Recibido como un héroe de la causa medioambiental, el presidente electo brasileño Luiz Inácio Lula da Silva levantó este miércoles los ánimos de los activistas en la COP27, algo alicaídos por el férreo dispositivo de seguridad y el aislamiento de la conferencia.
“Mi impresión es que representa un giro después de una oleada de derecha populista y antiecológica”, declaró a la AFP Melissa Yokoe Ashbaugh, una estudiante de la universidad estadounidense de Connecticut que contemplaba la espera, plagada de cánticos, de los seguidores del líder izquierdista.
“Lula representa un cambio político para Latinoamérica. Es un viraje hacia la protección del planeta, de la Amazonía, de los derechos humanos, de los derechos de los pueblos indígenas”, añadió Adrián Martínez Blanco, de la organización ecologista costarricense La Ruta del Clima.
Ambos activistas se quedaron, sin embargo, con las ganas de ver al veterano político, de 77 años, quien ha logrado un inusual retorno a la política tras ser encarcelado por acusaciones de corrupción.
Los agentes de seguridad de la ONU tuvieron que cerrar, por exceso de público, el acceso a la sala donde habló el presidente electo, que aparte de una voz algo ronca, muestra vitalidad en sus intervenciones públicas.
Así mismo, el presidente electo brasileño propuso este miércoles organizar la 30ª conferencia del clima de la ONU en 2025 en la Amazonía brasileña. En su primera intervención en la COP27, Lula declaró que planteará esa propuesta al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, para que la reunión climática anual “se haga en Brasil, en la Amazonía”. Según detalló, hay “dos estados aptos” para organizar esa cita, el de Amazonas y el de Pará.
Recibido con vivas y aplausos por una multitud de simpatizantes y miembros de la sociedad civil en Sharm el Sheij, en Egipto, Lula prometió librar una “lucha muy fuerte” contra la deforestación de la Amazonía, que avanzó con fuerza en los últimos cuatro años de mandato de Jair Bolsonaro.
Actos públicos y privados
En la ciudad costera egipcia, Lula alterna los actos públicos y los encuentros bilaterales, según su equipo. “Brasil está de vuelta”, declaró Lula, suscitando el entusiasmo y los vítores de sus seguidores brasileños, pero también de decenas de curiosos, incluso de delegados oficiales.
“El aire está electrizado con esperanza y expectativas”, clamaba un comunicado de la organización World Resources Institute. Destacaba en la audiencia el presidente en ejercicio de la COP27, el canciller egipcio Sameh Shukri, que hizo un alto durante las complejas negociaciones de la declaración final de la conferencia.
La efervescencia que causó Lula reparó en cierta manera el escaso impacto de la sociedad civil en esta conferencia organizada en el extremo sur del Sinaí egipcio, en una zona aislada incluso de la ciudad balneario de Sharm el Sheij.
Frente a las imágenes de decenas de miles de manifestantes en la conferencia de Glasgow el año pasado, o de otras COP plagadas de incidentes dentro y fuera del escenario de las negociaciones, este año la conferencia del clima avanza con mucha calma. La cita ha congregado a más de 45.000 personas, según la presidencia egipcia.
Pero cada día son apenas un puñado los que se reúnen a las puertas del enorme centro de convenciones o en su interior, para gritar eslóganes o distribuir panfletos. La 27ª conferencia del clima de la ONU no pasará a la historia de las COP por la movilización ecologista, sino por la presencia de policías de civil o la toma de datos de los participantes, que causó protestas de varias delegaciones.
Con información de AFP.