La Unión Europea goza de la cualidad de hermandad que muchas regiones del mundo quisieran tener. América Latina, por nombrar alguna, ha tenido el deseo de unirse y formar un bloque económico y cultural desde México hasta Chile en donde la verdadera integración se haga tangible.

Aunque la UE sea reconocida como un organismo en donde toda Europa se sienta bienvenida y acogida, para una región de más de cinco países es todo lo contrario. Esta institución ha olvidado la rica y cultural región de los Balcanes ubicada al suroriente del continente, la cual ha sufrido, como todos los países de Europa, poderosas guerras, sin embargo, el bloque económico se ha mostrado indiferente a la necesidad de que los Balcanes formen parte de la Europa turística y comercial.

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Las naciones de los Balcanes, a excepción de Bulgaria, no han recibido invitación para ser parte de la organización europea, debido a que las economías de Albania, Bosnia y Herzegovina, Croacia, Kosovo, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia no son lo suficientemente poderosas ni relevantes a nivel continental y global para si quiera tomarlas en cuenta.

A esto se le suma el argumento que social, étnica y culturalmente estás siete naciones no tienen un arraigo significativo con el resto del continente. Lo curioso es que Grecia, país ubicado al final de los Balcanes sí es considerada una nación culturalmente europea y con una economía prudente, a pesar de mostrar constantemente el declive de su estabilidad financiera.

Aquí la UE hizo un puente que se alzaba entre Eslovenia y Grecia, las dos puntas que marcan el inicio y el fin de los Balcanes, por lo que, la segregación de esta región es absoluta.

Las valiosas capitales que se alzan en esta Europa incomunicada, como Belgrado, Tirana y Sarajevo cuentan con un riqueza histórica tan valiosa como Roma, Madrid y Atenas, centros urbanos de la Unión Europea que han tenido la suerte de resaltar en el continente.

La voluntad política de las naciones que conformar el bloque europeo no se hace visible para que al menos esta región pueda ser vista con el gran potencial que tiene por sí sola, y por la diversidad cultural que tiene en su haber, esa misma diversidad de la cual Europa se jacta de poseer en cada esquina, bar y hogar.

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La idea de unir bajo un solo organismo a los más de 40 países que conforman la Europa geopolítica está cada vez más lejos de ser una realidad. Con la salida del Reino Unido, la crisis constante con Rusia, la indiferencia común hacia los Balcanes, las objeciones impuestas a Türkiye (Turquía) y los movimientos antieuropeos que se han extendido sobre todo por Europa Central, profetizan que el euro está medianamente pronto a desaparecer, o al menos a reestructurarse.

El viejo continente se divide desde dentro con la incertidumbre financiera que Bruselas intenta controlar. Con las economías emergentes provenientes de Rusia y la constante migración árabe y latina, el bloque está cayendo en una multiculturalidad en la cual el único factor común es la moneda que se utiliza en poco más de la mitad del continente.

Las grandes potencias, como lo son Francia, Alemania, Italia y España, centran su actividad económica en el turismo proveniente de otras latitudes, las cuales son irónicamente las que rechazan para que hagan parte de su club.

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Todas estas aristas comportamentales, tanto políticas como personales, hacen que Europa esté paulatinamente perdiendo el interés de la inversión extranjera, y aun con este desalentador panorama, las naciones balcánicas sueñan y añoran ser parte de una comunidad que les niega su ingreso constantemente y les corta las alas de hacer parte de la Europa próspera y reconocida.