Este martes se cumplen 11 años del inicio de la guerra civil en Siria, uno de los episodios más violentos de la historia contemporánea. El conflicto, que según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ha dejado casi 350.000 víctimas y 6,7 millones de personas desplazadas, sigue aún sin resolverse.
El inicio de la guerra civil en Siria se dio en el escenario concreto de la primavera árabe, una serie de levantamientos populares que se dieron de manera generalizada en Oriente Medio y que fueron, en la gran mayoría de los casos, reprimidos con severidad por las autoridades de los países en donde se desarrollaron.
El caso de Siria fue precisamente este: el gobierno del aún presidente, Bashar al Assad, reprimió fuertemente las movilizaciones realizadas por distintos grupos sociales, entre los que había tanto movimientos de base democrática como grupos islamistas radicales.
La fuerte represión del Gobierno generó una respuesta por parte de los sectores en protesta que, progresivamente, se organizaron en milicias e iniciaron un levantamiento en armas casi generalizado. Durante este período, milicias como el Ejército Libre Sirio (ELS) y organizaciones terroristas como Estado Islámico (EI) se volvieron protagonistas del conflicto.
Esta guerra tomó dimensiones globales cuando el Gobierno ruso empezó a brindar apoyos al gobierno de Al Assad, que estaba perdiendo territorios contra las milicias rebeldes. Ante la intervención de Rusia, Estados Unidos empezó a brindar armamento y apoyo al ELS, escalando el conflicto con la entrega de armamento cada vez más potente y sofisticado.
Siria, que cuenta con una privilegiada posición estratégica, se convirtió en objeto de disputa por parte de las distintas potencias del mundo. Por un lado Rusia, que buscaba una salida desesperada al control de nuevas aguas cercanas al Mediterráneo europeo, y por el otro Estados Unidos y sus aliados, que buscaban evitar el control ruso de estos activos geoestratégicos.
El apoyo de los Estados Unidos a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una milicia prooccidental y que buscaba una Siria democrática y con instituciones republicanas, y la presencia de EI en la guerra, generaron una serie de bombardeos masivos en el país. La coalición de países occidentales utilizó como argumento la presencia de armas químicas en el país y el uso de estas contra la población civil Siria.
Durante estos bombardeos occidentales cientos de civiles terminaron heridos y Damasco, una de las cunas de la civilización árabe y una de las ciudades más importantes en la historia global, quedó completamente destruida.
A día de hoy la guerra en Siria generó una de las crisis migratorias más importantes de las ultimas décadas. Según la Agencia Anadolu, 3,5 millones de refugiados huyeron hacia Turquía. Otros 3 millones, aproximadamente, se desplazaron hacia Europa y los Estados Unidos.
Los Estados Unidos y la coalición de países occidentales que intervinieron en Siria declararon, hace unos años, como completamente derrotadas a las fuerzas del Estado Islámico en el país. El gobierno del presidente Donald Trump detuvo las misiones militares y organizó a sus tropas solamente para la defensa de activos petroleros estratégicos.
Sin embargo, el conflicto aún no está solucionado. El gobierno represivo de Bashar al Assad sigue gobernando en el país y ha logrado instaurar una fachada democrática. En 2021 se celebraron elecciones y, a pesar de que gran parte de la población habilitada para hacerlo no se presentó a las urnas, Assad fue elegido con el 95,1 % de los votos.
Así mismo, Rusia no se ha retirado del país, apoyando operaciones militares del gobierno de Assad y ayudando en misiones que tienen como objetivo recuperar parte de los territorios perdidos contra Estado Islámico y las otras milicias beligerantes del país.