Los migrantes, a menudo reducidos a simples estadísticas, enfrentan múltiples peligros para lograr una vida mejor, atravesando mares, desiertos y selvas, una valentía que certifican los fotoperiodistas de Medio Oriente a Europa, pasando por América Latina.
“La migración es la última opción (...) pero se necesita mucho valor porque todos saben que están arriesgando su vida”, asegura el fotoperiodista Federico Ríos Escobar, con motivo de la 35ª edición del festival “Visa pour l’image” en Perpiñán (sur de Francia).
Este fotógrafo colombiano, de 43 años, expone por primera vez en este festival internacional de fotoperiodismo con un reportaje sobre la travesía de la intrincada selva del Darién, entre Colombia y Panamá, donde se interrumpe incluso la célebre ruta Panamericana.
“En 2023, han cruzado por lo menos 97 nacionalidades diferentes en la selva del Darién: de América del Sur, de África, del Medio Oriente y de Asia”, asegura a la AFP Ríos Escobar, que recibirá el premio Visa de Oro Humanitaria del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
El diario The New York Times publicó sus fotos de exiliados exhaustos de caminar por el barro que acaba cubriéndolos por completo o enfrentándose a torrentes de agua que sólo pueden cruzar enlazando sus brazos y manos.
Llorar de extenuación
Tras varios reportajes a partir de 2016 sobre los venezolanos que huían de la situación en su país, el fotoperiodista observa cómo un creciente número de migrantes atraviesa el Tapón del Darién para intentar llegar a Estados Unidos a través de Centroamérica.
Ante el refuerzo de los controles, cruzar este infierno verde es para algunos su única salida: diez días por un costo de 300 a 400 dólares por persona, “lo que es mucho dinero para ellos”, explica. Algunos se dejan la vida, como plasma en una de sus fotografías.
Federico Ríos Escobar viajó a la zona en 2021 y volvió un año después. Allí encontró a una mujer y a su hija de siete años.
“Se perdieron tres días, antes de volver a encontrarse (...) Es común encontrar niños separados de sus familias en este territorio hostil. Si te paras para orinar, para descansar, luego no encuentras más el camino, no encuentras las personas con quienes ibas”, describe.
Otra imagen muestra a un hombre llorando de extenuación. “No estaba comiendo nada, las pocas provisiones que llevaba se las daba a sus hijas, hasta que un día, quedó en una roca, tumbado porque ya no tenía fuerzas para seguir caminando”.
Los riesgos son enormes, “pero es más grande la esperanza, el sueño de tener una vida dentro de los parámetros normales”.
“Los migrantes no están buscando lujo (...), están buscando un plato de comida, un techo, educación, salud: cosas básicas. Y están dispuestos a arriesgarlo todo para tener esas condiciones mínimas de vida”.
“Mucha humanidad”
Michael Bunel, que también expone por primera vez en “Visa pour l’image”, realiza el mismo análisis. Desde los campos de desplazados en Siria a la llamada “jungla de Calais” (norte de Francia), trabaja sobre las migraciones desde hace diez años.
“Acabé en Calais con personas rescatadas en el Mediterráneo y que arriesgaban de nuevo sus vidas atravesando el canal de la Mancha”, declara este fotógrafo francés de 39 años.
Su reportaje en blanco y negro recorre los momentos más importantes de las misiones de las oenegés Médicos Sin Fronteras (MSF) y SOS Méditerranée.
Sus imágenes transmiten angustia, desesperanza, miedo y alegría, pero también alivio cuando el barco desembarca a los rescatados, y “sobre todo mucha humanidad”, subraya.
Bunel refleja también el día a día de las personas que “dedican su vida” a los rescates, como el hombre que hace culturismo entre paquetes de ayuda humanitaria.
“Es un refugiado sirio. Cruzó de Grecia a Turquía y acabó en Suecia, fue expulsado y ahora trabaja con SOS Méditerranée. Su misión es sacar a las personas del agua y quiere estar en condiciones de salvar al mayor número posible”.
“¡Las personas en el exilio son héroes!”, constata Bunel, al igual que Ríos Escobar.