María Kadurina envuelve con una manta a su hijo de cuatro años, sentado en una silla de oficina frente a su edificio aún en llamas en Kiev, que fue alcanzado por una salva de misiles disparados por Rusia.
“Vivimos... vivíamos aquí”, se corrige la joven, con los ojos agitados y los labios sangrantes. “Se acabó, no nos queda nada”, confirma esta conductora de taxi de 29 años, cuyo coche también quedó destruido en el ataque.
Todavía sale humo de varios pisos de este gran bloque de apartamentos de la época soviética, situado en la calle Kudriachova, cerca de la principal estación de tren de la capital. Los residentes creen que se incendió cuando un misil ruso fue derribado por la defensa antiaérea ucraniana por la mañana.
Algunos de sus residentes llevan vendas para curarse las heridas y se calientan bajo una tienda de campaña de la Cruz Roja polaca. María Kadurina, que vivía en el tercer piso, estaba preparando a su hijo para ir al jardín de infancia cuando escuchó las explosiones.
“Lo cubrí con mi cuerpo, quedé un poco lacerada por la metralla, pero el niño está sano y salvo”, dice.
Solo tuvo tiempo de llevarse unas bolsas de plástico y algunos dulces. Ahora, sus pertenencias están quemadas o mojadas por el agua de los bomberos. “En el apartamento todo flota”, asegura.
Quedarse sin nada
Galina Soloviova, de 79 años, también residía en el edificio y tiene la cara vendada tras golpearse la cabeza en la explosión. “Es un verdadero horror quedarse sin nada”, dice, ayudada por su nieto de 27 años y su hija, que vivía con ella en el séptimo piso.
Ríe mientras cuenta cómo se arrastraba entre los escombros porque no encontraba pantalones abrigados para su nieto, por lo que le dio finalmente uno de los suyos. “¿Qué debo hacer, llorar? Probablemente lloraremos más tarde. En realidad, es poco probable, vamos a aguantar”, dice.
Los habitantes de Kiev se despertaron el martes por la mañana con las sirenas de alerta seguidas de varias oleadas de explosiones lo suficientemente fuertes como para sacudir los edificios del centro de la ciudad. Según las autoridades locales, por primera vez en este invierno, los ataques rusos provocaron cortes de electricidad, de agua y gas.
Desde hace varios meses Kiev no era atacada, por lo que sus habitantes confiaban en el sistema de defensa antiaéreo que les protegía. El apartamento de Valentina Gerda, de 53 años, quedaba en la primera planta y no resultó tan dañado como otros. Sin embargo, sus vecinos están malheridos. “Esto es lo que nos hacen [los rusos]. Es muy doloroso”, dice.
La frustración y la ira de los residentes se intensifican al constatar que, a pesar de los esfuerzos de la defensa ucraniana, sus hogares no pudieron ser preservados en medio del conflicto.
La desesperación se cierne sobre la comunidad, ya que la violencia y el caos han dejado un rastro de destrucción que afecta no solo la infraestructura, sino la seguridad y el bienestar de aquellos que llamaban hogar a esas tierras.
En medio de esta situación desgarradora, las autoridades ucranianas han alzado su voz, buscando apoyo internacional. Han dirigido una petición urgente a los países occidentales, instándolos a enviar más sistemas antiaéreos en un intento desesperado por fortalecer sus capacidades defensivas.
“No tenemos ninguna protección. Me gustaría que [los occidentales] nos dieran al menos algunos proyectiles, al menos algo, al menos protección desde el cielo”, suplica Valentina.
*Con información de AFP.