un hombre se le acercó y le hizo un comentario obsceno cuando regresaba a la casa tarde por la noche. Ella le dijo que se callase y siguió caminando. El hombre corrió tras ella, la detuvo y le dijo sin tapujos: "La próxima vez que me digas eso te quemaré la cara con ácido". Y luego desapareció. Mi amiga regresó a la casa llorando. Y tampoco ayuda mucho si la mujer está acompañada por un hombre. Un grupo de jóvenes en un barrio acomodado de Delhi detuvo al triciclo motorizado en el que viajaba una conocida mía junto a un amigo para intimidarlos. Apuntándolo con un arma le gritaron que estaba saliendo con una prostituta. Solo los dejaron ir después de que se disculparan y les entregaran sus pertenencias. Y cuando otra de mis amigas, que es periodista, viaja sola en estos triciclos, pretende que está hablando con alguien por el celular. Nunca se toma un taxi si cree que el conductor es demasiado amigable y siempre toma la precaución de enviar un texto a una de sus amigas con el número de registro del chofer del vehículo. El desprecio que Delhi siente por sus mujeres refleja de alguna manera a la ciudad misma, me explica un amigo un tanto cínico que vive aquí desde hace mucho tiempo. No hay que olvidar, dice, que esta ciudad está formada por inmigrantes sin raíces, ricos y pobres que viven separados -los ricos en sus condominios protegidos por rejas de seguridad- y una enorme cantidad de barrios marginados. Y la situación se ve agravada por una fuerza policial inefectiva y un sistema judicial ineficiente.