Sesenta personas están desaparecidas después de que una escuela en la que se refugiaban fuera bombardeada el sábado en la región de Lugansk, en el este de Ucrania, informó este domingo el gobernador regional Sergei Gaidai.

El pueblo de Bilogorivka fue alcanzado por un ataque aéreo. Las bombas cayeron sobre la escuela y, lamentablemente, quedó completamente destruida”, dijo el gobernador en su cuenta de Telegram. “Había 90 personas en total. Se salvaron 27″.

“Lo más probable es que sesenta personas que estaban en la escuela hayan muerto”, agregó, y señaló que la temperatura se había elevado mucho en el lugar de la explosión.

“A los servicios de emergencia les fue imposible trabajar durante la noche debido a los ataques. Habrían tenido que iluminar el lugar, lo que habría atraído más bombardeos”, dijo el funcionario. Las operaciones de rescate siguieron este domingo, agregó

Los equipos de rescate también estaban buscando supervivientes en la vecina localidad de Shepilivka, donde un ataque alcanzó una casa en la que estaban 11 personas, dijo.

“Hay ahí más posibilidades de que la gente haya sobrevivido”, dijo el gobernador, al explicar que las personas se encontraban en un sótano y que se trató de fuego de artillería, no de una bomba.

Civiles y combatientes en Mariúpol luchan por resistir

Con pocas provisiones y municiones, amputaciones realizadas en una clínica destartalada y cadáveres acumulados, combatientes y civiles resisten en Azovstal, la gigantesca planta siderúrgica de la ciudad ucraniana de Mariúpol, mientras Rusia endurece el control sobre el último foco de resistencia.

Se calcula que unos 200 civiles continúan atrapados en el laberinto de túneles debajo de Azovstal, junto a un puñado de unidades ucranianas decididas a resistir.

Detalles de la caótica defensa final y los esfuerzos desesperados por atender a los heridos fueron relatados por la médica militar Yevgenia Tytarenko, cuyo esposo y colegas continúan atrapados en la planta.

“Muchos soldados están en condición grave en el hospital. Están heridos y sin medicamentos. La comida y el agua se agotan”, contó Tytarenko, quien permanece en contacto con personas dentro de Azovstal.

“Voy a resistir hasta el fin”, escribió Mijailo, esposo de Tytarenko, el viernes en un mensaje de texto que ella mostró a AFP.

Durante semanas, las fuerzas rusas han atacado la siderúrgica por tierra, aire y mar para intentar quebrar sus defensas.

Los comandantes se han despedido de sus seres queridos mientras las fuerzas rusas intensifican el asedio sobre las posiciones de los defensores sin que se vislumbre la posibilidad de que salgan, según Tytarenko.

“Los comandantes ya se han despedido de sus esposas. Uno de ellos escribió a su esposa: ‘no llores. Estaremos de vuelta en casa, vivos o muertos’”, dijo Tytarenko.

Ella narró una operación compleja y caótica dentro de Azovstal, donde los soldados combaten a los rusos al tiempo que movilizan a los civiles a otras partes de la planta, al igual que los cadáveres de las víctimas.

Sin refrigeración, los cuerpos han sido envueltos en bolsas plásticas y se descomponen, pero los combatientes están decididos a impedir que caigan en manos de las fuerzas rusas.

“En casi todas partes que van llevan los cuerpos”, narró Tytarenko. “Todos ellos merecen ser evacuados, ya sea que están vivos, heridos o muertos”, agregó.

Pero, a pesar del horror dentro de Azovstal, a algunos les resulta insoportable estar afuera.

Rolana Bondarenko indicó que muchos de sus amigos cercanos y combatientes de Azov figuran entre las centenares de personas que siguen en la planta siderúrgica.

Junto con su hijo, la mujer de 54 años fue una de las primeras en unirse al regimiento Azov cuando fue fundado en 2014, después de que Rusia anexionó a Crimea y del surgimiento de una insurgencia respaldada por Moscú en el este de Ucrania.

Bondarenko dijo que uno de los muchos cuerpos dentro de Azovstal es el de su hijo, muerto en abril.

“Él está tendido en una bolsa negra, pudriéndose. Y no solo él, hay centenares más”, declaró Bondarenko por teléfono desde Alemania, donde se instaló el año pasado para continuar su tratamiento médico.

Pero incluso después de perder a su hijo, Bondarenko sigue apoyando a sus compañeros combatientes que resisten a los rusos.

Todos los días envía textos y emojis simpáticos a sus amigos en la planta para ayudar a animarlos, mientras ellos evitan abrumar a Bondarenko con las dificultades que viven, insistiendo en que su determinación de luchar sigue firme.

Aún así, muchos de los combatientes de Azovstal han perdido entre 15 y 20 kilos en las últimas semanas por la falta de alimentos, según Bondarenko.

“Me gustaría estar con ellos ahora”, dijo entre sollozos. “Si yo muriera allí, estaría con mi familia”.

*Con información de AFP.

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