Tremenda sorpresa se llevó una mujer en Brasil luego de que su mascota, la cual había comprado pensado que era un mini pig, con el paso de los años se convirtió en una cerdita de 250 kilos.

La mujer de nombre Rosangela dos Santos Lara, de 50 años de edad, contó que compró a Lilica en un mercado brasileño donde le aseguraron que estaba adquiriendo un pequeño cerdito mini pig.

“La compré pensando que sería una cerdita, pero se convirtió en un animal gigante”, contó la mujer a medios locales.

De acuerdo con la mujer, a pesar de su gran tamaño, el animal es un miembro más de su familia y, además, consume gran parte del ajustado presupuesto del hogar.

Respecto a su alimentación, indicó que come al menos cinco kilos de frutas y verduras, más alimento para animales, aunque dijo no interesarle porque según ella Lilica le trajo alegría a su vida.

A pesar de su peso, el animal duerme en un colchón dentro del dormitorio que la docente comparte con su esposo Nelson, un pescador desempleado en la ciudad costera brasileña de Peruibe.

Rosangela dos Santos Lara, de profesión maestra, también contó que el tamaño de Lilica a llevado a que algunas personas le hayan ofrecido dinero para sacrificarla y que su carne sea utilizada para consumo humano. No obstante, recalcó no estar interesada en venderla y menos para que la maten.

¿Cerdos como mascotas?

“Fue amor a primera vista”. El día que vio a Lola, supo que quería acariciarla y cuidarla siempre. Sucedió hace poco más de un año, en ExpoPets. Julio Castañeda llegó buscando un bulldog francés, pero se enamoró de esta mini pig negra de seis meses de edad. Y la compró.

En casa empezó la verdadera prueba de amor: la convivencia. Lola chillaba en la madrugada, destrozaba papeles y bolsas, mascaba zapatos, se estresaba. Y Julio no tenía idea de qué hacer. “Cuando la compré solo me dieron una factura. Me dijeron que la podía tener en mi cuarto porque no necesitaba mucho espacio, y me recomendaron darle concentrado de caballo”. Eso hizo, pero no daba resultado. Estaba desesperado.

Días después contactó a Ángela Castillo, una veterinaria de animales exóticos dedicada a los mini pig, que le explicó, paso a paso, mucho de lo que debería haber sabido antes de comprarla. 1) Que estos animales necesitan entrenamiento para vivir en un apartamento o pueden hacer desastres. 2) Que Lola iba a crecer porque los mini pig pueden llegar a pesar cien kilos. Sí, cien kilos, y medir hasta 45 centímetros, según la Asociación Americana de Minipigs. 3) Que la comida para caballos, potros o pollos no es adecuada para las necesidades nutricionales de un cerdo miniatura. De hecho, en Colombia no hay concentrado para ellos, es necesario diseñarles dietas –sin sal y con proteína vegetal– de acuerdo con sus necesidades. Además, la doctora Castillo diagnosticó que la cerda tenía sarna sarcóptica, una enfermedad zoonótica que provoca afectaciones en la piel, y que le había contagiado a Julio.

Este caso puede sonar excepcional. Pero en Colombia no es extraño que los propietarios reciban consejos errados o no accedan a información suficiente cuando adquieren un cerdo miniatura. Castillo, quien además es la directora técnica de Oink Colombia, un grupo que promueve la tenencia responsable de estos animales, reconoce que se encuentra casos así todos los días. “Hay criadores y veterinarios que no dicen que los cerdos son difíciles de tener: que crecen, que viven hasta 20 años, que hay que vacunarlos, cocinarles, tenerles paciencia. Incluso, muchos recomiendan mantener a los animales con dietas pobres para que no crezcan, y a mí me llegan animales casi en los huesos”.

En Colombia los mini pigs son hoy una moda y un negocio rentable. Aunque según el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), aún no se cuenta con cifras reales de cuántos son, existen otros indicios de su popularidad.

Además, estos animales se negocian en páginas de Facebook, grupos privados de WhatsApp y hasta en Mercado Libre. Los precios oscilan entre 300.000 y cuatro millones de pesos. Pero la desinformación en el proceso es común. “En un criadero me dijeron que no tocaba vacunarlo, ni desparasitarlo y castrarlo”, dijo Julián Palomá, un propietario.