"No se mata la verdad matando periodistas”. Con esas palabras decenas de nicaragüenses le rindieron homenaje a Ángel Gahona, el director del Noticiero El Meridiano asesinado mientras cubría las manifestaciones contra el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua. Su muerte quedó registrada en la trasmisión en vivo que estaba haciendo para reportar las protestas. Tenía 42 años y 2 hijos. Igual suerte corrió el periodista palestino de 23 años Ahmad Abu Hussein, que recibió un disparo mientras registraba las protestas que desde hace un mes tienen a la Franja de Gaza en su punto más alto de tensión. Murió el miércoles de la semana pasada y se convirtió en el segundo periodista asesinado en menos de un mes en esta conflictiva frontera.A principio de este mes el periodista ruso Maxim Borodin le alcanzó a advertir a uno de sus amigos sobre la presencia de agentes armados afuera de su edificio. Un día después, cayó misteriosamente desde el balcón de su apartamento en el quinto piso y murió horas más tarde en la sala de urgencias de un hospital en la ciudad de Ekaterimburgo. Con gran rapidez las autoridades aseguraron que había sido un suicidio. Sin embargo, Borodin no solo estaba detrás del estallido de escándalos políticos como el de la acompañante bielorrusa Nastya Rybka, sino que, además, tan solo unas semanas antes había revelado la participación de mercenarios rusos cercanos al Kremlin en la guerra de Siria. Un periodista incómodo para el poder político en Rusia que, según sus familiares y colegas no tenía razones para atentar contra su vida.Al otro lado del mundo, Ecuador aún no logra asimilar la muerte de los dos periodistas y el chofer del diario el Comercio asesinados en la frontera con Colombia. Las imágenes de los tres secuestrados ecuatorianos le dieron la vuelta al mundo y el crimen consternó a quienes albergaban la esperanza de su regreso. Dos meses antes, el periodista eslovaco que investigaba las actividades de la mafia italiana en su país y su novia fueron asesinados dentro de su apartamento en las tranquilas calles de Bratislava. Y la lista sigue. En lo que va de 2018, según el International Press Institute, 21 periodistas perdieron la vida por hacer su trabajo.La violencia contra los periodistas no es un tema nuevo en el mundo. Por años, varias organizaciones han monitoreado los peligros a los que se enfrentan los que ejercen el oficio, y sin embargo, este año se evidencian nuevas y preocupantes amenazas. A principio de semana, la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) sacó su informe anual sobre la situación de libertad de prensa en el mundo y concluyó que cada vez más aumenta el clima de odio contra el periodismo, incluso en los países catalogados como libres y democráticos.Nunca antes su mapa de clasificación había reflejado tantos países en negro. Las alarmas están más encendidas que nunca pues la violencia física es tan sólo uno de los múltiples problemas a los que se enfrentan los periodistas. Como dijo a SEMANA Emmanuel Colombié, director para América Latina de RSF, “se evidencia una situación dramática de miedo, censura y autocensura que llega con los problemas de siempre y las nuevas amenazas. A la falta de recursos, la falta de protección y la concentración de los medios ahora se une que cada vez más jefes de estado elegidos democráticamente no ven en el periodismo un garante democrático sino un adversario. Y la frontera entre la violencia verbal y la física cada vez es más tenue”.

Matar al mensajeroBien sea por cubrir en zonas de peligrosas o por hacer investigaciones incómodas, la muerte es el principal riesgo al que se enfrenta un periodista. Las cifras son alarmantes. En los últimos cinco años han muerto asesinados 558 periodistas. En el 2016 se alcanzó el pico más alto con una cifra de 120 muertos. Aunque en 2017 el número disminuyó a 82, la preocupación se mantiene igual pues cada vez es más común que los países sin conflicto civil resulten los más mortíferos para los periodistas.Es el caso, por ejemplo, de México. El país azteca tiene desde hace una década uno de los índices más altos de violencia y desde el año pasado, es el segundo país después de Siria donde más mueren periodistas. Este año van tres y el año pasado fueron 14. Pero las alarmas aumentan por los altos índices de impunidad. Según el último informe de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), casi el 98 por ciento de los casos siguen sin resolverse. Es decir que en la mayoría de los casos las investigaciones se quedan a medias y sólo en muy contados se logra identificar al responsableAdemás de México, Irak, Filipinas, Pakistán, Rusia, Colombia, India, Somalia, Argelia, Brasil, Afganistán, Bangladesh, Turquía, Tajikistan, Honduras, Guatemala y Sri Lanka son los países donde más han asesinado periodistas en los último 20 años.Privados de la libertadEncarcelar a los periodistas es una de las estrategias más utilizadas para atacar y reprimir a la prensa. Según un informe del Comité para Protección de Periodistas (CPJ), el año pasado y por segunda vez consecutiva el número de periodistas en prisión batió sus propios récords. En total hay 247 periodistas presos, de los cuales más de la mitad están en Turquía, China y Egipto. Además, como dijo a SEMANA Ricardo Trotti, director de la Sociedad Interamericana de Prensa, “ya es común el acoso judicial en países como Brasil, Honduras y Perú; con juicios por difamación en contra de periodistas y medios durante procesos judiciales y con leyes penales que amenazan a los periodistas críticos con cárcel”.Recep Tayyip Erdogan, el hombre fuerte de Turquía desde hace 15 años, es considerado uno de los principales enemigos de la libertad de prensa. Desde el fallido golpe de estado de 2016, Erdogan se consolidó en el poder a través de una campaña represiva contra la oposición, incluidos los medios. Hace dos meses la noticia sobre la condena a más de 40 años de cárcel a seis periodistas turcos acusados de estar asociados con el golpe volvió la mirada a la grave situación del país. En total, después del fatídica noche del 15 de julio de 2016, 150 periodistas quedaron encarcelados y el gobierno cerró 177 medios de comunicación. Para el año pasado, Turquía seguía manteniendo los mayores índices con un total de 73 prisioneros.Los siguientes en la lista son China con 41 encarcelados y Egipto con 20.Sin canales de comunicaciónAdemás de la cárcel, el Estado asfixia económicamente a los medios para reprimir la libertad de prensa o suprimir sus principales vías de información. En concreto, se trata de artimañas económicas y legales para restringir y controlar a la prensa. Pueden consistir en restricciones a la importación de papel periódico o el control de las señales del espectro electromagnético.Venezuela es quizá el caso más emblemático. Desde que Nicolás Maduro llegó al poder en 2013 el gobierno ha comprado, clausurado u obligado a cerrar los medios de comunicación opositores. En efecto, en sólo tres años, 22 diarios dejaron de circular por la escasez de papel, amigos del régimen compraron diarios como El Universal y el canal Globovisión y decenas de periodistas quedaron cesantes. Un golpe certero a la libertad de prensa dio la ley aprobada a finales del año pasado conocida como la “ley contra el odio, por la convivencia pacífica y la tolerancia”, en la cual la justicia recibió más dientes para criminalizar a los que difundan información “a favor de la guerra o hagan apología al odio nacional”.Teniendo en cuenta que la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente ratificó esta ley luego de las tumultuosas semanas de protestas contra el régimen que dejaron más de 125 muertos, los opositores la calificaron como una estrategia legal del régimen para controlar a sus “enemigos” y, con ellos, no solo a los medios de comunicación tradicionales sino también a las plataformas de internet y las redes sociales. En total, según el Instituto de Prensa y Sociedad en Venezuela (IPYS), el gobierno de Maduro creó al menos tres proyectos de ley más contra la prensa.Retórica anti mediosFinalmente en los últimos años más ganó protagonismo la estrategia de algunos mandatarios de desprestigiar públicamente a los medios de comunicación. Estados Unidos encabeza la lista. Desde el triunfo de Donald Trump, el país de la primera enmienda, emblema de la libertad de prensa, se convirtió en un mal referente para los periodistas en el mundo. Su actitud hostil, sus constantes ataques contra la prensa, sus discursos públicos de odio, en donde los llegó incluso a calificar como los “enemigos de Estados Unidos”, terminan por aumentar la intolerancia hacia el periodismo. Especialmente en una era digital en donde las fake news y el odio se reproducen con tanta facilidad. La escena impensable en Estados Unidos se repite en países poco presentables en ese sentido como Cuba, Turquía, Hungría y Filipinas. Un verdadero contrasentido.