El amor de una madre y la necesidad de que la seguridad de sus hijos esté por encima del todo puede ser una constante en el interior de muchos hogares. Por eso, cuando la integridad de uno de los miembros del círculo familiar se ve expuesta, esto puede ser el detonante que ponga al descubierto los límites de los que es capaz el ser humano.
Este es el caso de Marianne Bachmeier, quien pasó a la historia como “la madre vengadora”, pues decidió hacer justicia por “mano propia”, misma a la que deciden optar algunas personas cuando no tienen confianza en las autoridades. Sin embargo, los motivos no necesariamente se limitan en esa sensación de incredulidad frente al sistema y a veces recaen en acciones de represalia.
En marzo de 1981, frente al juez y sin temer por las consecuencias, esta madre disparó siete veces al agresor sexual señalado de asesinar a su hija Anna (de solo siete años) un año antes. La atención mediática de Alemania giró en torno a ese caso y al momento en el que Marianne se ubicó detrás del acusado para ejecutar un acto, que no se gestó sino después de confirmarse que su pequeña había muerto.
El caos se apoderó del Tribunal de Lübeck cuando una ráfaga de disparos provocó el deceso, en cuestión de minutos, de quien había cambiado la vida de esta mujer no muchos meses atrás. “¡Cerdo! Mató a mi hija… Quería dispararle en la cara, pero le disparé por la espalda… Espero que esté muerto”, recogieron medios internacionales sobre la intención que rodeó este hecho.
El comienzo del infortunio
En mayo de 1980 se confirmó el asesinato de la pequeña Anna y los ojos se pusieron sobre Klaus Grabowski, un carcinero de Lübeck. Según se conoció, la niña fue engañada por este hombre, quien la habría convencido para que fuera a su casa a jugar con sus gatos, pero el desenlace fue otro: la menor terminó siendo violada y, posteriormente, estrangulada.
El Clarín recopiló que, tras el asesinato, el sujeto esperó a que cayera la noche para llevar el cuerpo de Anna a un canal y proceder a enterrarlo. Mientras él estaba en un bar, su novia se encargaría de hacer la denuncia ante las autoridades, luego de que le fuese confesado el crimen.
Una vez arrestado, confesó haberle arrebatado la vida a la niña, pero negó que la hubiese abusado sexualmente y sostuvo que ella lo había intentado “seducir” y sobornado para que no llegara a oídos de Marianne (la madre) que él la había tocado.
Bachmeier, puesta en libertad
A la mamá de Anna la sentenciaron a seis años de prisión, de los cuales pagó tres y su actuar generó divisiones entre quienes reprocharon que tomara justicia por mano propia y aquellos que la defendieron. Un año antes de la condena dijo que cometió el asesinato, mientras estaba en un “estado de trance”, afirmación que terminó por ser desestimada.
Una vez salió de la cárcel, un nuevo comienzo en otro horizonte se convirtió en meta. Por ello, viajó a Nigeria donde terminó casándose con un docente alemán y de quien terminó separándose pocos años después para vivir en Italia antes de retornar a su país natal.
De acuerdo con el Clarín, tras su regreso a Alemania, Marianne aseguró que había asesinado a aquel hombre para que no continuara afirmando que su hija de siete años lo intentó seducir. Ella terminaría muriendo en 1996, como consecuencia de una enfermedad.