Después de 41 días de viaje desde Venezuela, llegó un hombre a Nueva York, procedente de Texas, a bordo de uno de los buses fletados por las autoridades republicanas de ese estado del sur de Estados Unidos –el cual está en guerra contra la política migratoria de la Casa Blanca–. El venezolano, de 40 años, técnico de programación y chef de cocina, hacía parte del centenar de solicitantes de asilo que llegó a Nueva York enviado por el gobierno del ultraconservador texano Greg Abbott.

Al recibir a los tres últimos buses fletados desde Texas, el comisionado de la oficina del alcalde para asuntos migratorios de Nueva York, Manuel Castro, acusó a Abbot de utilizar a “seres humanos como peones” para “incitar al sentimiento antiinmigración”.

En julio, el gobernador texano había dado poderes a la Policía para expulsar de inmediato a los migrantes en un pulso con el gobierno federal, único habilitado en materia migratoria.

Desde abril, ha enviado a centenas de inmigrantes a Washington DC y el fin de semana empezó a hacerlo a Nueva York, feudo demócrata por excelencia, y ciudad que ha cimentado su historia y su leyenda con la inmigración.

“Estamos orgullosos de ser una de las ciudades con más refugiados y solicitantes de asilo y migrantes del país”, dijo Castro en la estación de buses Port Authority de Manhattan, destino final de este grupo de inmigrantes.

Por el camino se habían quedado voluntariamente otro medio centenar, indicó Castro, que se quejó de la falta de comunicación con las autoridades texanas.

Un dispositivo de ambulancias, policías y decenas de voluntarios acogieron a familias, como la de la afrocolombiana Ingrid (no quiso dar su apellido), quien llegó con cuatro niños de corta edad, el más pequeño de meses, pero sobre todo a muchos hombres solos, la mayoría venezolanos.

Todos sus enseres cabían en una bolsa de plástico o una pequeña mochila para un viaje que ha durado, en algunos casos, hasta cuatro meses.

“¡Viva América!”, gritaron algunos recién llegados al oír los aplausos de los voluntarios que les hicieron pasar por el protocolo anticovid de hidrogel y mascarillas antes de empezar a distribuirlos por los albergues de la ciudad.

“Situación sin precedentes”

Desde mayo han llegado 4.000 solicitantes de asilo y refugio a la Gran Manzana, según las autoridades, que prevén abrir nuevos albergues para acoger esta avalancha.

Fichados al entrar al país, todos tienen una cita marcada para los próximos meses con las autoridades migratorias que definirán su futuro.

Venezolanos, nicaragüenses y haitianos son algunos de los que se benefician del programa Estatus de Protección Temporal (TPS por su sigla en inglés), establecido por el Congreso, que impide la deportación y da acceso a un permiso de trabajo para ciudadanos extranjeros que no pueden regresar de manera segura a su país, debido a desastres naturales, conflictos armados u otras condiciones extraordinarias.

“Esta es una situación histórica y sin precedentes”, dijo Castro, quien llegó a Estados Unidos a los 5 años de la mano de su madre, procedente de México. “¡Ojalá nos hubieran recibido como lo estamos haciendo nosotros ahora!”.

Sin embargo, la luz al final del túnel se hace esperar para la familia nicaragüense de José López, su esposa Cinthia, embarazada de ocho meses, y su hijo Romy de tan solo nueve años, que salieron a hace cuatro meses de Nicaragua, y que llegaron por su cuenta a Nueva York el lunes, sin un dólar en el bolsillo, invitados por un amigo que los iba alojar y ayudar a buscar trabajo.

Al llegar a su casa en Nueva Jersey, guiados por el GPS, luego de caminar durante tres horas, se dieron cuenta de su precaria situación y queriendo evitar “ser una carga más”, iban a viajar a Denver, Colorado este jueves invitados por otros conocidos.