Ya no hay marcha atrás. El miércoles, el Parlamento Europeo ratificó la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) con una demoledora votación de 621 votos contra 49, en una ceremonia en la que los diputados no escondieron sus emociones. Algunos, en medio de la nostalgia y decepción ante la suerte ya echada, dejaron salir sus lágrimas mientras extendían bufandas con la frase “Siempre unidos”. Otros, encabezados por el líder del Partido del Brexit, Nigel Farage, batían con alegría desbordada banderines del Reino Unido, orgullosos por haber logrado una separación con la que muchos empezaron a soñar desde 2015. Aquella vez, David Cameron, el entonces primer ministro británico, abrió las puertas para hacer un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE. En 2016 tuvo lugar la consulta, en la que el 51,9 de los británicos votó por abandonar la comunidad.
El deseo separatista se cristalizó este viernes a las once de la noche en Londres, fecha acordada para la irreversible desconexión. La Eurocámara selló el destino del Reino Unido, pero nadie sabe qué le espera al país insular. Todo dependerá de lo que logre negociar el primer ministro, Boris Johnson, a partir del 3 de marzo. Él espera cerrar los acuerdos este mismo año, pero muchos son escépticos ante esta posibilidad. Asuntos como los tratados comerciales y la frontera con Irlanda podrían dilatar las conversaciones hasta dos años más, con un desenlace difícil de predecir. Si Johnson cumple su deseo de lograr un acuerdo rápido, el 31 de diciembre de 2020 marcaría el fin de las negociaciones y del periodo de transición. Hasta ese día, los británicos seguirán acogidos por la normativa de la UE. Sin embargo, en julio las dos partes deberán decidir si extienden el periodo de transición durante un par de años más en caso de que las negociaciones tengan cara de tomar tanto tiempo. Los temas contra reloj Johnson debe resolver dos temas lo antes posible: el tratado comercial y los derechos de pesca. En cuanto al primero, al Reino Unido se le abren varias puertas al dejar la comunidad europea. Johnson puede irse por la opción más peligrosa, aplicar los aranceles de la Organización Mundial del Comercio a los miembros de la UE. Esta alternativa encierra riesgos, ya que aumenta los costos del mercado para el Reino Unido. Otra opción, la menos perjudicial, consiste en utilizar el modelo noruego, con el que optaría por establecer un acuerdo de libre comercio con la comunidad europea, pero con aranceles diferentes.
Por su parte, los derechos de pesca pasaron a ser un tema trascendental para Johnson, quien lo ha tomado como una de sus principales banderas para promover el brexit. Asegura que, al salir de la comunidad europea, los británicos “recuperarán el control de sus aguas pesqueras”, y así darán un golpe sobre la mesa para hacer sentir la soberanía de su territorio. La posición de Johnson alrededor de este tema ha tenido un fuerte eco mediático, a pesar de que la pesca representa apenas el 0,5 por ciento de la economía británica y solo 11.000 personas se dedican a esa actividad. Los promotores del brexit han manifestado que, al dejar la comunidad, los británicos garantizan la exclusividad de la actividad pesquera en sus aguas territoriales. Ante esta posición, los europeos han amenazado con fuertes represalias. Según Luis Ángel Madrid, experto en comercio internacional de la London School of Economics y docente de la Universidad Sergio Arboleda, “Los europeos han condicionado el acceso de los bancos británicos a la UE a que los pesqueros europeos puedan usar las aguas territoriales británicas”. De mantener su postura nacionalista en este tema, el tiempo va a correr en contra de Johnson. ¿Y los migrantes? Si Johnson logra agilizar las negociaciones alrededor de estos temas, aún tendrá un largo camino por delante. Uno de los motivos del brexit tuvo que ver con la política migratoria británica. Los promotores de la salida de la UE la presentaron como una medida para beneficiar a los trabajadores británicos por encima de los extranjeros, a pesar del golpe que esto pueda significar para los sectores que dependen de trabajadores ‘no calificados’. Como dijo a SEMANA Jenny Phillimore, especialista en migración de la Universidad de Birmingham, “El énfasis parece estar en atraer ‘talento global’, lo que podría hacer escasear a trabajadores en campos como el cuidado de menores y adultos mayores, la construcción y la agricultura”. Desde el referéndum de 2016, el número de migrantes europeos en Gran Bretaña ha descendido. En el primer trimestre de 2015, el saldo migratorio neto anual de ciudadanos de la UE en el Reino Unido alcanzaba 219.000, pero en el segundo trimestre de 2019 no llegó a los 50.000. Aunque esta tendencia seguramente seguirá, probablemente, crecerá el número de migrantes del resto del mundo, debido a la política de búsqueda de talentos y a que el tránsito de personas fuera de la comunidad europea hacia el Reino Unido no sufrirá cambios.
En todo caso, el clima en el territorio insular frente a los migrantes no es el mejor. “El ‘brexit’ ha sido muy perjudicial al promover el mensaje de que los migrantes no son bienvenidos. Los índices de racismo crecieron luego del referéndum y siguen en alza. Muchos europeos dicen sentirse mal recibidos, y no tener una recepción cálida les dificulta integrarse”, aseguró Phillimore. Algunos británicos también están optando por abandonar la isla. En el acuerdo de retiro quedó pactado que aquellos que se asienten en cualquier país miembro de la UE antes de que finalice el año pueden reclamar el derecho a ser ciudadanos de esta comunidad. Los demás quedarán sometidos a los acuerdos a los que logre llegar Johnson. Por su parte, los miembros de la comunidad europea que hayan vivido al menos cinco años en el Reino Unido tendrían un tratamiento prioritario. Todavía en el aire Además de los asuntos económicos, a la Unión Europea le preocupan otros temas de diferente índole. El Reino Unido tiene que decidir qué hacer con la frontera entre Irlanda, todavía miembro de la UE, e Irlanda del Norte, que conforma el Reino Unido. La comunidad europea se opone a construir barreras físicas, pero Johnson no ha cerrado esa puerta. Los acuerdos sobre seguridad interior y exterior, los derechos laborales y la política de subsidios también preocupan a la UE.
Por otro lado, sectores europeos tienen puestos sus ojos en los alcances de la salida. Si resulta exitosa, con el paso del tiempo podría motivar a otros miembros nacionalistas de la Unión Europea a abandonarla. Habrá que esperar cómo se desarrollan las negociaciones durante los próximos meses para comprender la magnitud histórica del momento. Daniel Hannan, miembro británico del Parlamento Europeo hasta esta semana, le dijo a sus colegas: “Ustedes pierden un mal inquilino, pero estoy seguro de que ganan un buen vecino”. Solo el tiempo lo dirá.