A los 77 años, este domingo, primero de enero de 2023, volverá a asumir la presidencia de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, quien ya había desempeñado el papel de mandatario nacional en el periodo entre 2003 y 2010, y quien retoma el poder tras haber triunfado en las elecciones frente a Jair Bolsonaro, el ahora saliente presidente que aspiraba a reelegirse.
Con el regreso de Lula al Palacio de Planalto, sede de Gobierno en la ciudad de Brasilia, vuelven las ideas de izquierda a reinar en el vecino país, luego de que hace dos décadas, cuando llegó por primera vez el líder sindical al poder, este se convirtiera en el primer presidente de origen obrero de ese territorio.
No obstante, el reto que asume Lula da Silva con su regreso a la Presidencia no es nada fácil, pues ahora deberá enfrentarse a grandes problemas que aquejan a su país, algunos de los cuales requieren de vital atención, debido a que no fueron prioridad durante la gestión de su antecesor, y que por el contrario se habrían convertido en el ‘talón de Aquiles’ que le impidieron lograr su diana de revalidar su mandato popular.
Precisamente, uno de los primeros puntos se deriva de una sociedad fragmentada y supremamente polarizada tras las elecciones que le dieron el triunfo a Lula el pasado 31 de diciembre, con un estrecho margen de 50,9 % contra 49,1 de Jair Bolsonaro, quien incluso nunca reconoció públicamente su derrota.
En ese contexto, uno de los hitos que marcará la historia de la toma de posesión que se llevará a cabo este domingo en una Brasilia, bajo extremas medidas de seguridad, es la ausencia del presidente saliente, quien salió del país el pasado viernes con destino a Estados Unidos, y que rompe con la tradición de la transición de mando a través del símbolo de la fajilla.
El panorama que se verá este domingo, dista mucho del vivido 20 años atrás, cuando el saliente mandatario, Fernando Henrique Cardoso, pese a entregar el poder a la oposición, se mostró en medio de un clima de respeto por quien asumía el poder, incluso permitiendo sonreír.
La creciente polarización de Brasil ha tenido sus momentos más álgidos desde el comienzo del mes de noviembre, cuando miles de seguidores de Bolsonaro saltaron a las calles a rechazar el triunfo de Lula, incluso incitando a Ejército de su país para que depusiera las armas contra el resultado obtenido en las urnas, y se opusiera a la toma de mando por parte del líder del Partido de los Trabajadores.
Las protestas que han marcado desde entonces a Brasil, se han caracterizadas por el bloqueo de vías y las confrontaciones violentas, bajo la premisa de la existencia de un ‘fraude electoral’.
En medio de la polarización, incluso, las autoridades han reportado intentos de actos vandálicos y la detención de personas que portaban explosivos en días pasados, y que habrían tenido como objetivo generar un ambiente de inestabilidad y caos previo a la toma de juramento de Lula da Silva, quien programó un ‘carnaval’ para celebrar su regreso al poder.
Así, además de la oposición en las calles, Lula podría contar como reto en su nuevo mandato, la creciente oposición que tendrá en los órganos oficiales que hacen contrapeso de poder.
Lo anterior, si se tiene en cuenta que la línea de pensamiento del saliente presidente, Jair Messias Bolsonaro, alcanzó a hacerse con la mayoría relativa del nuevo Congreso, con cerca de 99 de los 513 asientos con que cuenta el órgano legislativo; fuerza a que la en la práctica podrían adherirse otras bancadas, por lo que Lula, si desea conseguir mayorías, deberá apelar a que, a sus congresistas de izquierda, se sumen los del espectro de centro.
Según recogen medios internacionales, en ese mismo sentido, expertos también han notado el peligro que puede representar para la estabilidad política de Brasil el hecho de que algunos sectores de las Fuerzas Armadas tuvieran abierta filiación política.
Reto ambiental
El segundo escenario que reviste retos para la nueva administración de Brasil se deriva de la amenaza medioambiental que se cierne sobre el mundo, y que tiene en ese país un importante foco gracias a su presencia y posesión de la región Amazónica; el considerado pulmón del mundo.
Así, uno de los retos de Lula, radica en la amenaza de la deforestación; uno de los temas más criticados en el periodo de Bolsonaro, quien hizo caso omiso de las necesidades, y por el contrario se afirma que la promovió.
Por lo anterior, el reto de Lula será lograr detener efectivamente la creciente industria de la tala de árboles en la salva de la Amazonía.
Frente al particular, la propuesta con la que fue elegido Lula para su regreso al poder contenía su compromiso para dar un giro en las políticas ambientales del país en encaminar la lucha contra la deforestación con miras en 2030.
Si bien es un reto en cuya lucha cuenta con el respaldo internacional, en la escena local reviste grandes retos debido al avance que se permitió durante la era Bolsonaro, el cual se estima en el 59 % y que representa la necesidad de implementar los controles gubernamentales en la materia, y que deberán obrar en contrapeso al avance de las mafias del crimen y la tala y la minería ilegal que se toman fuerza en la zona.
A estrechar el cinturón
El tercero de los retos a enfrentar por parte del nuevo Gobierno de Brasil, hace referencia al tema de la reducción del gasto público; uno de los compromisos con los que se casó Lula durante su campaña.
No obstante, estos intentos también van en contravía de algunas de las necesidades y proyecciones del nuevo Gobierno, que se ha comprometido a mantener y reforzar los programas de asistencia social; situación que ameritaría superar el techo del gasto previsto.
A esos problemas de control del gasto, se suma el del reto de contener la inflación, lo que pone en cuestión la necesidad de implementar estrategias del orden fiscal que centran la atención en su ministro de Hacienda, Ferdinando Haddad.
Pobreza y hambre
El cuarto reto con que llega Lula a la presidencia de Brasil se refiere a la necesidad de contener la creciente tasa de pobreza y hambre que azota a un importante sector de su población.
De acuerdo con medios internacionales, se estima que dicha población afectada está cerca a los 33 millones, lo que traduce en cerca del 15 % de sus habitantes, y que es aún mayor que la cifra con que se encontró hace dos décadas en el poder.
Expertos citados por medios locales en Brasil han advertido que lo que pueda lograr Lula en su diana de reducir la pobreza es parte del termómetro con el que será medido en este nuevo periodo frente al Palacio de Planalto y es parte de la esperanza con la que millones de personas depositaron su confianza en él, esperando logros similares a los de sus primeras administraciones; no obstante, el reto ahora es mayor dadas las condiciones y el contexto mundial.