En lugar de dividir a los gobiernos en democracias y regímenes autoritarios, la profesora Marlies Glasius, del Departamento de Política de la Universidad de Ámsterdam, en Holanda, invita a evitar las etiquetas binarias y considerar enfoques menos obvios. Ella identifica prácticas autoritarias o liberales no solo en los países donde los gobernantes visten uniformes o en los que el poder está en manos de tiranos, sino también en países clasificados como democracias. Glasius, directora del proyecto Authoritarian Practices in a Global Age (Prácticas Autoritarias en la Era Global), explica que los métodos autoritarios son los que van en contra de los intentos de responsabilizar, cuestionar y criticar tanto a los gobiernos y sus representantes, como a las empresas y a las autoridades. Le puede interesar: Reino Unido y Holanda dan inicio a las elecciones al Parlamento Europeo Por otro lado, las democracias "iliberales", según explica ella, son las que amenazan la autonomía y la dignidad de las personas. También atentan contra los derechos humanos y las libertades individuales. " > Así, imponer sigilo sobre sus propias actividades, minar el control popular, difundir fake news, descalificar a la prensa y, en algunos casos, hasta a organismos oficiales de gobierno, y sofocar a los más críticos, son practicas autoritarias que se pueden encontrar en gobiernos considerados democráticos y en grandes organizaciones, de acuerdo con la profesora. Tanto la derecha como la izquierda usan métodos autoritarios, dice Glasius, quien citó a Estados Unidos, Hungría y Venezuela como ejemplos de casos donde se usa el lenguaje de la democracia para, en la práctica, sofocar minorías y opiniones divergentes o críticas. ¿Qué hay del presidente brasileño Jair Bolsonaro? "Yo sospecho que estamos viendo un poco de eso en Brasil también", dijo la investigadora. A continuación te presentamos un extracto de la entrevista que dio la profesora a BBC News Brasil.
De acuerdo con Glasius, en Estados Unidos se han visto recientemente prácticas "iliberales". Foto: EPA-BBC. Mucha gente define el autoritarismo como ausencia de democracia, definición a la que usted se opone. ¿Qué es el autoritarismo en su opinión? No me parece que sea productivo pensar que los países se dividen en democráticos y autoritarios. Los Estados no son una cosa o la otra ni algo intermedio. Yo lo veo en términos de sus prácticas: lo que hacen ciertos actores puede ser considerado autoritario o iliberal. Le sugerimos: Israel en votaciones: ¿Netanyahu en la cuerda floja? Para mí, la responsabilidad es un factor central para la democracia. Ser capaz de hacer rendir cuentas a los políticos, de cuestionarlos y criticarlos. Yo defino el autoritarismo como el sabotaje de la rendición de cuentas (fiscalización, control, castigo), haciendo que sea imposible eso [responsabilizar, cuestionar y criticar autoridades]. ¿Cómo se sabotea la rendición de cuentas? Se puede hacer de tres formas. Lo primero son los secretos, ocultar información al público. La segunda es mentir. No me refiero a mentiras accidentales, porque todo político hace un poco de eso. Me refiero a la manipulación política, a propagar la desinformación. El tercer mecanismo es silenciar a las personas que están haciendo preguntas o siendo críticas. Esto sintetiza lo que para mí son prácticas autoritarias.
Augusto Pinochet mantuvo un gobierno totalitario en Chile de 1973 a 1990. Foto: GETTY/AP-BBC. ¿En qué países están aumentando estas prácticas? Y entre los mecanismos que mencionó, ¿cuál es el más común? No tengo un ranking de los países. No hablo de que Rusia cometa cientos de prácticas autoritarias, que si China tiene 200 y Holanda 10. No creo que eso ayude (hacer una lista de los países con el mayor número de prácticas autoritarias). Tampoco creo que sea realmente una práctica gubernamental. Es muy importante tener en cuenta que este tipo de métodos (totalitarios) también se puede ver en empresas y organizaciones internacionales. Le recomendamos: La extrema derecha española, presente en el juicio a los separatistas catalanes Además, (el autoritarismo) sucede también en democracias oficiales y formales. Por poner unos ejemplos, estamos viendo un poco de esto recientemente en Estados Unidos con (Donald) Trump y en Hungría con (Viktor) Orbán. Me parece que también estamos viendo un poco de esto en Brasil. Siguiendo un poco con esa misma pregunta: ¿usted ve al presidente Jair Bolsonaro como un líder que hace uso de prácticas autoritarias? Voy a ser precavida porque no sé con precisión qué es lo que él hace y dice. De hecho, yo usaría otro concepto en el que creo que él (Bolsonaro) puede encajar y es el de las "prácticas iliberales". Este concepto está relacionado con la limitación de los derechos individuales, los derechos de las minorías y la libertad de expresión. Creo que eso es algo en lo que alguien como Bolsonaro resalta, también (Rodrigo) Duterte (presidente de Filipinas). Es al forma en que los grupos más vulnerables y marginados en esos países están siendo tratados. Se usa un lenguaje que dice que esos grupos no deben tener derechos, no necesitan derechos y, por lo tanto, no merecen protección. No es solo que el presidente de un país está violando de manera activa esos derechos, sino que es también usa un lenguaje que alienta a otras personas a violentar esos derechos. En el caso de América Latina, pro ejemplo, las prácticas autoritarias se han visto de alguna manera asociadas con las dictaduras, con regímenes militares del pasado. ¿Usted considera que el autoritarismo en la era digital o las prácticas autoritarias en la actualidad ya no se ven con uniformes, sino vestidas de traje y corbata?
Las prácticas autoritarias son usadas por la derecha y por la izquierda, dice la profesora. Foto: REUTERS-BBC. Definitivamente. No significa que los militares ya no estén involucrados. Veamos a Egipto, por ejemplo, donde los militares (con Abdul Fatah Khalil Al-Sisi) comandan un sistema autoritario. Sin embargo (las prácticas autoritarias) se han vuelto cada vez más prácticas civiles y, de alguna forma, estas hablan del lenguaje de la democracia. En contexto: Brasil votó: ¿cambio a cualquier precio? En estos sistemas la democracia se usa para, en nombre de la mayoría, violar los derechos de las minorías. Podemos hacer esta distinción con el pasado, en especial en América Latina. También, no siempre, (las prácticas autoritarias) utilizan el discurso de la derecha contra la izquierda, que ya quedó desfasado. Bolsonaro, en cierta medida, todavía usa ese discurso. Bolsonaro habla sobre los comunistas y la amenaza que representan... Tal vez sea el caso de Brasil, pero no de otros países de América Latina. El discurso de la izquierda no es tan diferente en el sentido de hablar en nombre de lo que llaman el pueblo mientras se victimiza a otras personas. Estoy pensando en países como Venezuela. Sin respetar a los demás o las opiniones contrarias... Exacto. Y decir que (los otros) no son parte "del pueblo".
Marlies Glasius invita a identificar prácticas autoritarias en gobiernos democráticos. Foto: GETTY-BBC. Usted dijo que el autoritarismo es un sabotaje al sistema de responsabilidady rendición de cuentas de los políticos. Considerando a Brasil, donde la rendición de cuentas social no es tan fuerte, ¿esto da más espacio para que este tipo de prácticas autoritarias crezcan y para que los políticos echen raíces en el poder? Sí, hay ese riesgo. También pienso que es un fenómeno global. Los periodistas, por ejemplo, son atacados mucho más y son menos respetados como profesionales que antes. Esto sucede en muchos países. Sobre Brasil, yo diría que sí, el país tiene tradicionalmente una rendición de cuentas débil, pero tiene una sociedad civil fuerte con activistas y abogados capaces de hacer que los políticos tomen responsabilidad de lo que hacen. ¿Puede hablar más de su proyecto sobre el autoritarismo? Estoy escribiendo un libro sobre prácticas multilaterales como, por ejemplo, la guerra contra el terrorismo. Va a tener un capítulo sobre las relaciones entre corporaciones y políticos locales y nacionales para silenciar trabajadores y mantener en secreto daños ambientales. También va a tener capítulos históricos y más contemporáneos sobre la industria minera, en la que se ve mucha falta de información y activistas silenciados. Ese es un problema que también se puede ver en Brasil.