Tras confirmarse este martes el deceso de una de las figuras políticas que marcaron la historia de las últimas décadas del siglo pasado, Mijaíl Gorbachov, quien durante su ejercicio del poder frente a la Unión Soviética propendió por el cambio de vida de sus ciudadanos a través de políticas como la perestroika y el glasnost, y quien pese a sus esfuerzos no pudo evitar la caída de la URSS. Su legado hoy es recordado con disparidad de posiciones: mientras para algunos desarrolló un papel loable, para otros simplemente fue quien le dio la estocada al país que dirigió, y del que fue su primer y último presidente.
Dentro de su recorrido y logros, sobresale el reconocimiento del que, en su trasegar político, le representó el hacerse merecedor, según el Comité Noruego del Nobel, justamente del reconocimiento en el campo de Paz, referido a sus contribuciones en la transformación mundial, destacando cómo sus acciones internas en la URSS habían sumado para ocurrencia de significativos cambios en la escena mundial, situaciones de tal magnitud como la caída del muro de Berlín e incluso el fin de la Guerra Fría.
Y aunque el mundo le reconoció a Gorbachov los efectos de sus transformaciones, al repercutir en la distensión del Sistema Internacional de la época, internamente en la URSS dicha noticia no fue del todo bien recibida, pues allí los cambios no hicieron más que acelerar el proceso de desintegración, que terminó en la disolución de la URSS y la conformación de distintos estados.
Avances en las libertades de sus ciudadanos y las contribuciones a la paz en distintos escenarios mundiales, así como el acercamiento con Occidente, hicieron que, en su momento, la labor de Gorbachov fuera bien vista por el comité que otorga el Nobel. Este comité quiso reconocer al incomprendido líder soviético, quien abogó por el retiro de las tropas de su país de la guerra en Afganistán, avanzó en las libertades religiosas (reuniéndose incluso con el papa Juan Pablo II), y encaminó el Estado soviético hacia modelos que propendían por mayor participación de sectores que no hacían parte del Partido Comunista.
En su momento, el comité noruego aplaudió las ‘contribuciones numerosas y decisivas’ de Gorbachov, que incluso, un año después, llevaron a la caída del Muro de Berlín. Para el líder mundial, dicho reconocimiento apuntaba a las virtudes de la perestroika, agradeciendo el beneplácito internacional, pero lamentando que, pese a ello, la situación en el interior de su país apuntaba a la crisis.
Incluso, un año después de que Gorbachov fuera reconocido con la referida distinción, la situación interna lo llevó a abandonar el poder, el mismo que había ostentado desde los cargos de secretario general del Partido Comunista desde 1985, y como primer y único presidente de la URSS, pues tras su disolución, también se cayó el cargo.
Gorbachov era reconocido porque gracias a su llegada al poder, la URSS rompió el velo de distancia y enemistad que mantenía ese país con Occidente, imponiendo una política exterior que abogó por cerrar las brechas y los abismos que distanciaban a su país de las relaciones amistosas con los países capitalistas, siendo uno de los trabajos en los que se empeñó: el tender puentes, desestimando a su vez que su país siguiera involucrándose en los asuntos internos de otros Estados, incluso de aquellos que formaban parte del Pacto de Varsovia, lo que repercutió en significativos cambios en cada uno de ellos.
En ese mismo sentido, el ahora fallecido líder gozó de amplio reconocimiento internacional tras el llamado de desarme nuclear, que permitió bajar la tensión mundial que primaba entre esa nación y Occidente, llamando incluso a cumplir una importante moratoria que llamaba a la reducción del uso y desarrollo de armas nucleares, proyectando su entrada en desuso para el año 2000, lo cual tristemente no se cumplió.
Ese impulso llevó incluso a permitir que Estados Unidos y la URSS, a través de sus entonces representantes, Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, firmaran el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, un acuerdo que se conoció como el Start I, que limitaba de manera concertada el número de cabezas nucleares que se permitían tener esos estados, y que, pese a la caída de la URSS, pudo entrar en vigor tres años después.
Algunos de los hitos que Occidente le aplaudió a Gorbachov
Tras el despliegue de tropas soviéticas en 1979, el presidente Gorbachov, en medio del conflicto interno desatado en ese país entre el régimen prosoviético y los irregulares muyahidines, apoyados por Arabia Saudita y EE. UU., decidió, en 1986, la retirada de sus tropas, impulsando a su vez la llegada de un líder que impulsó la política de métodos pacíficos para la solución de los problemas internos.
En su momento, Gorbachov apuntó que, de no haber logrado una negociación, la guerra hubiese logrado extenderse hasta 30 años más, en medio de un gasto innecesario.
Durante su estancia en el poder, Gorbachov también estimó la necesidad de que la URSS dejara de incurrir en la injerencia de asuntos internos de otros estados, suavizando la política que desarrollaban países como los del denominado Pacto de Varsovia, situación que condujo en muchos casos a la apertura de fronteras con estados con los que se mantenía una situación tensa, y que, entre otras cosas, llevara a la caída del muro de Berlín.
Así, Gorbachov fue el responsable de que la URSS se comprometiera a la retirada completa de sus tropas en países como Alemania, un proceso que se pactó en el llamado Tratado de la Soberanía, en el que los aliados de la Segunda Guerra Mundial renunciaron a sus derechos sobre Alemania.
De igual modo, en el marco de su política de acercamiento con Estados Unidos, Gorbachov sostuvo repetidos encuentros con su homólogo estadounidense, lo cual también dio paso al fin de la llamada Guerra Fría, un escenario en el que la URSS gastaba cerca del 25 % de su presupuesto.
Así, fueron icónicos sus encuentros con el presidente Ronald Reagan de Estados Unidos, los cuales se presentaron entre 1985 y 1986, llevando a que pocos años después se terminara por firmar el llamado Tratado de Eliminación de Misiles de corto y mediano alcance, el cual se terminó firmando en Washington.
En ese mismo sentido, acercamientos del líder soviético con España propendían por tumbar las barreras con Europa, retirando además algunas estructuras militares entonces dispuestas en la llamada cortina de hierro.
Además del Nobel en 1990, el exgobernante soviético también se había hecho merecedor de la medalla de paz “Otto Hahn de Oro” y el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional por su trabajo para “abolir las barreras que no permiten el entendimiento entre las naciones”.
Sobre el dinero otorgado en 1990 a Gorbachov por el Premio Nobel, medios internacionales destacan cómo en su momento este decidió hacerlo parte del presupuesto de su país y destinarlo a la construcción de hospitales.