Vjosa Osmani cumplirá próximamente un año en la presidencia de Kosovo. Es un ícono que proyecta cómo las mujeres han iniciado un cambio positivo desde arriba (el famoso término anglosajón up-down ), sumando aportaciones para la construcción de una nueva sociedad en un Estado que acaba de cumplir 14 años.

Osmani (39) ya fue presidenta en funciones tras la dimisión de Hashim Thaçi (53), exlíder del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), quien dejó su cargo para responder ante el Tribunal de la Haya por acusaciones de crímenes de guerra.

Ese simbólico relevo marca el abandono de la lucha armada, supone un cambio generacional y mucho aire fresco en las viejas fórmulas de hacer política en los Balcanes.

Para la mitad de la población kosovar es, además, un puente que estrecha la enorme brecha de género que vive el territorio desde hace siglos. Pasos lentos pero imparables, un tránsito desde la cultura de guerra, el enfrentamiento étnico y la corrupción hacia un camino de mejor gobernanza interna, una sociedad más igualitaria y una mayor salud democrática.

Osmani no es la primera mujer que ocupa la presidencia de Kosovo. Le precedió Atifete Jahjaga (46), quien, hasta ahora, ha sido la única jefa de Estado kosovar que ha logrado completar su mandato de cinco años. Desde 2008, fecha de la proclamación de independencia unilateral por el Parlamento, siete mandatarios han presidido el país, dos de los cuales ocuparon el puesto durante apenas dos semanas.

Una revolución generacional y de género

Las rivalidades políticas entre los dos principales partidos, el Partido Democrático de Kosovo (PDK), liderado por el exguerrillero Hashim Thaçi, y la Liga Democrática de Kosovo (LDK), de los herederos del pacifista Ibrahim Rugova, han puesto numerosas piedras en el camino del nuevo Estado.

En las últimas elecciones, los electores apostaron por ideas nuevas y dieron su confianza a partidos que no tenían relación directa con la época yugoslava de Rugova o con la era de los guerrilleros que entraron en política, como Thaci. Son organizaciones políticas que abordan los problemas del Kosovo de a pie, sacudido por la corrupción y el desempleo. Así surgió Guxo (“Atrevimiento” en albanés), fundado por Vjosa Osmani, y Vetëvendosje (“Autodeterminación”), fundado por Albin Kurti. En 2022, Osmani ocupa la presidencia y Kurti es primer ministro.

¿Puede la cultura pop influir más que la política?

Una aproximación superficial a la cultura popular ayuda a analizar los cambios que están aconteciendo. Kosovo es uno de los territorios con mayor densidad de cantantes pop del mundo. Dua Lipa, Rita Ora, Era Istrefi y Genta Ismajli son artistas exitosas dentro y fuera del país. Son también embajadoras de la cultura albanokosovar. Istrefi interpretó la canción oficial de la Copa Mundial de la Fifa 2018 en Moscú, mientras Ora ha colocado varios de sus singles como número uno en las listas musicales de Reino Unido.

Lipa, Ora e Istrefi representan a un grupo de mujeres mayoritariamente urbanas que tuvieron que emigrar a otros países europeos para cumplir sus sueños. Por ello, el Kosovo rural aporta más indicadores cualitativos y cuantitativos sobre la evolución desde una cultura ancestral y eminentemente patriarcal hacia los nuevos valores de autonomía de las mujeres.

Supervivientes en un mundo hostil

La directora Blerta Basholli (32) dirigió en 2020 la película Hive (La colmena), una coproducción de Kosovo, Suiza, Albania y Macedonia del Norte, candidata a los Oscars en 2022, y elegida como mejor película de drama en el Festival de Sundance. La cinta aborda la supervivencia de las mujeres de Krusha, un pueblo conocido por ser el escenario de dos mantanzas el 25 de marzo de 1999, el día después de que comenzara el bombardeo de Yugoslavia de parte de la Otan. Una unidad especial de la policía serbia entró en la aldea y mató a un centenar de hombres y niños mayores de 13 años. Luego, deportó al resto de la población a Albania.

La película de Basholli va más allá del trauma que supuso esa experiencia brutal para las supervivientes y se centra en cómo las mujeres abordan un tiempo nuevo en el que deben seguir dando de comer a sus hijos y nietos. Está basada en la historia real de Fahrije Hoti, una productora de miel que sobrevive vendiendo ajvar (un paté de pimiento y berenjena). Su espíritu de superación topa con los habitantes de Krusha, de quienes tiene que superar insultos, ataques físicos y otro tipo de impedimentos para poder valerse por sí misma. En un territorio como Kosovo, de una dimensión parecida a la Comunidad de Madrid, donde han trabajado cientos de organizaciones internacionales durante dos décadas, la cultura patriarcal se ha resistido hasta hace poco a dejar participar a las mujeres rurales en la vida económica, cultural y comunitaria.

¿Es posible la paz entre serbios y albaneses?

Varias experiencias que surgen de la sociedad civil en Kosovo demuestran que es posible. Las organizaciones de mujeres han sido claves en el impulso de ese cambio positivo desde abajo (bottom-up, en inglés). Una experiencia paradigmática es la Red de Mujeres de Kosovo, que engloba a 186 organizaciones, de identidades y grupos étnicos diversos, edades, estudios y áreas geográficas diferentes. Un movimiento similar a la RMK fue Mujeres de Negro, de origen serbio.

La colaboración entre ambas redes hizo que MN no solo condenara los crímenes de guerra de su propio país, sino que tomara posición apoyando la independencia de Kosovo. Esta experiencia exitosa ha recibido el soporte continuo del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem).

La RMK, que cumple diez años en 2022, preguntó recientemente a mujeres kosovares que definieran “paz”. Su informe Un asiento en la mesa relata cómo el concepto de paz difiere para aquellas que habían experimentado personalmente la guerra y la violencia masiva y las que no. Las mujeres mayores de 30 años definen paz mayoritariamente como “ausencia de guerra y de violencia”. Este es otro indicador que define a muchas kosovares como Fahrije, la protagonista de Hive.

Autodefensa, protección y emprendimiento

Las mujeres más jóvenes, nacidas después de la guerra de 1999, asocian paz con la libertad de movimientos, la libertad de pensamiento, hablar libremente en tu propia lengua y el respeto a los derechos humanos. Es este segundo grupo de mujeres el que ha impulsado cambios notables en los últimos años, garantizando la seguridad en las calles de los barrios populares y en los pueblos.

El acoso sexual y la violencia siguen siendo una de las principales preocupaciones, especialmente para las mujeres que pertenecen a las minorías romaníes, ashkalíes y egipcias. Según estudios de la RMK, el 39 % de las mujeres no sienten que Kosovo sea seguro. El asesinato de mujeres por parte de sus parejas (y el mal manejo de estos casos por instituciones), junto al acoso y los ataques a lesbianas y personas de otras identidades LGBTQIA+, siguen siendo problemas graves.

Una de las razones del apoyo mayoritario a Vetëvendosje y Guxo en las últimas elecciones es que los nuevos partidos políticos parecen ofrecer soluciones a las mayores preocupaciones de los kosovares: el desempleo y la corrupción. Esto en sí mismo ya es otro indicador de la evolución de la sociedad kosovar, más preocupada por la subsistencia diaria que por el estatus final de Kosovo o los avances en el Diálogo con Belgrado.

Por Fernando Eutiquio Nuño Santana

Profesor de Cooperación Internacional, UOC - Universitat Oberta de Catalunya.

Artículo publicado originalmente en The Conversation.