Una conversación al aire hace un año entre Andrew Cuomo y su hermano Chris, presentador de la cadena de televisión CNN, hoy le debe doler al gobernador de Nueva York como sal en una herida. “Déjame preguntarte algo”, dijo con camaradería el menor de los Cuomo desde el sótano de su casa, donde se recuperaba de covid, “con toda la adulación que estás recibiendo por hacer bien tu trabajo, ¿haz considerando lanzarte como candidato presidencial?”. El gobernador, cuyo estado era en ese momento el epicentro de covid en Estados Unidos (con más de 12.000 nuevos contagios diarios) y quien estaba enfrascado en una pelea con el presidente Donald Trump, respondió como lo haría cualquier político serio: “No”. Eso no impidió que su nombre sonara cada vez con mayor fuerza como candidato a la nominación demócrata para las elecciones de 2024, a tal punto que algunos se lamentaron de que el candidato en las elecciones pasadas fuera Joe Bien y no él.
Por esos días Cuomo se enfrentaba con cifras y ciencia al mandatario republicano, cuyo manejo del coronavirus resultó ser fatal. Al gobernador se le llamó “el adulto responsable” por confinar a los residentes del estado cuando Trump favorecía la salud de la economía por encima de las vidas humanas.
También se le aplaudió por exigir al Gobierno federal más apoyo médico y por sus ruedas de prensa diarias tan eficientes; no solo lograron contener la propagación del virus, sino que le merecieron un premio Emmy, por convertir su estilo de neoyorquino duro en un ejemplo de ordenada supervivencia. No obstante, Cuomo pasó de héroe a villano en una semana. Tres mujeres lo acusan de acoso sexual y se le señala de reportar por debajo de lo real la cifra de muertes por covid en los hogares para personas mayores. Está tan de capa caída que su hermano Chris, el periodista, dijo que por motivos éticos no lo entrevistará más. Y ya no se habla de una posible candidatura presidencial, pues con un desplome de su popularidad del 71 al 38 por ciento, lo más probable es que ni siquiera sea reelegido por cuarta vez como gobernador el año entrante.
La primera en acusarlo de acoso sexual fue Lindsey Boylan, una mujer casada que trabajó como asesora del gobernador y que tiene aspiraciones políticas: quiere ser elegida presidenta del distrito de Manhattan. Según su relato, Cuomo la incomodó varias veces con sus piropos y una vez la besó en la boca sin su consentimiento. “Cuando me puse de pie para salir de su oficina, se paró frente a mí y me besó en los labios. Yo estaba en shock y seguí caminado”, así relata el incidente que en teoría sucedió en la oficina del mandatario local en Manhattan, y asegura que el ambiente laboral en la gobernación es permisivo. “El gobernador Andrew Cuomo creó una cultura en su administración en la que el acoso sexual es tan dominante que no solo no es rechazado, sino que es requerido”.
El gobernador es soltero, tiene 63 años, estuvo casado durante 15 años con Kerry Kennedy, hija de Ethel y Robert Kennedy, el asesinado fiscal general de los Estados Unidos y hermano del expresidente John F. Kennedy. La unión de las dos dinastías políticas dejó tres hijas, hoy adultas. El padre del político neoyorquino fue Mario Cuomo, quien durante 12 años gobernó Nueva York. Después del divorcio tuvo una relación de 14 años con la chef Sandra Lee, de quien se separó en 2019. La revista People lo nombró en 2020 uno de los hombres más atractivos del planeta y entre los solteros más cotizados de Nueva York, lo cual no justificaría el acoso sexual, si es que resulta ser cierto.
Sus ruedas de prensa diarias en medio de la pandemia dieron pie al chiste de que uno de los efectos de la covid era enamorarse del gobernador y declararse perdidamente ‘cuomo-sexual’. Esos comentarios perdieron gracia cuando se hizo la segunda acusación de acoso sexual. La presunta víctima sería Charlotte Bennett, una mujer de 25 años que señaló al gobernador de incomodarla al preguntarle –estando solos en su oficina– si alguna vez había tenido relaciones sexuales con un hombre mayor e indagando sobre su vida íntima. La tercera denuncia llegó por cuenta de otra mujer, Anna Ruch, a quien Cuomo habría tocado en su espalda desnuda durante un matrimonio en Nueva York para preguntarle si la podía besar mientras tomaba su cara con ambas manos, un gesto que quedó inmortalizado en una foto que reprodujeron los medios de comunicación esta semana en ese país.
Por otro lado, de acuerdo con una investigación de The New York Times, funcionarios de la gobernación alteraron las cifras de un informe del departamento de salud y reportaron solo la mitad de las víctimas de la tercera edad. Aseguraron que no contaron a quienes vivían en hogares para personas mayores, pero que fallecieron en hospitales. El reporte falso se entregó mientras Cuomo, que niega las acusaciones, terminaba de escribir un libro sobre su liderazgo durante la pandemia.
A la controversia se sumaron las quejas por la política de Cuomo de permitir que pacientes en recuperación de covid fueran trasladados de los hospitales a los ancianatos. El gobernador ofreció disculpas por la confusión; no obstante, añadió que la denuncia no era más que una persecución política.
Respecto a las acusaciones por acoso sexual, al mandatario se le está midiendo con la vara que dejó el movimiento Me Too tras desatarse una ola de denuncias por acoso sexual en el mundo laboral; es decir, cero tolerancia. Letitia James, la procuradora estatal que ya investiga al gobernador por las muertes en hogares para personas mayores, ahora adelanta una pesquisa por el presunto acoso. En una rueda de prensa esta semana se escuchó cómo se quebraba la voz de Cuomo pidiendo perdón a quienes pudo haber incomodado, pero asegurando que no tocó a nadie de manera inapropiada. “Me siento muy mal y avergonzado, lo cual no es fácil de decir, pero es la verdad… No voy a renunciar. Trabajo para la gente de Nueva York que me eligió”.
El tema de acoso sexual es tan delicado que se escuchan con más fuerza las voces de quienes piden su renuncia que las de aquellos que se preguntan si sus pecados son tan graves o si se trata de una cacería de brujas para sacarlo del ring de presidenciables. Cuomo se limita a repetir aquel mantra que alguna vez usó otro político de su partido ante un meollo similar: “Yo nunca tuve relaciones sexuales con esa mujer”, a lo que el gobernador añade: “Y no voy a renunciar”.