Michel Temer ya ha roto dos récords como presidente de Brasil. No solo tiene una de las popularidades más bajas de la historia del país (5 por ciento, según el más reciente sondeo de Ibope), sino que también es el primer jefe de Estado en ejercicio acusado de corrupción.Rodrigo Janot, fiscal general de la Nación, hizo el señalamiento, pero era necesario que dos terceras partes de la Asamblea de Diputados aprobara el inicio del proceso. Ni corto ni perezoso, Temer habló con miembros de distintos partidos y se reunió con las principales cabezas del lobby latifundista. Su trabajo rindió frutos: solo necesitaba 172 votos para bloquear el proceso, y obtuvo 263.La votación del miércoles puso en evidencia la gran paradoja de la política brasileña actual. Aunque el 53 por ciento de los diputados tienen investigaciones en proceso (desde corrupción hasta homicidio), ellos deben autorizar que la Corte Suprema examine las denuncias contra el presidente, las cuales consisten en aceptar sobornos de JBS, la empresa más grande de carnes en Brasil.Con ese dinero, Temer habría favorecido los negocios de la compa ñía y habría comprado el silencio del exdiputado Eduardo Cunha, que se encuentra preso por corrupción a pesar de que fue el artífice del proceso contra la expresidenta Dilma Rousseff, destituida por un tecnicismo contable.Le puede interesar: ¿Qué impacto tiene la condena contra Lula Da Silva en la próxima campaña presidencial en Brasil?Los diputados demostraron que sus alianzas con Temer son bastante sólidas, no solo por las prebendas que obtuvieron, sino también por el temor de que un proceso contra el presidente alborote el avispero de sus propios delitos. Al respecto, los diputados de la oposición desfilaron en la sede de la Asamblea con maletines repletos de billetes falsos para resaltar que los defensores del presidente están untados de dinero sucio hasta la cabeza.Los aliados del gobierno no se quedaron callados y, entre gritos y manoteos, acusaron de ladrones a los miembros del Partido de los Trabajadores (PT). Ya con el circo armado, el diputado Wladimir Costa (quien tiene tatuado el apellido de Temer en un brazo) cerró con broche de oro: llevó un muñeco de peluche del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva vestido de preso.Vineeta Yadav, autora del libro Partidos políticos, grupos económicos y corrupción en países en desarrollo, dijo a SEMANA que uno de los inconvenientes para juzgar a un presidente en ejercicio en Brasil es el alto grado de conflictos de intereses de los congresistas, como se evidenció esta semana. “Una posible solución sería encontrar a personas externas que genuinamente no pertenezcan a uno u otro lado, sino que sean consideradas como imparciales, tanto por los políticos como por los ciudadanos”.Lo más preocupante es que, al contrario de lo sucedido con la destitución de Rousseff, no hubo casi manifestaciones contra la absolución del presidente Temer. Al parecer los brasileños están tan decepcionados de sus políticos tanto en la izquierda como la derecha, que decidieron mantenerse al margen. Por otro lado, no hay una figura política que se escape a esa percepción y se perfile como sucesor de Temer, por lo que otro cambio de presidente generaría aún más incertidumbre.Le puede interesar: Michel Temer, un presidente al borde del abismoPor último, la economía jugó un papel importante para que no hubiera protestas. Carlos Eduardo Lins da Silva, consultor de la Fundación de Investigación de São Paulo, dijo a SEMANA que “el país parece estar saliendo de la recesión en la que estuvo los últimos tres años, aunque de manera errática y lenta”.Muchos miembros y votantes del PT han afirmado que la Justicia favorece más a los políticos de derecha. Señalan el caso del expresidente Lula da Silva, condenado a nueve años y medio de prisión por corrupción. Sin embargo, no es muy probable que la Justicia cambie su parecer, pues el juez del caso, Sergio Moro, afirma que las pruebas son contundentes. Surge la duda de si Temer, una vez fuera del cargo, correrá una suerte parecida a la del presidente más popular de la historia brasileña.