Palizas y estrangulamiento para castigar, desnutrición, una ducha al año, abandono: una pareja estadounidense fue acusada de tortura y abuso infantil contra sus 13 hijos; su pena es pasar el resto de vida en prisión.

David Turpin, de 60 años, y su esposa, Louise Anna Turpin, de 52, fueron imputados en 2018 con 12 cargos de tortura, 12 de confinamiento, seis de abuso infantil y otros seis de abuso de adulto dependiente, informó entonces Mike Hestrin, fiscal del condado de Riverside, California, donde residía la familia.

El padre fue también acusado de actos lascivos por la fuerza o a través del miedo contra una de sus hijas, de 14 años.

La fiscalía consideró, además y por fortuna, que no hubo tortura o abusos hacia la menor de las hijas, de dos años en ese momento.

Todos los cargos conllevaban una pena que inicialmente les daba entre 94 años de prisión y cadena perpetua.

Ambos, esposados de manos y pies, se declararon al principio no culpables de todos los cargos en la primera audiencia, en la que se mostraron tranquilos y a la que –a pedido de sus abogados– se presentaron vestidos de negro y no en uniforme de presidiario.

Y por extraño que parezca, algunos de los hijos de la pareja de California que fueron torturados por sus padres por años decidieron perdonarlos durante el juicio que se llevó a cabo en contra de sus progenitores.

Finalmente, en abril de 2019, David y Louise Turpin fueron condenados a cadena perpetua.

Los Turpin en su audiencia de imputación | Foto: Inland Valley Daily Bulletin

Se espera que los Turpins pasen el resto de sus vidas tras las rejas, a menos de que se les conceda la libertad condicional en 25 años.

En el juicio, la pareja lloró al escuchar las duras declaraciones de cuatro de sus hijos en la audiencia.

“Amo mucho a mis dos padres”, dijo uno de ellos al leer la declaración de su hermano. “Aunque puede que no haya sido la mejor manera de criarnos, me alegro de lo que hicieron porque me han convertido en la persona que soy hoy”, añadió.

Otro de los hermanos relató el trauma de haber vivido esa terrible experiencia. “No puedo describir con palabras lo que vivimos al crecer allí”, dijo. “Todavía tengo pesadillas de cosas que pasaron, como cuando mis hermanos eran encadenados o golpeados”, narró.

“Pero eso quedó en el pasado y esto es ahora. Amo a mis padres y los he perdonado por muchas de las cosas que nos hicieron”, añadió.

Sin embargo, no todos los hijos fueron tan conciliadores. Una de las hijas dijo temblando: “Mis padres me quitaron mi vida, pero ahora la estoy recuperando”. “Soy un luchadora y soy fuerte”. “Vi a mi papá cambiar a mi mamá. Casi me cambiaron a mí, pero me di cuenta de lo que estaba pasando”, agregó.

La fachada de la casa de la familia de clase media a unos 112 km al sur de Los Ángeles ofrecía una apariencia de orden y tranquilidad, aunque en realidad enmascaraba la suciedad y el olor nauseabundo de los desechos humanos encontrados por las autoridades. Los hijos, que tenían entre 2 y 29 años en el momento del allanamiento policial, estaban gravemente desnutridos.

Uno de ellos, de 22 años, fue encontrado encadenado a una cama. Sus dos hermanas acababan de ser liberadas de grilletes. Las víctimas tenían prohibido ducharse más de una vez al año, no podían usar el baño y ninguno de ellos había visto a un dentista.