En Manzanillo, un simpático balneario del Estado mexicano de Colima cuesta pensar en la guerra y la muerte. Allí la vida se desliza con la suavidad y la alegría del trópico: de cara al cálido pacífico, en lomas ribeteadas de palmeras. Ese es el escenario natural que el gobierno mexicano ha elegido para que el nicaraguense Víctor Hugo Tinoco, viceministro de Relaciones Exteriores del gobierno sandinista y el norteamericano Harry Schlaudeman, embajador especial para Centroamérica del Presidente Reagan, traten de alejar el peligro de la guerra y la muerte.Al concluir, el 17 de agosto pasado, la cuarta ronda de negociaciones Nicaragua-EE.UU., los anfitriones exhibían un moderado optimismo. "Mientras se hable -dijo un alto funcionario mexicano a SEMANA- se aleja el peligro de una intervención militar en gran escala. Lo bueno, lo decisivo de estas pláticas no radica tanto en los acuerdos concretos sino en la regularidad y la frecuencia con que se vienen realizando los encuentros. Esta frecuencia indica que se está haciendo un esfuerzo realpara no llegar a un callejón sin salida".En los dos primeros encuentros, se habían discutido cuestiones de procedimiento: si se graba o no se graba, si se hacen actas o no se hacen, si hay declaraciones o no al término de las deliberaciones, etc. Al término de las primeras deliberaciones se habría llegado a una propuesta interesante del punto de vista metodológico: cada delegación haría su propio resumen y análisis de lo tratado en cada plática y se lo pasaría a la parte contraria. No se trata de "actas negociadas" -un instrumento habitual en las lides diplomáticas-, sino de ir documentando lo ya discutido para poder seguir avanzando en profundidad. En el tercer encuentro, realizado en los primeros días de agosto, se discutieron los temas de la agenda. En la cuarta, ya se entró de lleno al temario acordado.Para México las pláticas de Manzanillo constituye, sin duda, un éxito diplomático. Pero no ha sido un éxito fácil: hubo que aventar muchas suspicacias y malentendidos. En primer término había que lograr la comprensión y el acuerdo de los socios de Contadora. Si no se informaba oportunamente, Colombia, Venezuela y Panamá, podían suponer que México se desinteresaba de Contadora y abría -por su cuenta y riesgo- una nueva instancia de negociación. Tlatelolco explicó a sus aliados que no había nada de eso: que las pláticas de Manzanillo eran solamente un refuerzo de las tareas que venía llevando a cabo el Grupo. El nuevo diálogo -argumentaron- se inscribe dentro de la estrategia de Contadora, tendiente a evitar que Estados Unidos se lance a una aventura bélica en Centroamérica. Al parecer, esto fue entendido y aceptado porque a todos les preocupa saber qué va a pasar con Estados Unidos después del 4 de noviembre. ¿Si Reagan es reelegido se radicalizará? o ¿habrá "un nuevo Reagan" más inclinado al diálogo y la distensión?. Otro equívoco que hubo que desterrar fue el lanzado por el New York Times. Según el influyente diario norteamericano, el secretario de Estado George Schultz habría aceptado viajar a Managua, entrevistarse con el comandante Daniel Ortega y comenzar, de este modo, las conversaciones que luego proseguirían a nivel de Tinoco y Schlaudeman, "a cambio" de que el secretario de Relaciones Exteriores de México, asistiera a la toma de posesión del Presidente salvadoreño José Napoleón Duarte. Fuentes mexicanas negaron terminantemente esta especie. "No hubo Quid Proquo -señaló enfáticamente a SEMANA un diplomático azteca- ,no lo hubiéramos aceptado. Fuimos a El Salvador en el marco de nuestro acuerdo con los países de Contadora. Para dialogar con las nuevas autoridades y procurar que éstas negocien con las fuerzas insurgentes. A Contadora le preocupa una invasión a Nicaragua, pero también le preocupa la guerra civil en El Salvador que es otro foco de tensión en el área, y hará cuantos esfuerzos sean necesarios para que pueda haber entendimiento y paz en el país centroamericano".En realidad, la propuesta de encuentros frecuentes y directos entre Nicaragua y Estados Unidos, surgió a mediados de mayo, cuando el Presidente Miguel de la Madrid se encontró en Washington con Ronald Reagan. De la Madrid sugirió esa posibilidad y Reagan estuvo de acuerdo. Por supuesto, una serie de "sondeos" previos efectuados por Tlatelolco con Managua y Washington le permitían al mandatario azteca "jugar sobre seguro ".Por último, las pláticas de Manzanillo le han servido a la diplomacia mexicana para certificar que "no hay cambio en la política exterior" -como lo han pretendido insistentemente los principales medios de Estados Unidos, como TheNew York Times y el Washington Post- que hablaban de un alejamiento respecto a Nicaragua, evidenciado por cortes y demoras en los envíos de petróleo. Agustín Gutiérrez Cante, portavoz oficial de la secretaría de Relaciones Exteriores, afirmó que México cumplía con los envíos de aceite previstos por el acuerdo de San José (entre México y Venezuela) y que los únicos problemas que podrían haberse presentado eran de índole económica. Aunque el portavoz no lo aclaró, pudo saberse que hubo atrasos en los envíos debido a demoras en los pagos, pero esto no sólo ocurrió en relación con Nicaragua, sino con Costa Rica y Guatemala.