Desde hace unos años, Bolivia se ha vuelto sinónimo de inestabilidad política y social en la región. En 2019, tras denuncias de fraude electoral, Evo Morales se vio forzado a renunciar a la presidencia, y luego fue Jeanine Áñez quien estuvo al frente del gobierno de manera interina. Finalmente, un año después de esta crisis, Luis Arce, aliado del exmandatario, terminó ganando las elecciones, pero esto sería apenas el principio de una etapa compleja.
Arce terminó rompiendo con Morales después de un tiempo, demostrando que a pesar de haber sido su ministro de Finanzas, no era su títere. Tomó distancia, a pesar de ser parte del mismo partido político, el MAS (Movimiento al Socialismo). Hoy, a un año de las elecciones, la relación entre ambos líderes está totalmente rota, por cuenta de una dura situación económica. El país ha vivido una crisis durante los últimos dos años, reflejada en una alta inflación, los bajos precios de las materias primas y fenómenos como la corrupción y el narcotráfico.
Ahora, Arce busca la reelección, mientras que Evo Morales, a pesar de no estar habilitado, analiza todos los caminos posibles para poder estar en el tarjetón electoral. Pero el camino del expresidente tiene un gran enemigo, el ahora excomandante del Ejército, Juan José Zúñiga, quien tomó relevancia mundial por ser la cabeza de un intento de golpe de Estado. El primer ingrediente de este golpe fue la destitución de Zúñiga por decir públicamente que Evo Morales no debería ser candidato y que, si eso pasaba, lo iba a capturar.
Esto fue tomado como una participación en política, y Zuñiga fue retirado del cargo de inmediato. Pero lejos de quedarse con la espina, el militar llevó la situación al extremo.“La posición del presidente Arce ha sido hacer cumplir el fallo de la corte electoral que impide a Morales reelegirse, la cual es compartida por el excomandante Zúñiga. Sin embargo, en un tono más agresivo, al punto de amenazar a Morales con arrestarle si este busca la presidencia, Zúñiga busca impedir que Evo Morales sea candidato”, comenta a SEMANA el profesor de la Universidad Javeriana Manuel Camilo González.
Pero la situación llegó a su clímax cuando, alrededor de las 2:30 de la tarde del miércoles, dos tanques y varias decenas de militares llegaron a la Plaza Murillo, al frente del Palacio de Gobierno, todos liderados por Zúñiga, con el fin de destituir al gobierno de Arce. “Habrá nuevo gabinete de ministros, seguramente se va a cambiar, pero no puede seguir así nuestro Estado.
Queremos recuperar la patria, basta de empobrecer a nuestra patria”, dijo en declaraciones a la prensa el jefe militar. En ese momento, el intento de golpe comenzó: un tanque del ejército tumbó la puerta del edificio gubernamental y soldados entraron a las instalaciones en búsqueda del presidente Luis Arce, quien se encontraba en el lugar. No tardó en aparecer y enfrentar a Zúñiga. “Yo soy su capitán y le ordeno que repliegue a sus soldados. No voy a permitir esta insubordinación”, dijo el mandatario al militar.
A pesar de la negativa de Zúñiga, el golpe se empezó a convertir en apenas una caricia cuando el oficial se retiró del palacio para dar nuevas declaraciones a la prensa, asegurando que iba a “restaurar la democracia y liberar a nuestros presos políticos”, entre ellos, a la expresidenta interina Jeanine Áñez, acusada de haber fraguado un golpe de Estado contra Evo Morales durante la crisis de 2019. Pero mientras decía esto, Arce nombraba una nueva cúpula militar y la posible rebelión se diluía.“Lo que sucedió no califica como un intento de golpe de Estado de manera completa.
No hubo intención de derrocar a Arce ni tampoco acciones tendientes a ello. Más bien, hubo una presión indebida de la cabeza de los militares para obligar a Arce a crear un nuevo gabinete, presumiblemente con menos presencia del MAS, e incluso de liberar presos políticos como el opositor Camacho y la expresidenta Añez”, dice el profesor González a SEMANA.
Mientras tanto, cientos de bolivianos se tomaron las calles aledañas para alzar su voz de protesta contra las fuerzas militares que intentaban hacerse con el poder, mientras que la fuerza pública intentaba disuadirlos con gases lacrimógenos. A los pocos minutos, la policía boliviana detuvo al general Zúñiga para apresarlo por las acciones del intento de golpe de Estado, pero antes de irse detenido, el desahuciado jefe militar dio una teoría sobre lo ocurrido que dejó a muchos pensando en lo que en realidad pasó.
Las posibles consecuencias“El día domingo, en el Colegio La Salle, me reuní con el presidente. Y el presidente me dijo: ‘La situación está muy jodida, esta semana va a ser muy crítica... Entonces, es necesario preparar algo para levantar mi popularidad’, manifestó en declaraciones a la prensa, dejando entrever que todo podría tratarse de un autogolpe de Arce, quien le pidió enviar los tanques blindados a La Paz con el fin de llevar a cabo la acción militar.
Antes de que pudiera dar más explicaciones sobre lo ocurrido, la fuerza pública se llevó detenido a Zúñiga. Pero capeado el temporal, al día siguiente el gobierno de Arce calificó la teoría como una excusa de los golpistas. “Es absolutamente falso y son cosas que realmente me resultan inconcebibles”, dijo la ministra de presidencia, María Nela Prada, durante una conferencia de prensa, asegurando que las afirmaciones eran temerarias y tenían intereses personales para desvirtuar lo sucedido el miércoles.
La teoría del autogolpe, a pesar de lo disparatada que puede sonar, ha recibido cierto crédito en la sociedad boliviana, especialmente en la oposición de Luis Arce, consciente de que la aprobación del mandatario ha ido en picada. Según la firma CID Gallup, solo el 18 por ciento de los ciudadanos aprueban el mandato del actual del presidente.
Ahora la suerte parece estar echada para el general Zúñiga y todos aquellos que hayan planeado la participación en la intentona de golpe de Estado en La Paz. Al comandante de la operación, quien ya está en manos de la justicia, le espera una pena en prisión que podría ir desde cinco años hasta más de treinta. Esto sin contar con los castigos que recibiría de la justicia militar, que implicarán seguramente su expulsión del ejército.
La gran preocupación ahora es qué pasará con Bolivia, que se ve sumida en otra gran crisis política a tan solo un año de las elecciones presidenciales que podrían enfrentar a Arce contra Morales.“Hay que esperar que se asienten los factores de poder en el sentido de las discrepancias que pueden tener. Ha sido sofocado el intento de golpe de Estado, pero hay que consolidar el papel de las instituciones”, dice Giovanni Reyes, profesor de la Universidad del Rosario.
Mientras tanto, la situación para el pueblo boliviano sigue siendo de crisis, sin conocer los orígenes reales de un intento de golpe de Estado que paralizó al país por unas horas y que amenazó con sacudir los cimientos más grandes de su democracia por cuenta de la acción de decenas de soldados rebeldes contra el gobierno. Será cuestión de tiempo descubrir cuáles fueron los verdaderos motivos detrás de la incursión militar en Bolivia, que además de la crisis económica, ahora profundiza la tensión política.