SEMANA: ¿con todo lo que está sucediendo, cómo ve usted el futuro, y, más concretamente, cómo ve el futuro de los palestinos? Conocemos cuál es su política en relación con la OLP, pero el pueblo palestino es otra cosa ¿Cómo ve su futuro?RONALD REAGAN: Creo que, por supuesto, tal problema ha de ser resuelto. Mi opinión personal es que no ha habido ningún esfuerzo para averiguar en serio cuáles son exactamente los deseos del pueblo palestino, si es sólo la OLP la que quiere constituir una nación, o los palestinos lo quieren, si, por ejemplo, no les interesaría a muchos de ellos quedarse en el Líbano como residentes y ciudadanos una vez que la situación se hubiera enderezado. Tampoco sabemos bien si habrá otros palestinos que fueron al Líbano desde otros países árabes, a los cuales les gustaría volver.S.: ¿Pero usted ve todavía posibilidad de llegar en algún momento a un arreglo general? R. R.: Sí, en efecto. Tanto Egipto como Israel ha expresado su voluntad, y en particular Egipto, que a pesar del agudo encarnizamiento que se ha provocado ahora en el Líbano con este problema, aún está determinado a seguir adelante. El próximo paso a dar dentro de los acuerdos de Camp David es la autonomía para el pueblo palestino. S.: Durante todo su viaje europeo de junio pasado, usted insistió en que contrariamente a la confusión existente en la Alianza Atlántica en tiempos de la administración Carter, las relaciones entre Europa y los Estados Unidos nunca habían sido mejores. Luego vino la disputa a propósito del gasoducto. ¿Cuál es ahora su juicio sobre el estado de la alianza? R.R.: Creo que la alianza es fuerte. Los valores fundamentales y los intereses comunes que siempre nos han unido son, y lo serán siempre, mucho más importantes y resistentes que las cuestiones sobre las que de cuando en cuando surgen diferencias.No hemos de olvidar que se realizaron progresos apreciables en la reunión de Versalles y con ello también en una serie de importantes aspectos económicos. Iniciamos un nuevo proceso de coordinación en el terreno de la política económica, emprendimos un estudio conjunto de la eficacia de la intervención en el mercado de divisas, dimos nuestro visto bueno a un nuevo acuerdo de crédito a la exportación por parte de la OCDE que reduce las subvenciones a los créditos a la exportación --incluídos los que se conceden a la URSS-- y aproximamos a nuestras posturas sobre importantes cuestiones Norte-Sur. Entre tanto, el consenso aliado en materia de seguridad, control de armamentos y defensa permanece intacto, de hecho ese consenso se vió fortalecido en la "cumbre" de Bonn y ha sido confirmado en los contactos mantenidos desde entonces. S.: ¿Qué puede decir sobre esta aparente contradicción entre sus objetivos diplomáticos? Por una parte levanta el embargo de cereales dispuesto por su predecesor en el cargo y mantiene las ventas de cereal a la URSS, y, por otra, se opone a la participación europea en la construcción del gasoducto.R. R.: En unos momentos en que afrontamos el importante crecimiento del potencial militar soviético, está fuera de lugar favorecer una dependencia más intensa de la URSS a través de importaciones de energía o de créditos subvencionados. Proyectos nuevos como el gasoducto tienen consecuencias tanto materiales como psicológicas sobre nuestros actuales intereses en materia de seguridad. El gasoducto -que se construye a base de créditos subvencionados- aumentaría la dependencia de Europa Occidental con el Este y mejoraría la capacidad de la Unión Soviética para obtener divisas fuertes. En contraste, el comercio de cereales de Estados Unidos con la URSS no acarrea problemas de seguridad. La venta de cereales a la Unión Soviética no contribuye a un desarrollo de sus recursos técnicos ni tampoco le proporciona una fuente de divisas fuertes que tan necesarias le son, lo que sí haría el gasoducto; en realidad la venta de cereales vacía sus reservas de divisas.POLONIA S.: ¿Pero en lo que se refiere a las sanciones sobre el gasoducto, la cuestión principal es la situación de Polonia? R.R.: Impusimos sanciones a la Unión Soviética en diciembre de 1982, no a causa de esa preocupación por la repercusión del gasoducto sobre la seguridad, sino por nuestro deseo de promover la reconciliación en Polonia. No pretendíamos hacer con las sanciones una maniobra frontal para cortar todos los intercambios comerciales. Intentábamos con ellas hacer una neta declaración política: que rechazábamos el comportamiento soviético respecto de Polonia y que queríamos que la URSS reconsiderase las consecuencias de la represión ejercida sobre Polonia.Yo no dispuse del embargo de cereales en diciembre de 1981 ni suspendí la ampliación de un año del acuerdo norteamericano-soviético relativo a la venta de cereales. Ese embargo hubiera sido ineficaz, habida cuenta de la oferta existente en el mercado mundial. Pero sí propuse la negociación de un acuerdo a largo plazo con la Unión Soviética, y esa sanción permanece en vigor. Además siempre he dejado bien claro que las sanciones serían reconsideradas en el momento en que se advirtiese un avance apreciable hacia la reconciliación en Polonia. La reconciliación definitiva requeriría el levantamiento del estado de sitio, la liberación de los presos políticos --Lech Walesa--, incluído, y la reanudación del diálogo entre Solidaridad, el gobierno y la iglesia. S.: Los europeos tienen la impresión de que usted se ha lanzado de lleno a una ofensiva contra ellos, que afecta no sólo el control del gas, sino también al acero y a las exportaciones agrícolas a los Estados Unidos ¿Cómo justifica la política de su administración a este respecto? R.R.: El acero y la agricultura son ciertamente cuestiones de primer orden. Nuestras medidas en relación con el acero han sido aplicadas con estricto respeto de la legislación norteamericana. En la cuestión de agricultura, nos hemos acogido a las disposiciones pertinentes del Gatt en materia de resolución de disputas, a fin de salvar las actuales diferencias. Por nuestra parte no hay, desde luego, la menor intención de romper o dañar unas relaciones comerciales de importancia tan fundamental como las que mantenemos con Europa. Cometeríamos una temeridad si lo hiciéramos sin más consideraciones dado que Europa Occidental es nuestro primer socio comercial y nuestro principal comprador exterior.S.: ¿Entra en sus opciones militares una guerra nuclear limitada en Europa? R.R.: Hablar de guerra nuclear limitada como opción militar es olvidar lo que es fundamental. La alianza cree que la manera más eficaz de prevenirse contra la guerra es la de mantener una disuasión de las agresiones. Y eso lo hacemos manteniendo nuestra capacidad conjunta de responder de manera apropiada al nivel que tenga la eventual agresión. Al mismo tiempo, como ya hemos demostrado con nuestras propuestas realistas y de largo alcance sobre fuerzas nucleares de alcance medio que ya está sobre la mesa de Ginebra, los Estados Unidos, con el sólido respaldo de los aliados, no se dejan ganar por nadie en la búsqueda de la reducción de armamentos. Estamos empeñados en unas negociaciones serias, de buena fe, con la URSS para la reducción de las fuerzas nucleares estratégicas y de medio alcance, así como fuerzas convencionales.S.: ¿Ha emprendido una cruzada contra la Unión Soviética? ¿Es su verdadero objetivo el hundimiento del régimen de Moscú, o sólo pretende hacer una labor de contención? R.R.: No. Los Estados Unidos no han emprendido una cruzada contra la Unión Soviética. El gobierno de los Estados Unidos ha manifestado periódicamente su interés por mantener unas relaciones de mayor cooperación con la URSS como medio de fortalecer la paz y la estabilidad internacionales. Sin embargo, los Estados Unidos no pueden aceptar el aventurerismo soviético como el de los casos de Polonia y Afganistán --ni su desenfrenada acumulación de fuerza militar-, y por ello mi administración ha adoptado una política orientada a favorecer la contención en el comportamiento de la URSS. En cuanto a las cuestiones domésticas, nuestra opinión es que el propio pueblo soviético debe elegir la forma de gobierno con la cual quiera vivir. Al mismo tiempo, los Estados Unidos no pueden ignorar las graves violaciones de los derechos humanos que se producen con regularidad en la Unión Soviética y en otros Estados comunistas.