La ex república soviética de Moldavia no está en los mejores términos con su antiguo socio político, Rusia.
Así lo indicaría la actual crisis diplomática desatada luego de que el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país tomara la delicada decisión de retirarles el permiso de permanencia en el país a 45 funcionarios, 22 diplomáticos y 23 administrativos, de la embajada rusa en Chisináu, la capital.
Para hacerlo, la cartera de política exterior alegó tener conocimiento de “numerosas acciones hostiles” de los rusos hacia Moldavia, cuyas relaciones con ese país se han deteriorado cada vez más desde que invadiera a Ucrania, con el cual sostiene una cruenta guerra.
Tales acciones, dijo también el Gobierno moldavo, “no están relacionadas con el mandato diplomático”.
Para colmo, un informe periodístico elaborado por los medios Jurnal TV e Insider, aseguró que las decenas de antenas ubicadas en la azotea de la sede diplomática rusa son en realidad elementos de espionaje por parte del país liderado por Vladimir Putin.
Para Daniel Voda, vocero gubernamental de Moldavia, limitar el número de diplomáticos rusos acreditados da paso a una “situación en la que menos personas tienen la oportunidad de desestabilizar al país”.
Así lo definió en una rueda de prensa, en la cual también aseveró: “En circunstancias en que los empleados no se involucran en la promoción de las relaciones bilaterales, se hace evidente que su representación diplomática y técnico-administrativa es excesiva”.
La actitud moldava no ha sido del mejor recibo por parte de la contraparte.
Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, opinó que la medida es “otro paso en la destrucción de las relaciones bilaterales” y prometió que estas “acciones injustificadas y hostiles no quedarán sin respuesta”.
La funcionaria sostuvo, de igual modo, que la investigación periodística de los medios moldavos acerca de las antenas es un “relato fantasioso”.
A propósito de ese informe, el embajador ruso fue convocado por el Gobierno de Moldavia, al parecer para que rindiera explicaciones.
Moldavia colinda con Ucrania y se ha opuesto a la invasión de ese país por parte de los rusos.
A ello se atribuyen las supuestas campañas de Moscú por desestabilizar al pequeño país, de solo 33.846 kilómetros cuadrados de extensión y una población de algo más de 2,5 millones de habitantes.
Rusia, así mismo, estaría recelosa del inminente ingreso del país a la Unión Europea, lo que significaría un aliado menos en la Europa del Este.
La guerra de Ucrania, inevitablemente, está afectando el ajedrez político en la región, en el cual Bielorrusia es el más fiel aliado de los rusos.
Días antes del incidente de Moldavia, el gobierno de Putin advirtió que usará “todos los medios” a su disposición para proteger a ese país de posibles hostilidades.
“Una agresión contra Bielorrusia equivaldrá a una agresión contra la Federación de Rusia. Responderemos con todos los medios a nuestra disposición”, dijo Putin durante una reunión de su Consejo de Seguridad, retransmitida por televisión.
La declaración, aparentemente, fue motivada porque Polonia, uno de los aliados más cercanos a Ucrania con frontera con ese país y también con Bielorrusia, ha aportado armas a Kiev y también ha acogido a refugiados ucranianos.
Sin embargo, no ha manifestado ningún interés en enviar tropas a Ucrania.
Pero Putin acusó a su Gobierno de intentar “intervenir directamente en el conflicto” para ocupar territorio ucraniano, luego de que Polonia reforzara sus defensas en la frontera con Bielorrusia, adonde fueron trasladados los combatientes del grupo paramilitar ruso Wagner tras un motín frustrado en Rusia.
Además, Moscú también ha utilizado el territorio de Bielorrusia –que, además de Polonia, tiene frontera con Ucrania y Lituania– para lanzar su ofensiva en Ucrania.